Por Ricardo Marconi (*)
Las fuerzas armadas de occidente no creen en el poder disuasorio de las armas convencionales para repeler la agresión rusa en Ucrania y continúan optimizando la militarización mediante el aporte tecnológico en su máxima expresión.
Ello implica la existencia del terror nuclear y ello hace que las fuerzas contendoras se encuentren, cada día, frente a la posibilidad de cometer un error insalvable, masivo y mortal. Los rusos, cada día que pasa, se frenan menos en su accionar militar y hasta han bombardeado zonas aledañas a la central nuclear controlada por los mismos soviéticos.
A esa locura criminal hay que agregar el incremento de fuerzas militares occidentales, la decisión rusa de producir un ataque masivo en los próximos días y la decisión del gobierno chino de incrementar el número de efectivos. ¿Quién puede negar entonces el crecimiento de la posibilidad de que se produzca, por acción directa, indirecta o por error, un enfrentamiento no convencional?
Lo antes señalado implica un cambio en las cúpulas gubernamentales de los países enfrentados y sobrevuela un temor incipiente a la generación de una guerra nuclear limitada.
Andrei Sakharov, en su histórica carta abierta al doctor Sydney Drell puntualizó en 1983: “Una reestructuración estratégica sólo podría llevarse a cabo de una manera gradual para evitar una pérdida de paridad en alguna de las etapas intermedias”.
La realidad de 2023 es otra: El gobierno rudo ya le hizo saber a la inteligencia estadounidense que incrementará sus efectivos y que no detendrá su desarrollo armamentístico nuclear.
Demás está decir que los norteamericanos tampoco lo han hecho y ya en nuestras columnas hemos dado cuenta de los desarrollos de armas de las dos partes y el acrecentamiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte del fortalecimiento fronterizo con Rusia para tener a Moscú a menor distancia, por si se decide enviar a esa ciudad misiles con cabezas nucleares.
Especulación rusa
La especulación temeraria de los capitostes de las fuerzas militares rusas que piensan que Ucrania, ante el temor de una detonación nuclear limitada capitularía. Ese criterio se podría calificar de locura, ya que supone que el enemigo se rendiría ante el temor de una escalada mayor.
En definitiva, mientras haya armas nucleares, será necesario establecer paridades estratégicas con respecto a aquellas variantes de una guerra nuclear regional que podría imponer el potencial enemigo. Es evidente que se deberá examinar los diferentes escenarios de una guerra convencional, de una nuclear y analizar sus contingencias mortales.
Ucrania se enfrentará a su segundo invierno en guerra y las agencias internacionales de noticias, que siguen de manera diaria las contingencias, ven que el Ejército ucraniano sufre un desgaste impensado a lo largo de un frente de casi 1.000 kilómetros, el que se nota más por su escasez de poder aéreo.
La probabilidad existente indica que los rusos intentarán paralizar la infraestructura energética ucraniana, utilizando un presupuesto de defensa con un incremento de 70 por ciento mayor que el de este año. Eso sí. Hay que aclarar que los ucranianos también se están adaptando. Franz-Stefan Gady y Michael Kofman en The Economist, remarcaron que “la capacidad de los soldados ucranianos para dominar la tecnología occidental llevó rápidamente a un optimismo fuera de lugar al suponer que el tiempo necesario para desarrollar unidades de combate cohesivas podría verse acortado”.
Guerra de trincheras
Con si estuvieran en la Primera Guerra Mundial, los ucranianos regresaron al estilo de guerra que dominan, utilizando pequeños grupos de infantería móvil –no más de 15 soldados-, para enfrentar a las atrincheras defensas rusas. Con ello evitar ser detectados por drones rusos y por consecuencia directa el fuego masivo de la artillería contra ellos.
