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Por Miguel López (*)

Alcanzar el dominio eficaz de la comunicación pone en condiciones de modificar la propia experiencia del mundo y actuar en consecuencia. Todos albergamos sueños e ideas diferentes acerca de lo que nos gustaría hacer de nuestras vidas.

Cuando contemplamos que determinados sueños de la gente se hacen realidad y otros se destruyen, nos lleva a pensar y trabajar la forma de transmitir ciertas experiencias de motivación, resolución de conflictos y negociación como puente para que personas comunes hagan cosas extraordinarias.

Reflexionando llegamos a la conclusión de que en la sociedad industrial el motor fue el dinero; en cambio, en la era de la información, el impulsor, el poder, se encuentra en el conocimiento.

Se observa claramente un mundo donde emerge una estructura de clases donde la división se hace entre quienes tienen información, y los que se ven obligados a actuar dentro de la ignorancia.

La nueva clase dominante obtiene el poder no del dinero ni de la propiedad de la tierra, sino del conocimiento, pero incluso en la era de la informática, el estar informado y tener una mente flexible sólo es el principio.

El conocimiento es sólo poder en potencia, dado que poder en su definición literal es “capacidad para actuar».

Lo que realizamos en la vida está determinado por la manera en que nos comunicamos con nosotros mismos, es lo que nos representa, nuestra manera de movernos de utilizar el cuerpo, las expresiones faciales, lo que está determinado por la cantidad de conocimiento que aplicamos.

Formas de comunicación

Todos nosotros producimos dos formas de comunicación que configuran nuestras experiencias vitales. En primer lugar, una interna (parte de nuestro cerebro de habla a la otra parte) que hace que nos representemos, digamos y sintamos en nuestro fuero interno (el darse cuenta interior). En segundo lugar, construimos y experimentamos, lo sepamos o no, la comunicación externa.

En el mundo externo nos comunicamos por medio de palabras, entonaciones, expresiones faciales, posturas corporales y acciones físicas, y como la comunicación es poder, quien alcance el dominio eficaz de ella está en condiciones de modificar su propia experiencia del mundo y actuar en consecuencia para provecho mutuo.

Quienes influyen en los pensamientos y acciones de la mayoría de nosotros son aquellas que saben cómo utilizar esas herramientas de poder.

Pensemos en todas las personas que han cambiado nuestro mundo: San Martin, Gandhi, Martín Luther King, Winston Churchill, la Madre Teresa, etcétera, lo que tuvieron en común estas personas es la maestría de la comunicación, motivación, resolución de conflictos y negociación.

Todos ellos fueron capaces de llevar su visión y sus sueños comunicándolos a todos los demás con tal coherencia que les permitió influir en los pensamientos y acciones, y con este poder para poder comunicarse bien cambiaron el mundo.

Es por ello que el dominio que se tenga de la comunicación hacia el mundo externo determinará el grado de éxito con los demás en los aspectos personales, emocionales, sociales y económicos.

Pero así también del resultado de cómo en la comunicación consigo mismo será el grado de armonía, la alegría, el éxtasis, el amor y los deseos que tengamos. (Jackemate.com)

 

(*) Psicólogo – mlopezbel@gmail.com

 

 

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