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Es muy grato leer y  repasar  “Un mundo sin periodistas” de Horacio Verbitsky. Esta obra no debe ser considerada por los profesionales únicamente, sino valorada por el común de los ciudadanos neófitos en la materia. En él, el habitante nacional, podrá prestar atención como el tiempo surca el camino de la historia, pero las viejas mañas, humanas al fin, siguen permaneciendo

Este texto, correspondería ser de lectura obligatoria en los establecimientos educacionales de nuestro país, pero  tan solo después de profundizado reconocerán  que el poder sin distinción ideológica, siempre opondrá  resistencia  a la libertad de prensa.¿Repetimos? Sin distinción ideológica.

De ninguna forma es aceptable  imaginar  la censura según el cristal con se mire. No existe censura buena y en otra mala, la censura es única.

Como sabemos,  “Un mundo sin periodistas” es un brillante trabajo llevado a cabo durante la década del 90 en el cual se reflejan los incontables actos corruptos perpetrados por el gobierno de entonces.

Pero  claro, la vida nos da sorpresa y cuando se  conjeturaba que la ‘corpo’ política sería incomparable en el 2000 para adelante, ¡izás! nos comieron los albatros.

Porque quienes impugnaron, rieron y escarnecieron a los viejos actores inmorales de aquellos días y los supieron reflotar como un mal recuerdo del pasado, por paradoja del destino y  la suficiencia mediocre, con nuevas caras y nombres, surgieron otros cometiendo  los mismos pecados no  pudiendo ser exculpados por juventud o inexperiencia.

Esta problemática  no cansa  de multiplicarse a diario y cuando algún reportero  osa investigar y sacar los trapos sucios al sol, llegan las ofensas, las desmentidas, pero  ninguna acción judicial contra las pruebas expuestas.

Significado de periodismo

Es sano recordar el concepto de Verbitsky al explicar que "periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos.

Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros  en el zapato.

Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa, de la neutralidad los suizos, del justo medios los filósofos y de a justicia los jueces. Y si no se encargan, ¿qué culpa tiene el periodismo?”. Definición excelsa.

Resaltemos  las palabras del ensayista  muy a fin al poder actual cuando puntualiza: “periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda”. Más claro, agua.

¿Cuántos funcionarios fruncieron el seño y expresaron su enojo ante notas periodísticas clarificadoras de escenarios confusos por no decir rayando con el delito, afloraron en los últimos tiempos?

Cuanta importancia tiene la formación de nuestros representantes  políticos en un tema tan delicado como la libertad de prensa, para llegar a comprender a un periodista imposible de etiquetarlo de opositor destituyente  como se fórmula a diario, aunque con otros bufidos también lo denigraron allá a lo lejos.

Repasamos. Difundir algo que no quiere que se sepa es la tarea básica del periodista, pues así  y solo así el sistema democrático logra incrustarse a la conciencia social de combatir la pérfida podredumbre.

Días pasados, se escuchó  un  inaudito reclamo proveniente de  los dogmáticos de turno.  Irritados, crispados  contra los medios por ellos  mismos defenestrados, condenaban  la indiferencia de estos para publicar sus acciones públicas.

Sin embargo,  si se pudiera  transitar el camino de la reflexión, alcanzarían a incluir otra valoración de Verbitsky   cuando revela que  el periodista debe  “ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”.

Comentan que el ex presidente norteamericano Richard Nixon también se mostraba contrariado ante  la posición de los medios de divulgar sólo los acontecimientos negativos y al hacérselo saber a los cronistas, recibió como respuesta que se publicaba lo malo pues “su obligación como funcionario es hacer cosas buenas”.

Como se recordará renunció a la presidencia de Estados Unidos al denunciar el  periódico  Washington Post el espionaje dispuesto a la sede central del Partido Demócrata.

Cadena del desánimo

Ahora se escucha  esta nueva visión  burócrata. La prensa es administradora y apoderada de los hechos  generadores  de la desmoralización y el abatimiento.

Con un criterio a estudiar psicológicamente , se niega, se oculta  o responsabiliza a otros sobre propios  desaciertos  evitando asumir  consecuencias negativas que a la postre se pagaran. Esa displicencia para no   aprender sobre el fallo incurrido hará  que  ese punto de vista  se repita.

Adelantado en el tiempo y sin pensar lo que venía en el nuevo siglo, rebatiendo el criterio justificado al presente, el honorable Verbitsky da en el clavo al sostener  “el desánimo y el escepticismo no lo genera la prensa, sino el rol que en estos tiempos se reserva al sistema político.

La función de la prensa no es jugar a la realidad virtual ni propiciar paraísos artificiales. La esperanza no se recrea cerrando los ojos a los males que sembraron el escepticismo.

La información no es un privilegio de los periodistas sino un derecho de los pueblos y la mejor contribución al afianzamiento de una cultura democrática reside en decir la verdad de los  hechos”.

Siendo imposible evitar las comparaciones,  los problemas del ayer toman cuerpo hoy y de manera anticipada dejaba asentado que el agobio y el desengaño no lo generaba la prensa y su función fundamental no reside en fabricar un estado de fantasía, arquetipo ‘Disney World’ y tampoco escondiendo la cabeza bajo tierra como el avestruz negando  los trastornos que sembraron el escepticismo.

La prensa no orquestó que un integrante de la Corte Suprema Justicia de la Nación sea propietario de viviendas en las cuales se prostituían mujeres; o el narcotráfico haya penetrado en las entrañas de la sociedad y ahora reconozcan la imposibilidad de reprimirla, como tampoco todos los asesinatos cometidos por delincuentes contra niños, ancianos, embarazadas, malditos que perdieron todo principio de humanidad.

En fin, sin dudas más adelante continuemos con esta belleza literaria donde este adalid del progresimo enmarca a la perfección la noble tarea del escriba. Lo prodigioso es que su redacción fuera hecha en los noventa y pasado más de  veinte años, las reproches se reiteren y nadie tenga el suficiente donde gente para investigar su propio interior. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo de la UNR

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