De paso, con ese sistema de combate, los grupos de combatientes se enfrentan menos al barro y a la niebla del invierno que se abalanza. Los ucranianos aprovechan más los suministros occidentales de artillería de mayor alcance, tanto en el sur como en el este y desde Kiev se incrementaron los ataques con misiles de largo alcance contra centros militares rusos, apoyados por drones que destruyen centros de mando, suministros de combustibles a ras de la tierra y convoyes con municiones, así como centros de transporte.
El jefe del Estado Mayor de Defensa del Reino Unido, el almirante Tony Radakin, denominó esta estrategia como “morir de hambre, estirarse y atacar” y, en ese sentido, el sistema se utiliza mucho en Crimea que se ha convertido en un objetivo constante para perturbar las líneas de suministro rusas y degradar la flota del Mar Negro, tipos de ataques que levantan la moral ucraniana y sirvan para señalar a los aliados a Ucrania que todavía está en condiciones de luchar.
Aporte para destruir infraestructura
Los alemanes han introducido misiles Taurus de largo alcance y Estados Unidos ha proporcionado el Sistema de Misiles Tácticos que permiten a los ucranianos destruir infraestructura rusa hasta el límite de la frontera con Ucrania.
Una publicación, dedicada a información militar –War Zone-, observó en las últimas horas que: “La capacidad de lanzar una ojiva de 226 kg con una fuerza increíble a largas distancias significaría un gran problema para los nodos logísticos rusos críticos y la infraestructura relacionada, como puentes, así como los centros de comando y control fortificados, todos lejos, detrás de las líneas del frente”.
Los ucranianos se están centrando en la destrucción o, al menos, la degradación de defensas rusas, en las que se deben tomar decisiones rápidas para evitar la destrucción total mediante el repliegue hacia Moscú para defender la ciudad de los drones.
El jefe de la inteligencia de Ucrania ha estimado en las últimas horas que “Luchar contra la aviación rusa, utilizando sistemas de defensa aérea, es muy costoso e ineficaz. La aviación debería eliminarse de las bases aéreas”.
Al parecer, los rusos aprenden de sus errores respecto a las tácticas ucranianas” apuntó A. Tarnovsky a una agencia internacional de noticias de Estados Unidos.
Por su parte, el Ministerio de Defensa del Reino Unido puntualizó que partes del recién formado 25º Ejército de Armas Combinadas (CAA) de Rusia han sido desplegadas para reforzar unidades en el norte, esencialmente tapando agujeros en un área donde ninguna de las partes está logrando ningún progreso.
«Con 25 CAA aparentemente desplegados poco a poco para reforzar la línea demasiado estirada, es menos probable que se produzca una nueva ofensiva rusa concertada en las próximas semanas», dijo el ministerio la semana pasada.
“El grado en que Ucrania pueda infligir bajas desproporcionadas y destrucción a los rusos en las próximas ofensivas será una medida importante del éxito”, dijo Mick Ryan, exgeneral australiano y autor de «Futura Doctrina», quien recientemente estuvo en Ucrania.
Funcionarios ucranianos dicen que muchos prisioneros de guerra rusos tienen poca idea de por qué estaban luchando y que la disciplina suele ser deficiente. Hay pruebas anecdóticas de esto procedentes de otras fuentes, pero no hasta el punto de que la maquinaria militar rusa pudiera resultar dañada.
Se afirmó erróneamente que los rusos se están quedando sin misiles y otras municiones. Es cierto que los oficiales ucranianos han informado de una fuerte disminución del fuego de artillería entrante en algunos lugares. Pero el próximo invierno probablemente verá una renovación de los ataques con misiles y drones contra la infraestructura energética ucraniana a medida que comience la “temporada de calefacción”.
«Están almacenando misiles para ello», dijo a CNN este mes el director ejecutivo del proveedor de energía ucraniano DTEK, Maksym Timchenko.
