Hora local en Rosario:
Comparte este Articulo...

 

 

 

 

 

 

Por Ricardo Marconi (*)

Un total de trece historiadoras y científicos de distintas universidades argentinas [1] y del Conicet tuvieron la oportunidad de ingresar a la tumba tebana 318, ubicada en Luxor, del faraón Amenmose y develar secretos ocultos y nunca explorados por 3500 años.

La egiptóloga Andrea Zingarelli, en declaraciones formuladas a un medio capitalino admitió que “se había partido en la indagación de elementos sueltos, tales como una imagen tomada en 1939, dos fotos color de una misión japonesa tomada en la década del 80 y de dibujos que hicieron viajeros en el siglo XIX, que habían copiado jeroglíficos con distintas escenas, esto es ocho paredes en total”.

Sobre la tumba no había estudios ni publicaciones. Todo era un absoluto misterio, ahora esclarecido parcialmente, tras la finalización de la campaña, según la propia Zingarelli.

Los estudios esclarecedores

La tumba que nos ocupa se encuentra en el Valle de los Nobles, en la colina de Sheikh Abd el Qurna, con el marco de tierras cultivadas, gracias a la bendición de las aguas fertilizadoras del Nilo.

El programa tuvo sus inicios en enero del pasado año, en la ciudad de Luxor, oportunidad en que un grupo reducido de especialista recorrieron sitios arqueológicos para seleccionar una tumba para investigar y el Ministerio de antigüedades les ofreció la del noble que vivió entre los reinados de Hathsepsut y Tutmosis III, entre 1479 y 1458 A.C.

Así nació la posibilidad de llevar a cabo trabajos de relevamiento, restauración y conservación en esa tumba, perteneciente a Amenmose que era un cao, dedicado  al arte de labrar la piedra y, al morir, fue enterrado a 700 kilómetros al sur de El Cairo, en la orilla occidental, entre capillas funerarias localizadas irregularmente a lo largo de las colinas occidentales de Tebas, donde se sepultó a reyes, reinas y otros nobles.

El grupo de especialistas se completó con Silvana Yomaha, Leila Salem, María Belén Castro, María Sarmiento, María de los Ángeles Suárez, Eva Calomino, Miriam Hara, Liliana Manzi, Yésica Leguizamón, Silvana Fantechi, Pablo Rosell y el brasileño Fabio de Moraes Lima, profesor de la Universidad del Triángulo Minero.

Antes de iniciar los trabajos de investigación de lleno, el grupo arrancó la primera semana de trabajos haciendo los trámites correspondientes para la autorización de la apertura de la tumba. Se entrevistaron con Mohamed Yahia, director del Alto Egipto, en la orilla oriental de Luxor, luego Fathy Hassin, director de Qurna y a Ramadan, director de Misiones y Excavaciones en Qurna, en la orilla occidental.

El primer dificultoso acceso

El primer ingreso a la sepultura fue dificultoso ya que los sedimentos cubrían el acceso principal y debido a ello tuvieron que pasar primero por otro sepulcro rupestre (el 129) y luego acceder arrastrándose por un diminuto pasadizo de 50 por 37 centímetros. Era la mañana del 21 de enero.

Concluida esa fase se inició el trabajo de campo generando textos e imágenes, fichas, registros de las paredes y de los deterioros, a la vez que se realizó un soporte para asegurar la puerta de piedra y adobe, tras lo cual se contabilizaron 16 paredes y se analizaron en los techos los relieves pictóricos y la decoración geométrica que servían para registrar datos de Amenmose y de su hija.

También había retratos de la vida cotidiana, con escenas de trabajos de trilla y sembrados, de elaboración del pan y del vino, acciones de caza y pesca y hasta de momentos de banquetes.

Las historiadoras también descubrieron una conexión interna, consistente en un pozo, un boquete que descendía a otra sala donde se supone que había otra tumba a la que no tuvieron acceso debido a que no contaban con el permiso y en el que se estima hay otra tumba con momias y objetos, según la estimación de la jefa de los investigadores.

Vale acotar que en cada día de trabajo, junto a los investigadores había una inspectora –Amira-, que abría y cerraba la puerta de la tumba; un gerente de la Ministerio de Antigüedades –Asaad-, y se usaban trajes especiales de protección, con guantes de látex y barbijos o máscaras con filtro de carbón activado para protección de microorganismos.

El arduo trabajo comprendió el retiro de la suciedad acumulada con esponjas wishab, manipulando paredes y a la pintura a punto de caer le aplicaron papel Japón y enduido siendo ello “una especie de curita”.

Se rellenaron, además, fragmentos con yeso y se inició el desciframiento de textos que no se pueden leer porque el color azul, que se utilizaba tiende a deteriorarse.

La nueva campaña

La segunda etapa implicará hacer una exploración aún más profunda luego que se consiga el permiso para despejar la entrada principal y acceder a otros sectores de la tumba. El diseño habitual de las tumbas es de dos salas en forma de “T” y delante hay un patio que espera ser investigado por los argentinos. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com

 [1] Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educción de la Universidad Nacional de la Plata: La Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Córdoba .

 [2] Walter Darío Vazquez. La Nación. 

 

Déjanos tu Comentario
Comparte este Articulo...