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Por Mabel Martínez (*)

Durante el año finalizado, los ciudadanos de a pie tuvimos sensaciones encontradas y fuimos cayendo, de a poco, en enredos, incredulidad confusiones y mayores dudas.  Desde el principio del 24 apremiaban las vacilaciones, titubeos e incertidumbres. Aún hoy continúan las voces que reniegan de la estabilidad democrática. Y con esa espada de Damocles transitamos.

Siguieron la aprobación de leyes. ¡Cuántas discusiones y negociaciones turbias! Desregulaciones y regulaciones. Si nos referimos a la justicia, sabemos que en nuestro país está intrincada, atrasada e ‘injusta’.

La tecnología reina absoluta del mundo parece entorpecer, en muchas cuestiones, el hacer diario. Mientras avanza la inteligencia artificial, todavía, por ejemplo, debemos resolver trámites en forma presencial, cuando ‘online’ o telefónicamente nos apabullan con tantos datos encadenados, inconducentes y sin resultados.

También podemos mencionar los artilugios recurrentes para conseguir aprobaciones. Ya nos confunden con lo legal y la ignorancia de las leyes. El uso de un lenguaje abusivo y violento. El enfrentamiento discursivo constante entre autoridades gubernamentales, funcionarios, representantes elegidos por nosotros, los grandes engañadores, y los políticos en general. La lista es mucho más extensa.

La travesía anual fue enmarañada y embarullada. Nos preguntamos si asistimos a una etapa de transición. Nos respondemos tomando la idea metafísica con respecto al universo: el caos precede al orden. Anhelamos la estabilidad en todos los aspectos, la búsqueda de la sencillez y la simpleza para superar la complejidad como modo de vida de la corrupción.

La Justicia que sea transparente y sin vueltas para fijar las penas en el tiempo adecuado.  Dicen que comenzamos a transformar la cultura, la, economía, la educación. Tal vez se pueda visibilizar, adoptar y vivir en el 25 sin marañas.

Año nuevo, vida nueva

Dicho popular instalado universalmente en las sociedades. Significa que se produce un corte temporal, El ayer finalizó y se inicia un nuevo tiempo diferente al pasado, es decir al año que termina.

Una ruptura que acarrea, pareciera, una transformación en alguno o todos los aspectos de nuestro vivir. Obviamente es la necesidad que tenemos los seres humanos de aspirar a una mejora en general, de encontrar nuevos caminos, de lograr una economía, que se concreten sus ambiciones.

Pensamos que ese primer día del año es el día D y es el punto de partida para el gran comienzo de una etapa renovadora. Entonces nos referimos al tiempo, que es una categoría trabajada por disciplinas como la física, la filosofía, la lingüística, la gramática.

Lo podemos abordar como una convención para medir, secuenciar las situaciones y así se da en etapas como el antes y el después, de un año a otro. Su existencia se debe a la necesidad de fijar la duración de los hechos, de los períodos, de precisar los acontecimientos de nuestro diario vivir. (Jackemate.com)

 

(*) Prof. Lic. Mabel Martínez – mabelmarga13@gmail.com

 

 

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