Destrucción de instalaciones ucranianas
En 2022, los ataques con misiles rusos dañaron o destruyeron alrededor de dos tercios de las instalaciones energéticas de Ucrania, pero no lograron quebrar la determinación civil
Los ucranianos, por su parte, lograron avances en la mejora de las instalaciones. «El año pasado no existían los sistemas Patriot, NASAMS, IRIS-T, SAMP-T ni muchos otros», dijo la semana pasada el primer ministro Denys Shmyhal.
«Nuestro sistema de defensa aérea se ha vuelto aún más completo y experimentado… Para el invierno, será aún más fuerte». Completó su exposición argumentando que “La producción de energía también ha aumentado. Actualmente hay siete reactores nucleares en funcionamiento y dos más entrarán en funcionamiento. Se puede importar más electricidad de la Unión Europea que antes. La producción nacional de gas natural aumentó. El problema es la distribución. Los autotransformadores escasean y es probable que todavía haya cortes de energía este invierno. Pero la red ucraniana es más resistente que hace un año.
Progreso constante
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, y otros han hablado de un “progreso constante” de Ucrania en el campo de batalla, pero entre muchos analistas y funcionarios occidentales existe una sensación de estancamiento inminente.
Ya se habla de que el conflicto se extenderá hasta 2025. La historia muestra que más allá de sus etapas iniciales, las guerras tienden a osificarse. Eso es lo que ocurrió después de que estalló el llamado conflicto separatista en Donbás en 2014.
Por eso es necesario para las fuerzas occidentales hacer nuevas y urgentes planificaciones, ya que el presidente ruso -dicen-, puede sobrevivir a los patrocinadores de Ucrania.
El mayor del Ejército estadounidense, Robert Ryan escribió en un libro de su autoría “Ucrania no puede darse el lujo de realizar maniobras ofensivas rápidas. Necesita perseguir un desgaste poco glamoroso y debemos estar preparados para apoyarlo hasta que agote a los invasores rusos”.
Europa y Estados Unidos siguen comprometidos a apoyar a Ucrania en el campo de batalla y con apoyo financiero. Pero hay signos de fatiga. Las dudas se filtran.
La influencia de la campaña electora
La campaña electoral en Estados Unidos está en marcha entre los republicanos rivales, y el grado de apoyo a Ucrania es un tema divisivo.
La primavera de 2024 se perfila como una fase potencialmente importante del conflicto. Ambas partes aprovecharán el invierno para reequiparse. Luego se desplegarán los primeros F-16 ucranianos, junto con quizás más ATACM y otros misiles de mayor alcance, junto a las crecientes líneas de producción autóctonas en Ucrania.
Por eso debe acelerarse el suministro de armas occidentales, según Max Boot del Consejo de Relaciones Exteriores. «No enviar suficiente armamento a Ucrania simplemente aumenta las probabilidades de que el conflicto se prolongue indefinidamente», afirmó Boot.
Asimismo, en la contraparte rusa, en el próximo año la guerra podría tener mayores consecuencias económicas. El Kremlin ha forzado, en la medida de sus posibilidades la narrativa de que la defensa de la patria es una batalla existencial; no hay disenso público. Las sanciones han sido perjudiciales, pero aún no son paralizantes; el precio del petróleo ayuda a limitar los daños al presupuesto estatal.
Pero con una economía cada vez más dedicada a sostener la maquinaria de guerra (al menos el 6% del PIB se gastará en el Ejército el próximo año), hay tensiones crecientes: escasez de mano de obra e inflación, así como un rublo persistentemente débil.
Vladimir Putin no querrá recortar el gasto social antes de las elecciones de la próxima primavera, cuando la mayoría de los analistas esperan que los precios del petróleo y el gas se moderen.
Pero volvamos al principio: Mientras haya armas nucleares, será necesario establecer una paridad estratégica con respecto a las variantes de una guerra nuclear, para de última, mantener los límites de un conflicto en un escenario convencional hasta llegar, con inteligencia, a la conclusión del conflicto de manera definitiva. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política