Hora local en Rosario:
Comparte este Articulo...

 

 

 

 

(*) Mabel Martínez

La alegría es una emoción esencial para nuestra vida, sin ella no podríamos vivir en comunión con nuestra familia, con amigos y con la vida misma.

En estos tiempos de tantos desencantos, de luchas por ser primeros y  ubicarnos en las altas esferas, de poseer dinero no importa cómo, de consumir impetuosamente lo  que se ofrece a través de todos los medios masivos de comunicación, de ciudades tomadas por los delincuentes y asesinos -los amos de la muerte-, de correr intempestivamente pisando a quien se interpone en nuestro camino, de tanto estrés, de incomprensiones, de profundos dolores que producen los desencuentros con los seres más queridos, la indiferencia por el otro.

¡Son infinitas las causas negativas que se han instalado durante este siglo XXI en nuestro país y, en particular, en la ciudad de Rosario, nuestro lugar en el mundo!

El sufrimiento se apoderó de nuestros corazones. La tristeza nos acompaña en cada tramo, en cada pensamiento, nos atraviesa el alma. La alegría es un propósito, atada, por ahora, con cadenas y lejos de liberarse.

Un oscuro panorama, real y pareciera inamovible. Las tensiones y preocupaciones impiden las ilusiones, los sueños y fundamentalmente  la confianza y la esperanza

La alegría debería convertirse en nuestro sustento diario como una de las tantas manifestaciones  de la fe. A partir de ellas, podremos construir un futuro, un mejor mundo.

Propongámonos reconocer estas situaciones. Recobremos el amor y el perdón. Ayudemos y dejémonos ayudar. La solidaridad es uno de los cimientos más importantes para tener una sociedad más justa. No nos lastimemos más. Curemos aquello que lo observábamos como imposible de sanar.

¡Cuántos tropiezos! Necesarios para aprender y valorar.  Los hombres siempre estamos en la búsqueda de la felicidad. Hoy sólo es una invocación desesperada, aunque es innato en ellos procurarla.  Esta pugna entre el fin y la verdad aumenta la tristeza, la amargura y nos hace caer en resentimientos profundos. De allí el refugio en el alcohol, las drogas y finalmente una estrepitosa caída sin regreso.

Si asumimos que la alegría es una expresión de la felicidad, nos damos cuenta de que se vincula con aceptar lo que tenemos diariamente sin descuidar la posibilidad de transformación. La resiliencia y el cambio traen aparejado el hallazgo de la alegría.  Depende de una gran metamorfosis, valentía, una contienda y convencimiento para lograrla.

En la actualidad, en medio de un estado trágico, del que somos testigos, la alegría que deseamos alcanzar y adquirir no es imposible ni utópica.  Nosotros decidimos porque ella es interna y se relaciona, y lo subrayamos, con nuestros pensamientos y nuestras emociones internas. Así, ante cada hecho fatídico o desgraciado se puede revertir y sobrellevar con dignidad y esperanza.

En este presente tan complejo, la demanda de todos por ser felices requiere de una disposición personal “de ser alegres” para transmitir y contagiar a nuestros semejantes. Al mismo tiempo debemos sostener esta actitud ante los avatares del diario vivir. Como dice el escritor español Ramón Pérez de Ayala, “Gran ciencia es ser feliz, engendrar la alegría, porque sin ella, toda existencia es baldía”. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciada y Profesora en Letras – mabelmarga13@gmail.com

 

 

Déjanos tu Comentario
Comparte este Articulo...