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Por Mabel Martínez (*)

Para ‘Patito’, mi amiga del alma

Desde nuestra perspectiva, resultado de recorrer el viaje de la vida, nos creemos con cierta competencia para abordar un tema complejo, discutido y hasta desestimado por algunos: la experiencia. ‘Lo importante no es de dónde se procede, sino el camino que se ha recorrido” Yasmina Khadra

La palabra experiencia proviene de la voz latina experientia (traducible como “prueba” o “ensayo”), vinculado con peritia (“ser experimentado”) de donde proviene nuestra palabra “pericia”, y también con “experimento”.

Un concepto no academicista sostiene que la experiencia es el conocimiento o las vivencias obtenidas por medio de la observación o participación en distintos eventos. Más simple, es la suma total de lo que una persona vivió, sintió y aprendió a lo largo de su vida.

Ciertos estudiosos, desde una postura empírica, dicen “Generalmente, cuando hablamos de experiencia nos referimos a un tipo de conocimiento que tiene que ver con lo procedimental (o sea, cómo hacer algo) en lugar de con lo factual (o sea, qué cosa es algo), y que, por ende, se obtiene a través de la vivencia directa, en lugar de a través del estudio y la abstracción”

Este planteo nos lleva a uno de los problemas preocupantes de los filósofos cuando se preguntan qué es y de dónde proviene el conocimiento. Las propuestas son de gran diversidad. Y es en la experiencia donde los empíricos ubican ese origen. Muchos creen que la génesis del conocimiento es la razón.

En la actualidad la filosofía, en general, considera que el conocimiento se genera tanto en la experiencia como en la razón. No es el propósito abordar las problemáticas de esta disciplina. Para nosotros la experiencia es una fuente privilegiada.

Es claro que esta palabra tiene una gran variedad de significados y usos , según en el contexto en que se utiliza. Por ejemplo, se puede referir a experiencias relacionadas con el estudio, el trabajo, el deporte, con distintas edades, en las empresas, como usuarios de variados instrumentos, con respecto al género,  la cotidianeidad y otros. Cada vivencia que procesamos conscientemente es una experiencia.

Examinaremos, sin particularizar, a todos nosotros como seres que van acumulando experiencias, algunas cotidianas, que modelan nuestra existencia y construyen una ideología frente al mundo. Hay situaciones que trascienden lo cotidiano y transforman el camino hasta el final.

Un país tiene una historia, un cúmulo de experiencias de sus habitantes de épocas diversas, de aprendizajes, de las consecuencias de los comportamientos personales que marcaron la evolución. Es decir que la multiplicidad de experiencias ha conformado este presente que vivimos.

Las experiencias son las hacedoras de nuestros cambios vitales. Algunas son más fuertes que otras. No se borran, dejan señales mínimas o latentes para enfrentar determinados hechos.

Sabemos que son únicas en cada ser humano que busca continuamente nuevas circunstancias, para experimentar, crecer, aprender, tomar nuevas decisiones. En ocasiones, surgen temores y nos detenemos desafortunadamente sin avance personal. Hay momentos que espontáneamente nos encontramos frente a causas inesperadas que nos enseñan variantes de aquello que esperábamos.

Es necesario profundizar este tema. Obviamente la experiencia es subjetiva. Entonces parecería que es intransferible. Las vivencias están determinadas por condicionamientos de la historia de los sujetos.

De todos modos, podemos, compartiéndolas,  ayudar a otros a pensar y a reflexionar… Es indiscutible que el aprendizaje personal es el mejor. Sin embargo, ese aprendizaje puede ser diferido a muchos y cambiar hasta el rumbo de sus vidas.

‘Cuando has vivido y la vida te ha dado una experiencia, sea buena o mala, llega un momento en que debes transmitir lo que sabes.”

El escritor chileno-francés L. Jodorowsky expresa, desde nuestro punto de vista, acertadamente la importancia de compartir las experiencias.

Las experiencias dan lugar a la aceptación de nuestras fallas, errores, criticas, equivocaciones y así poder crecer y desarrollar capacidades y destrezas para encarar y asumir situaciones similares o más complejas.

Voltaire decía que alguien inteligente aprende de la experiencia de los demás. Y esto se puede proyectar a cualquier ámbito. El intercambio de ideas con la familia, amigos, compañeros que han vivido ciertas experiencias concretas permiten tomar decisiones o medidas más acertadas.

En tiempos de tanta ebullición e incertidumbre como los que atravesamos a diario es muy positivo compartirlas evitando malos momentos y posibles actitudes negativas soslayando circunstancias graves.

Con el paso del tiempo nuestra vida es el producto de una gran cantidad de prácticas o habilidades otorgadas por comprobaciones empíricas.

‘Se sabe más del camino por haber viajado en él que por todas las conjeturas y descripciones del mundo” William Hazlit.

Nuestra existencia es una cadena cuantiosa de vivencias que nos enseñan y proporcionan, en muchas situaciones, una enseñanza, también para nuestros semejantes, aunque se resistan a admitirlas o aceptarlas. (Jackemate.com)

 

(*) Prof. Lic. Mabel Martínez – mabelmarga13@gmail.com

 

 

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