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Por Jorge Galíndez (*)

¡¡MANDALE UNA CARTA A CRISTINA!! La frase, dicha de muy malos modos, salió como un balazo de la boca de una médica cansada de escuchar los insistentes reclamos que le hacía un paciente responsabilizándola de las dificultades que encontraba para obtener la medicación que ella misma le había recetado, de las “idas y vueltas que le hacían hacer” y de las múltiples excusas que recibía de los empleados del sector que debían proveerlas.

Miré fijamente a mi colega y me retiré absorto del consultorio al que había acudido, sin aviso, a buscar un sello que había olvidado. Conozco muy bien a la doctora, me consta su excelente trato, educación y compromiso con todos aquellos que diariamente y durante años acuden a ella en búsqueda de alivio a sus crónicos padecimientos.

Al cerrar la puerta, mi mente voló incontrolablemente hacia mi niñez y apareció esa frase de la boca de mi madre. “Mandale una carta a Evita, ella te la va a comprar” me dijo una fría tarde de invierno interrumpiendo con dulzura mi insistencia de pedirle a mi padre, entre llantos, una bicicleta, que hoy entiendo, lo laceraba la imposibilidad de complacerme.

Subí las escaleras del Hospital enojado y desorientado sabiendo que como su Jefe debía convocarla a mi oficina para pedirle explicaciones y que pese a todo el cariño que le tengo no podía dejar pasar lo que involuntariamente había presenciado, y así lo hice.

Cuando entró le ofrecí mi más cálida mirada pero sin dudar y en forma de reproche le pedí explicaciones sobre su inusual proceder.

Más relajada ahora, se acomodó en la silla y me dijo. “Conozco y trato a Manuel desde hace muchos años. Padece una enfermedad crónica por lo que habitualmente viene al consultorio en busca de las recetas para retirar su medicación. Cumple con exactitud todas mis indicaciones, toma su medicación ‘al pie de la letra’ y la sola posibilidad de tener que interrumpirlo le genera ansiedad, incertidumbre y porque no, cierto grado de agresividad que sólo la calma responsabilizando a quien tiene enfrente. La verdad Doctor es que me cansé”.

“Me cansé de los justificados reproches, no pocas veces dichos con prepotencia, que tenemos que escuchar a diario y de tener que “poner la cara” por los insensibles que nos gobiernan a los que poco les importa el sufrimiento ajeno.

“Cuando le dije Mandale una carta a Cristina«, fue un acto reflejo. Como le dije antes, conozco muy bien a Manuel, honesto trabajador, sin trabajo desde hace ya varios años, que defiende con uñas y dientes al actual gobierno. Le pido perdón doctor, no volverá a suceder. ¿Me puedo retirar?

No, respondí. Reflexionemos juntos de cómo debemos actuar en este tipo de situaciones. Sabemos que las corporaciones médicas, las sociedades científicas y las asociaciones profesionales han expresado su gran preocupación y alertado sobre situaciones inimaginables con consecuencias directas en la salud de la población.

Pues bien, nuestra palabra, la de aquellos que estamos en contacto diario con la necesidad y la incertidumbre que viven los pacientes, y con la que nos sentimos identificamos en primer lugar es mantener la tranquilidad, acompañar y solidarizarnos con sus legítimas demandas sin dejar que se afecte la relación médico-paciente y por otro lado, sin tregua, exigir a los responsables con toda vehemencia la pronta regularización del abastecimiento de medicamentos e insumos básicos imprescindibles para el normal funcionamiento del sistema de salud.

Evita en blanco y negro

Por unos segundos mi mente me llevó otra vez al pasado, a la fiesta que significaba “ir al cine” de la mano de mi mamá a la que tanto le gustaban las películas españolas y donde en el “Intervalo” proyectaban noticieros de propaganda donde se podía ver, en blanco y negro a Evita repartiendo desde un tren regalos para los niños, mientras saludaba entre aplausos a la población de cada pueblo que visitaba.

Inquieto, volví a la realidad, levanté la mirada y le dije, Antes de irte pero, sólo por curiosidad, ¿Que te contestó Manuel?

Doctora, dijo, me pegó en lo que más me duele, ¡ella no me va a responder! ¡Nunca será Evita! Mis recuerdos y la contundente frase del paciente confluyeron e impactaron centralmente en mi cerebro. El pasado glorioso volvía al presente, como una triste mueca. (Jackemate.com)

 

(*) Jefe del Servicio de Clínica Médica. Hospital Escuela Eva Perón

 

 

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