Por Mabel Martínez (*)
Como observadora y lectora de los sucesos de la actualidad planteo un tema que angustia a muchos ciudadanos. Temas que tienen que ver con la vacunación impuesta o no. Es decir, una controversia entre la libertad individual y la responsabilidad social. Asuntos relacionados con la ética, la moral y el derecho.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), el viernes 13 de agosto sostuvo que la vacuna no debe ser obligatoria en ningún país, pero sí deben tomarse las medidas necesarias para aconsejar la importancia de la vacunación.
Aún Argentina no ha tomado, al respecto, una posición definitiva. Sin embargo, se han dado ya discusiones y polémicas entre empresarios, dueños de fábricas, quienes sostienen que el Estado es el que tiene la decisión.
Más allá del debate latente, intentamos reflexionar acerca de esta dualidad entre lo individual y lo social. La libertad individual, consagrada en la Constitución, se conceptualiza como un valor constitutivo de la persona humana en cuanto tal fundamento de sus deberes y derechos conforme al cual cada uno puede decidir autónomamente sobre las cuestiones esenciales de la vida, haciéndose responsable ante la sociedad de las consecuencias de sus decisiones y de los resultados de su propia acción, según opinión del filósofo Luis Razeto.
En tanto nos referimos a responsabilidad social como un compromiso, obligación y deber que poseen los individuos, miembros de una sociedad a fin de contribuir voluntariamente para una sociedad más justa y para proteger el ambiente.
La responsabilidad social puede estar comprendida por acciones negativas y positivas, es decir las primeras se refieren a abstenerse de actuar y las segundas a actuar. En este marco se pueden tratar las distintas perspectivas de las personas ante la vacunación.
‘Provacunas’ y ‘confiavacunas’
Están los aceptadores ‘provacunas’, los llamados ‘confiavacunas’, que concurren con mucha alegría convencidos de que se salvarán de la enfermedad y volverán a la normalidad. Hay otros quienes dudan de ellas, los dubitativos, pero por edad y por tener comorbilidades ceden a la vacunación.
Los antivacunas que no quieren ninguna vacuna ni a la actual, se atienen a preceptos religiosos dogmáticos y a otras cuestiones. Y finalmente, están los ‘desconfiavacunas’, cuyas conductas son comprensibles, gente de mediana edad, en general, que conoce cómo se trabaja en la ciencia y suponen que faltan mayores pruebas, evaluaciones y constatar los posibles efectos adversos.
Este último grupo no se encuadra en los antivacunas, son personas sensatas que cuestionan y no desean, por decisión personal, ser inoculadas. Este es el panorama de este momento en el contexto ‘vacunatorio’.
Por ahora, tenemos libertad individual y responsabilidad social. Por lo tanto, considero que a nadie se lo puede obligar a ponerse la vacuna. Reafirmo la comunicación de la OMS y en cuanto a la responsabilidad social de estos miembros de la sociedad, que se abstienen, debe manifestarse en un estricto protocolo consistente en las normas conocidas y los controles de hisopados y otros.
Concluimos en que las libertades deben continuar sin amenazas y con respeto a los habitantes del país. Los ciudadanos asumen su responsabilidad. Nadie puede obligar a una persona a ir contra su voluntad y su ideología. En una sociedad como la nuestra, confusa, cargada de grietas, de falta de consideraciones, se han perdido los límites y continuamos ignorando al otro. Lo vivimos sin vacunas en el 2020 y no aparecía el otro en la óptica de nadie.
En este año demostramos, una vez más, que no aprendimos a instalar al otro en nuestro diario vivir: libertad individual y responsabilidad social. Busquemos la conciliación para lograr el respeto y la convivencia. (Jackemate.com)
(*) Licenciada y Profesora en Letras – mabelmartinez13@live.com