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Cada jornada que transcurre resulta más complejo considerar la situación imperante en nuestro país, no por carecer  de herramientas para determinar los motivos, sino para descubrir una explicación sensata conducente a comprender las causas de una política de menosprecio hacia el pueblo argentino administrada desde el Estado en todos sus niveles

La multiplicación de acontecimientos salvajes, bestiales, nos deja atónitos. No escapa a este estado de conmoción ningún paraje del territorio nacional, por aislado que fuera, ni que contar el estremecimiento social en las grandes urbes.

La violencia edificada en el descontrol estatal, influyó en catapultar nuevamente a las “cadenas del desánimo” como graciosamente suelen etiquetar a los medios de prensa, como las casi exclusivas fuentes de recepción del tormento popular, resultando fácil percibir que, aun descubriendo el desinterés de los burócratas, no es suficiente motivo para activar la reacción de una corporación política apoltronada en sus sillones, que detenta un poder omnímodo en contra de quienes se pronunciaron en su favor en distintos actos eleccionarios.

No les importa el pueblo a pesar de los arengas. Transitan  todas las alternativas viables para hallar caminos a las próximas elecciones que les permita retener su bañado  poder en sangre de inocentes, dando la espalda   al convencimiento ciudadano que los sindica como  asociados a los profanadores de la ley.

Haciendo un fingido culto del resguardo de los Derechos Humanos, el respeto de estos se revela en una acción de nula objetividad. La desvergonzada imparcialidad, está dada en la autorizada aplicación destinada a los genocidas, pero no adaptable para quienes perpetran delitos sanguinarios, desde los reincidentes hasta los funcionarios que garantizan con su silencio la comisión de las agresiones contra la vida.

Se aprovechan porque se topan con una sociedad resignada a su muerte, no a su suerte.

La trágica ficción de la inclusión sigue dando réditos ¿Cuánto hace que se escucha  que la inseguridad se combate con inclusión, educación, vivienda, etcétera, etcétera, etcétera?

Y la respuesta también deja fuera de lugar ese cuento, porque consentir la concepción del vínculo violencia con pobreza, es etiquetar de manera insultante a todos los infortunados componentes de la base social.

Es bellísimo dar oídos a las estadísticas que apuntan a un descenso de la pobreza por el incremento de puestos de trabajo, pero nadie  nos revela entonces los motivos por los cuales no disminuyen los actos violentos.

Tampoco se escucha voz alguna que apunten las incitaciones para que los adolescentes no finalicen sus ciclos primarios y menos la escuela secundaria. Todo cuento tiene su final, salvo que lo inocentes lectores no crean lo visiblemente demostrado

En semejante condiciones, tampoco ningún partido del arco opositor se preocupó por la seguridad ciudadana. Son amantes de la teoría que hace del delincuente un mártir.

¿Acaso no se alarman en saber cómo es posible que en democracia se hayan multiplicado por miles las víctimas de la violencia pública? Si agregamos los muertos por inseguridad a los muertos por evitables delitos de tránsito. ¿Nadie de los tres poderes que nos gobiernan asume la responsabilidad de limitar el accionar de los marginales y la defensa de las víctimas, la mayoría proveniente de los sectores más vulnerables de la población?

El devenir de los hechos pone a prueba a la memoria. Mientras rigió los destinos del país el gobierno de facto, grupo de madres realizaban marchas  en búsqueda de sus hijos y el Estado de entonces disimulaba sus reclamos.

Hoy, incomprensiblemente los familiares de víctimas de los delincuentes alzan su voz en miles de marchas pidiendo justicia y el Estado democrático también oculta los gritos desesperados por el dolor y la impotencia.

La diferencia entre las víctimas entre ambos periodos radica que unos tomaron decisiones conscientes  a lo que se exponían, mientras los mártires actuales años, fueron sorprendidos sin defensa alguna, salvo que se le endilguen la responsabilidad de ser simple humanos que deseaban vivir. (Jackemate.com)

 

(*)Experto en seguridad urbana

 

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