Por Mabel Martínez (*)
Un día de un año olvidable, en muchos aspectos de la vida, me reencontré con una vieja práctica dialógica. Necesaria para superar momentos críticos cotidianos. Retomar el intercambio epistolar a través de un canal diferente y no por eso con todas sus virtudes y sin la figura del cartero que tanta felicidad llevó en otros tiempos.
Por ejemplo, el personaje de la novela de Skarmetta. Disfrutar el discurso escrito nos permite imaginar, reflexionar, tener un tiempo sin urgencias y en contextos singulares.
A fines de marzo de 2020, en medio del inicio de una experiencia compleja, decidí encontrar terapias caseras. Mis intereses intelectuales giraron siempre en torno a la lingüística, la traducción y la literatura.
La atracción peculiar era escribir y apartarme de los textos científicos. Así reactualicé una costumbre de añares: la carta de lectores en los medios periodísticos y las reflexiones, recientemente, en páginas on line.
Escribí alguno que otro cuento. Lo más llamativo y maravilloso fue apostar a la interacción epistolar mailística con amigos. Paralela a otras formas que ofrece la tecnología, llámense video llamada., Skype, zoom.
La comunicación, a través de una pantalla, nos acercaba en los instantes de soledad. Sin embargo, no encontraba el encanto del cara a cara o el encuentro a través de un escrito. El que lo emite disfruta cada palabra, cada frase, se obliga a pensar para producir recordando, cuidando su escritura y ubicándose en un tiempo y espacio diferentes.
En tanto el destinatario se deleita con lo relatado, fantasea, se conmueve y manifiesta sentimientos en un ámbito de privacidad. Son dos almas que se reúnen a la distancia y se proponen dialogar en un ir y volver de cartas por la vía que permite el correo electrónico.
En horas tan tristes como las pasadas, podemos hallar caminos recorridos, desandarlos, revitalizarlos, redescubrirlos y volver a hacer caminos al andar. La necesidad que tenemos de comunicarnos con el otro nos lleva por alternativas diversas.
Las opciones son muchas. Volver a la epístola produce una magia indescriptible que permite renacer una época no tan lejana, descuidada y olvidada por tantas propuestas digitales. (Jackemate.com)
(*) Licenciada y Profesora en Letras – mabelmartinez13@live.com