Por Ricardo Marconi (*)
Científicos daneses y checos nunca se imaginaron que, al exhumar en Praga, los restos mortales del astrónomo Tycho Brahe estaban a punto de desenterrar algo más que sus huesos, así como un puñado de cabellos. Eso sí, quedó esclarecida una historia digna de una superproducción cinematográfica. La trama de los hechos mostraría los avatares que permitirían descubrir el secreto del universo entre Brahe, el noble danés y aventurero, que tenía una nariz protésica de oro y plata y Johannes Kepler, su débil asistente alemán.
Imagine, estimado lector, el inicio de la historia en el que se desencadena un duelo, en 1566, en el que Brahe, de sólo 20 años, perdió su apéndice nasal. No pasaría mucho tiempo para que el afectado tuviera una nariz metálica, así como una isla con un castillo y un observatorio financiado por el rey dinamarqués de ese entonces, quien aportó los dineros para el equipamiento y los instrumentos más precisos creados para seguir el curso de los planetas y las estrellas. Tras el fallecimiento del rey, Brahe se trasladó a Praga, donde consigue el apoyo de un nuevo mecenas: Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano.
Brahe, vale recalcarlo, cobró fama luego de identificar nuevos astros, incluida una supernova. Esperaba probar que todos los planetas giraban, salvo la Tierra, alrededor del Sol, que, a su vez, hacía lo propio alrededor de La Tierra.
Brahe, para sus investigaciones astronómicas, recluta como ayudante a Kepler, de 28 años. Este último estimaba que Dios había creado una “armonía” cósmica al acomodar las órbitas de los planetas alrededor del Sol, de manera que estén espaciados a distancias que corresponden a ciertas figuras geométricas.
Enfermedad y muerte
Antes de formalizarse la designación de Kepler como matemático imperial Brahe enferma de gravedad, luego de un banquete y fallece 11 días después, a los 54 años.
Su fallecimiento fue achacado a “no haber ido a orinar mientras bebía en exceso durante un banquete lo que, presuntamente, dañó su vejiga”.
En los 90 se analizaron los cabellos tomados de Brahe y se determinó que tenían una elevada dosis de mercurio, incluida una breve y elevada dosis absorbida en un período de 10 minutos durante las últimas 24 horas de su vida.
Estos hallazgos se transformaron en una misteriosa historia, volcada en el libro Intriga Celestial Johannes Kepler-Tycho Brahe, publicado en 2004, publicado por el matrimonio de Joshua y Anne-Lee Gilder.
Acceso a tóxicos
Como asistente de Brahe –quien vivía en su casa-, Kepler tenía acceso a componentes tóxicos de mercurio en el laboratorio alquímico del astrónomo y pudo haberlo envenenado, según publicaron los Gilder.
Kepler nunca probó su “arquitectura divina”, pero se hizo famoso gracias a los registros de Brahe y su propia corazonada de que el Sol ejercía algún tipo de atracción sobre los planetas y, con los datos de Brahe, formuló sus tres famosas leyes de movimiento planetario.
A pesar de lo señalado los científicos no pudieron probar que Brahe fue envenenado ni cuál fue la identidad del posible asesino.
Brahe, nacido en 1546 en Benatky, actual Chequia, planteó un modelo intermedio entre la teoría heliocéntrica de Copérnico y el tradicional geocentrismo ptolemaico. Cuando contaba con sólo un año fue secuestrado por su tío, quién no tenía descendencia y se ocupó de su educación con el consentimiento del padre de Brahe.
Fu enviado a Copenhague para estudiar filosofía y retórica, tras lo cual cursó derecho en Leipzig entre 1662 y 1565, aunque en 1560, tras presenciar un eclipse de Sol decidió dedicarse a la astronomía estudiando por su cuenta.
Su primer trabajo lo publicó en 1573 y lo dedicó a la aparición de una nova en la constelación de Casipea, llegando a la conclusión de que la estrella o era un fenómeno sublunar y que tampoco estaba situada en ninguna de las esferas planetarias, con lo que contradecía la tesis aristotélica de inmutabilidad de las esferas de las estrellas fijas.
El rey Federico II intervino para que la familia de una campesina lo aceptara como esposo de la misma y le regaló de por vida la isla de Hveen, en el Sund, donde Brahe edificó el castillo de Uraniborg, con observatorio incluido (1580).
En el lugar alcanzó a concretar mediciones astronómicas que le permitieron corregir casi todos los parámetros astronómicos conocidos y determinar la práctica totalidad de las perturbaciones del movimiento lunar.
Introdujo un sistema de mecánica celeste y la discusión del movimiento del cometa avistado en 1577 le posibilitó la oportunidad de exponer su sistema en un texto que circuló en 1588, aunque recién se editó en 1603, momento que demostró la condición de objetos celestes de los cometas.
A la muerte de Federico II y durante la minoría de edad de su sucesor, Brahe perdió la pensión y los derechos sobre la isla. En 1597 abandonó Dinamarca y tras una estancia en Hamburgo, en 1599 llegó a Praga [1]. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com
[1] Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Tycho Brahe.