Creo en la influencia que las actitudes de personas socialmente destacadas tienen sobre las conductas de los ciudadanos, en particular las conductas de los gobernantes
Desde hace más de 10 años, Argentina tiene un Gobierno que promueve piquetes, maltrata verbalmente a sus adversarios y ‘fogonea’ escraches; alienta las barras bravas y otros grupos violentos; apaña a los delincuentes e incluso los usa políticamente; no se preocupa de poner límites al narcotráfico; incumple la ley y atropella las instituciones de la Republica.
También desoye los fallos de la Justicia, destrata públicamente -y por cadena nacional- a particulares que emiten una opinión contraria a sus políticas, utiliza a organismos del estado para perseguir a disidentes, discrimina entre adeptos y opositores en la asignación de la pauta publicitaria oficial, utiliza la agresión verbal concertada de sus funcionarios e integrantes de sus organizaciones para escarnio de quienes se expresan ideas alternativas a su versión de la historia y de la realidad, y opera sobre miembros del Poder Judicial para premiar o castigar sus procedimientos en función de sus intereses.
Además, ha provocado una profunda división entre los argentinos alentando viejas disidencias, creando tensiones, despertando envidias, alentando resentimientos y dando vía libre a los enfrentamientos.
No ha llevado adelante ninguna política que atempere los ánimos y promueva la concordia entre los argentinos.
Ante este ‘collage’ de violencia que se derrama desde las más altas investiduras del Estado no puede esperarse menos que una efusión de violencia en la sociedad, especialmente de parte de ciudadanos con menor conciencia moral y, en consecuencia, menor respeto por la vida propia y ajena.
Creo que es momento de que el hombre común tome protagonismo y se comprometa en una acción de acercamiento, reencuentro, perdón y sanación de las heridas.
Inaugurar una nueva etapa de respeto mutuo, promoviendo nuevos paradigmas de convivencia y solidaridad, asumida e impulsada por todos los ciudadanos, incluyendo, según palabras recientes del Papa Francisco, “perdón de las ofensas y reconciliación auténtica”. (Jackemate.com)
(*) Docente especializado en seguridad