Por Mabel Martínez (*)
Y un día la ciudad perdió su bullicio. Se apagaron las voces. Fue arrasada. El temor nos asfixió y fuimos extraños en nuestro propio espacio. La gente querida comenzó a irse inesperadamente. Todo, oscuridad. Incertidumbre y desvelo. Mucha soledad.
A la noche resonaban aplausos para esos personajes con vestimentas espaciales, convivientes de la vida y la muerte y luego, otra vez, un silencio que aturdía y llenaba de mayor misterio nuestras horas.
Mujeres y hombres, cavilaban, se preguntaban sin respuestas, “cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer” hubiera expresado El Principito. Entonces cada persona, sin resistencia, aceptó las imperativas disposiciones.
El universo se encapotó. Un sigiloso e invisible invasor había llegado. ¿Existían armas para combatirlo? Panorama inescrutable. La ciencia no podía resolver el misterio. Tal vez formábamos parte de una impensada conspiración.
De pronto, se erige mi existencia. También un misterio, un enigma profundo. Se agudizan las dudas y emerge la desesperanza. En el momento crucial me acosaron los fantasmas. El ayer no tan lejano se matizaba de colores grises y ahora se privilegiaba el negro sin futuro.
Los entrecruzamientos de reflexiones insensatas marcadas por el miedo extremo se quiebran. Y otro día el velo cae, se desvanecen las angustias y como si naciera un mundo sobrenatural, una luz incandescente, ardiente con una fuerza mágica.
Metamorfosis sorprendente. ¡Oh, algo inigualable e indescriptible! Y sentí un halo resplandeciente. Presentí lo sublime y recordé a Borges, “la belleza es ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica” Una figura se acercaba tímidamente, subrepticiamente, casi furtiva.
Indisoluble unión con algo irreal. Conmoción. Refutación al pasado. Un nuevo misterio me invadió, me envolvió y me empujó hacia un lugar y tiempo anhelado. (Jackemate.com)
(*) Licenciada y Profesora en Letras – mabelmartinez13@live.com