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Por Oscar Raúl Schiappapietra (*)

Nuestras instituciones las heredamos de España, esos son nuestros cimientos, y si bien no es cuestión de llorar por la leche derramada, es bueno saber que parte de la herencia es determinante aún hoy de nuestro presente, ya que sólo reconociendo el problema podremos encontrar una solución duradera.

De lo contrario, nos podría pasar como en el siglo XIX en él que una conjunción de factores como apertura de grandes tierras cultivables, gran crecimiento de la población que generó saldos agrícolas exportables, invención de la cámara frigorífica que permitía embarcar “carne conservada”  en lugar de salada.

Eso, más la rapidez del nuevo barco a vapor, permitió que la carne llegara a Europa apta para consumir, y fundamentalmente por falta de competidores entonces en nuestros productos exportables.

Esas fueron nuestras ventajas comparativas que nos llevó a un rápido y sostenido crecimiento mientras las condiciones no variaron, tiempos en los que en Europa se decía “rico como un Argentino”, no por lo que verdaderamente era el país, sino por el dispendio que hacía su clase empresarial de las ganancias rápida y fácilmente obtenidas, pero cuando variaron dichas condiciones quedó expuesta la flaqueza de la economía y del proyecto de Argentina como nación.

Fue en esa época que nos visitó para los “fastos del Centenario” el poeta indio Rabindranath Tagore, quien en su libro “Carta a un amigo” cuenta que «el rápido contacto que he tomado con América del Sur (se refirió a nosotros) no es satisfactorio. Aquellas gentes han llegado muy súbitamente a una gran prosperidad sin haber tenido tiempo de descubrir su ser … Llegará un día en que agotarán las fuentes de su opulencia, y entonces la esterilidad de su espíritu aparecerá en toda su pobreza, privada de ornamentos serviles».  Era la época de “tirar manteca al techo”.

Comparemos la actitud de esta clase empresarial autóctona, con lo que hizo España y EE.UU.  España durante siglos combatió a los musulmanes, era por tanto una sociedad de frontera, donde los españoles se dedicaron a la guerra, mientras que los que se dedicaban a la industria y comercia eran los judíos y musulmanes, los que fueron expulsados a partir de 1492, por lo que –motivado en el fanatismo religioso- se quedó sin el grupo social que era el motor de los ingresos del país.

Las distintas colonizaciones en América

Una vez conquistada América, dedicó los ingresos provenientes de ella, a la riqueza, la pompa y la guerra (muchas de ellas religiosas), no produciendo nada de lo que consumía, ya que salvo la producción de barcos, todo lo importaba, demostrando también la falta de habilidad para la producción, típica actitud del “hidalgo”.

Tanto era el gasto que a pesar de la Plata y el Oro que llegaba de América, que durante el reinado de Felipe II se declaró tres veces en cesación de pagos (1557, 1575 y 1597), es decir, siendo la más rica del mundo, gastando más de lo que le ingresaba terminó siendo pobre.

Migración de hombres solos

España en América aplicó este esquema, migración de hombres solos (10 a 1 mujer) que venían a hacer fortuna, escasísimos lugares de enseñanza tanto que en nuestro territorio había una sola imprenta (la de los Jesuitas en Córdoba), no había talleres ni fábricas porque tampoco los había en España, la educación estaba en manos de la Iglesia Católica, que en Europa como en América aplicaba con mano dura la Inquisición prohibiendo la importación de libros incluidos en el “index”, que eran los provenientes de los países protestantes, que eran a su vez los que estaban a la cabeza de la ciencia del mundo.

Al contrario, en EE.UU. la migración fue de familias en lugar de hombres solos, la alfabetización era muy alta ya que había muchas imprentas, siendo traídas las primeras por los propios colonos, la Biblia se publicaba en el idioma inglés y era obligatoria su lectura.

El clima frío –antes de la conquista del Oeste- limitó la producción de alimentos, y siendo la tierra en pequeñas las parcelas casi gratis desde la colonia, más la falta de mano de obra, hicieron que los salarios fueran altos y la contratación de trabajadores dificultosa, por lo que todas las granjas tuvieran un taller propio.

Para la independencia (1776) había cerca de doscientas forjas de hierro y sólo Gran Bretaña, Suecia, Francia y Rusia superaban su producción.

Para cuando el Sur de EE.UU. (su actividad eran las plantaciones rurales como en el resto de Latinoamérica) entró en guerra con la Unión en 1861, la producción de armas de fuego en el norte superaba a la de la Confederación por 32 a 1.

América del Norte y sus colonias

Las colonias de América del Norte tuvieron la ventaja de la cultura anglosajona. Gran Bretaña era la cabeza del mundo y los inmigrantes británicos llevaron consigo sus conocimientos y su organización social.

Los alemanes y holandeses también contribuyeron invitados por los cuáqueros de Pensilvania con los que compartían la misma fe.

Por eso cuando comparamos dos sociedades en un momento histórico (Argentina y EE.UU. en fines del siglo XIX y comienzos del Siglo XX) debemos hacerlo mirando debajo de la superficie, buscando los cimientos de cada uno, donde encontraremos las verdaderas diferencias que explican sus diferentes comportamientos a posteriori, y fundamental para ello es referirnos a la Educación y al Reparto de tierras como veremos más adelante. (Jackemate.com)

 

(*) Abogado – oscar_ors@hotmail.com

 

 

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