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La memoria, que se sigue comportando como siempre, me trae algunos recuerdos de manera involuntaria. Una foto de Ezra Pound con el cuello de la camisa abierta y una corbata de lana; en Valery escribiendo por la madrugada en su gran mesa de trabajo, tomando un café más negro imposible y fumando hasta lo imposible

Otra imagen de una mujer que me amó y sé muy poco de ella. Y otras cosas que los años van haciendo perder.

La salud no anduvo bien, pero me ayuda pensar en los amigos que esperan esta narración  de un sueño donde el propósito es encontrar  el sueño de otro hombre. Vuelvo a Praga, encuentro  el café que buscaba y entro, pero no sé en realidad si era aquel en que pensé.

Por otra parte si esto ocurría a comienzos de la veinte, yo no había nacido, y no era raro que pasara algo así. Pero apenas entré en el café la invisibilidad se hizo cargo de mi y yo dejé de ser en parte lo que era y me fui transformando en una  tetera, en una frutera de peltre, en un plato con dibujos de caballos, en una copa con agua muy fría, en un pocillo de café. En esos estados diferentes del ser, del cual tenía conciencia, iba viajando en las bandejas de los mozos o esta quieto sobre algún mueble.

Mi deseo era llegar hasta donde estaban conversando Kafka y Borges. Llegué en forma de plato de sopa, esos platos hondos que  parecen que hubieran desaparecido en estos tiempos. ¿Se sigue tomando sopa?

Supongo que sí, pero tengo mis dudas. Cuando adolescente en la casa de mis viejos se tomaba sopa todos los días, de sémola, de quacker, de fideos en forma de letras, esa sopa cremosa a la que se le agregaban trozos de pan frito. Mientras tomaban la sopa, Borges y Kafka conversan, en un alemán que en mi sueño entendía.

Hablaron de muchas cosas, pero no de lo que yo esperaba. Pero hablaron en especial sobre "La Metamorfosis", que Kafka había comenzado a escribir en 1912, los tiempos de Felice y es a ella que le escribe diciéndole A Felice, en una de sus cartas, le dice que su "pequeña historia" resulta "ilimitadamente repugnante".

‘La Metamorfósis’ la termina de escribir entre el 6 y el 7 de diciembre de 1912. Se publicará en libro en Leipzig en 1915. De todo estos detalles le habla Kafka a Borges, como si dieran por sentado saber que Borges terminaría firmando una traducción que se afirma que no es de él. Borges aceptaba esto, pero no podía tomar medida alguna pues la historia, aún hoy en día, aparece como traducida por él.

Escuchar todo esto transformado por mi parte en un tenedor, un salero o una pequeña jarra azul con agua, era algo curioso. Creo incluso que esos tres objetos escuchaban de una forma diferente la conversación.

Sobre todo aquel fragmento en que Kafka escribe sobre la ilustración de la tapa del libro. Pero de eso hablaré después. Gracias a mis amigos por sus paciencias. (Jackemate.com)

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