La postal se repite en cada una de las 11 estaciones que componen el recorrido: pasillos casi vacíos, negocios desocupados y paredes llenas de graffitis. Cuando se inauguró, en 1995, y la frecuencia era de menos de diez minutos, lo utilizaban cerca de cien mil personas por fin de semana. Pero este año, el promedio mensual fue de 42 mil pasajeros.
La tendencia se profundiza: según muestran los informes sobre el uso de los servicios públicos que elabora el Indec, en los últimos doce meses, la cantidad de boletos vendidos disminuyó el 28% con respecto al período anterior.
El servicio fue pensado como un tren turístico, confortable, ecológico y con una vista privilegiada al río durante casi todo el trayecto. Cada estación fue diseñada como un centro de compras que sería poblada con locales de primeras marcas, restaurantes y hasta cines.
La concesión la obtuvo una empresa de la Sociedad Comercial del Plata, el grupo de Santiago Soldati, el empresario que fundó un imperio gracias a las privatizaciones del menemismo. El propio presidente Carlos Menem condujo el viaje inaugural.
Nada de eso se ve hoy. Los comercios que funcionan son los que pueden prescindir de los pasajeros: la estación Maipú, por ejemplo, se transformó en una feria de antigüedades, y la de San Isidro, en un centro de emprendimientos gastronómicos.
Una gran parte de la merma de los usuarios se debe a que muchas agencias de turismo dejaron de ofrecerlo a sus clientes.
“Los llevábamos hasta San Isidro para tomar el tren y muchas veces nos encontrábamos con que no funcionaba por problemas técnicos o conflictos gremiales”, relata Daniel Dagnino, encargado de los tours por Zona Norte de la empresa Opción BA.
La línea nunca fue considerada como un medio de transporte sino como un servicio recreativo. Por eso, tiene una tarifa desacoplada del resto de los ferrocarriles metropolitanos. Utilizarlo cuesta $ 10 para los argentinos y $ 16 para los extranjeros.
A pesar de eso, desde octubre del año pasado, el Tren de la Costa recibe un subsidio del Estado nacional. Como ocurre en las líneas operadas por la sociedad estatal Ugofe, la totalidad de los sueldos de sus casi 200 empleados es abonada por la empresa Ferrocarriles Belgrano SA a cuenta de la Nación.
El aporte no figura en el sitio web del Ministerio del Interior y Transporte, pero según calculan fuentes sindicales, ronda los $ 3 millones por mes. Eso significa que, para el Estado, el costo por cada uno de los 82 mil pasajeros que lo utilizaron en julio fue de $ 36,58.
Llamativamente, parte de las zonas por las que pasa el ramal quedaron desde el año pasado sin subsidios al gas y la electricidad por considerarse lugares de alto poder adquisitivo.
Asalto. A la falta de mantenimiento, el deterioro y los altos precios se sumó este mes otra razón para que cada vez menos gente utilice el Tren de la Costa: la seguridad.
Por primera vez en 17 años, el 11 de septiembre, uno de los trenes fue asaltado en movimiento. Entre la estación San Fernando y Canal, salieron de entre los pasajeros dos hombres armados. Uno de ellos apuntó con su pistola a una señora y amenazó con dispararle si los usuarios no les entregaban todas sus pertenencias.
El conductor nunca se enteró porque la casilla de manejo es cerrada y hace años que los guardas que viajan con los pasajeros no tienen radio para comunicarse.
Cada vez más empapado con la crisis del sistema ferroviario, el Tren de la Costa difícilmente llegue a convertirse en la postal de modernidad y eficiencia que pretendía ser. (Jackemate.com)