Hora local en Rosario:
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Por Mabel Martínez (*)

Todos sabemos que el silencio no existe en la naturaleza. Tampoco en las ciudades importantes que se caracterizan por su bullicio turbador. Sin embargo, Rosario es un caso excepcional.

Desde que nos convertimos en el epicentro de la violencia y del horror, caímos en un estado sorprendente y desconocido para quienes la habitamos. Escaso movimiento de gente y automóviles.

Salen aquellos que necesitan cumplir con su trabajo o por trámites obligatorios. Todos regresan a sus hogares temprano. Del mismo modo los comercios cierran sus puertas en horarios no habituales. A la tardecita surge el más temible de los silencios. Todo calla. La noche es larguísima.

Ni siquiera en los edificios se oyen los ascensores. El silencio es convocado por los invasores de la tranquilidad ciudadana, los perturbadores de la cotidianidad, los que imponen la oscuridad y la muerte. Una nueva forma de vivir. Una cultura implantada por los imitadores  de otros lugares. Nos preguntamos si la soportaremos. Por ahora aceptamos ayudas que no están a la vista.

¿Continuaremos sin exigir denodadamente que las autoridades locales y federales pongan todos sus recursos para darnos la armonía social que merecemos? Nos negamos a vivir en la compañía del silencio, de la inercia y de la inacción, mientras avanzan los arrebatadores de nuestra  Rosario. No podemos seguir con ese grito ahogado que aturde el silencio de nuestra existencia. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciada y Profesora en Letras – mabelmartinez13@live.com

 

 

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