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Aun admitiendo la frágil hipótesis de que ciertos prelados de la Iglesia Católica -acaso más anclados en viejas fórmulas teológicas o en asuntos de administración interna- desconocieran lo que piensa gran parte de la actual feligresía en materia de crisis familiar y praxis en temas que hacen al matrimonio, la procreación y la disciplina sacramental, no sería pensable que ese panorama escapara a un obispo que durante años recorrió las calles y los barrios de una urbe, visitó sus parroquias e instituciones, y escuchó a miles de personas de las más variadas condiciones

Es el caso de Jorge Mario Bergoglio, hoy el papa Francisco. Entonces, a las puertas de dos sínodos sobre la familia -el que se realizará en octubre de este año y el de 2015-, ¿por qué ahora Roma dice que la adhesión a la Iglesia atraviesa por un momento de conflicto? ¿Y por qué, además, propuso a fines del año pasado una encuesta en todas las diócesis del mundo?

Si Bergoglio conoce la realidad de las personas y las dificultades que pueden ofrecer las instrucciones morales de la Iglesia tal como se siguen enseñando desde hace décadas, en una virtual ruptura entre la enunciación y su aplicación en cada caso, ¿por qué propone un relevamiento de la opinión de los episcopados y del laicado en todos los países? ¿Es una estrategia? ¿Cuál?

En un reciente libro que lleva el sugestivo título de ‘Francesco tra i lupi’ (Francisco entre los lobos), en clara alusión a las dificultades encontradas con algunos exponentes de la curia romana y en ciertos sectores ultratradicionalistas, el reconocido vaticanista Marco Politi sostiene que el actual pontífice necesita construir su propio "partido"; es decir, un sector de pensamiento y decisiones en la jerarquía que le permitan llevar adelante lo que muchos denominan su "revolución".

Para el autor, se dan cita en la personalidad de Bergoglio una actitud de ternura que gana a las multitudes y un claro instinto político. "Es perfectamente consciente -escribe- de cuánta resistencia y oposición encontrarán las reformas que proyecta para la Iglesia."

Y si se extiende el análisis al contexto internacional, tal como plantea otra obra que acaba de aparecer (La sorpresa del papa Francisco, del historiador y dirigente católico Andrea Riccardi), los matices de la época se acentúan por las implicaciones geopolíticas.

Escribe el autor que se trata de grandes cambios: "Los de un mundo que ya no tiene su centro en Europa y en el cual los Estados Unidos no son la gran potencia hegemónica, y un cambio de mira hacia universos en los cuales el cristianismo está menos presente, como el chino o el indio".

Por eso, la auto referencialidad tan denunciada por Francisco es, para este intelectual, un aislamiento aparentemente confortable, cuando en realidad la pobreza predicada por Bergoglio supone "salir a los caminos de la trashumancia humana; encontrar, dialogar, acompañar, comprender, comunicar el Evangelio; no renunciar a ser un pueblo de creyentes".

Quizás una clave de interpretación la haya ofrecido el mismo Francisco en la muy difundida entrevista concedida a Antonio Spadaro, director de la prestigiosa revista de los jesuitas ‘La Civiltà Cattolica’, cuando admite que es furbo, es decir: listo, astuto.

Se tiene la impresión de que este hombre percibe frente a sí un acotado horizonte de expectativas y quiere llevar a cabo su misión con el mayor vigor y en los tiempos más breves. Por eso el diagrama de las prioridades, de los cambios y de los acentos es sumamente importante. Y, en ese sentido, ciertos gestos valen más que una encíclica.

No será fácil en un futuro pretender recuperar boatos y protocolos que ya han quedado, de hecho, extemporáneos y ajenos a la sensibilidad mayoritaria. Los discernimientos pastorales están ganando un terreno que no tenían junto a los enunciados doctrinales.

La preocupación por alcanzar las periferias existenciales deja de lado formulaciones escolásticas y matices litúrgicos sofisticados o de significado hoy poco comprensible para la sensibilidad contemporánea.

De todas maneras, el acento tan claro puesto en la atención pastoral de los problemas (como en este caso los de la vida familiar) conlleva una inevitable pregunta que se plantean muchos entendidos: ¿habrá actualmente una doctrina sólida capaz de sustentar las necesarias nuevas respuestas pastorales o se está ante dos ámbitos de difícil vinculación, a veces aparentemente contrapuestos?

A propósito de la encuesta para el sínodo, el teólogo argentino Gustavo Irrazábal se interroga: "¿Qué sucederá, por ejemplo, si se manifiesta un extendido rechazo a la enseñanza sobre la anticoncepción? ¿Se podrá aducir que es un problema de los fieles y no de la doctrina?".

Al mismo tiempo observa que entre "cambiar" y "dejar todo como está" hay otras posibilidades, como "precisar, refinar, equilibrar, reformular".

Por su parte, y con una dimensión más sociológica, la teóloga brasileña María Clara Bingemer, luego de recordar que la Iglesia siempre vio en la familia una de sus grandes esperanzas para la evangelización y la formación de personas y mentalidades, señala que también deposita en ella "gran parte de sus expectativas en cuanto a la transformación de las estructuras injustas de la sociedad".

Si la familia "existe en el mundo y para el mundo", hay que apuntar al diálogo, aun cuando se presente complejo.

Un comprometido dirigente católico europeo anota que ciertas desprolijidades y falta de enlace entre las instituciones de la Iglesia que deberían ocuparse de coordinar la preparación de este sínodo "sea quizá el precio que hay que pagar por el tsunami que significa el Papa argentino en los palacios vaticanos".

En otras palabras: Francisco trata de ganar tiempo y terreno sin conceder demasiado a la burocracia, uno de sus enemigos.

El arzobispo y teólogo italiano Bruno Forte, designado por el Papa como secretario del sínodo, resalta que se trata de "comprender cómo anunciar el Evangelio de una manera eficaz a las familias en el tiempo que nos toca vivir, signado por una evidente crisis social y espiritual".

En este sentido, recuerda que el Papa insiste en "la misericordia divina y la ternura en relación con las personas heridas, en las periferias geográficas y existenciales".

El sínodo se desarrollará en dos etapas: una primera, más deliberativa, durante este año, y otra, más declarativa, durante 2015.

Todo parece indicar que el primer encuentro por realizarse en octubre será el momento de abrir, no sin alguna turbulencia, los debates muchas veces ignorados o temidos por la jerarquía.

El año próximo, ya más serenadas las aguas, será el momento de las decisiones, que tendrá ciertamente una dimensión más amplia y propositiva sobre todo lo que significa la familia para la Iglesia. (Jackemate.com)

 

(*) Director de la revista ‘Criterio’  

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