Por Mabel Martínez (*)
Muchos estamos conmovidos ante el actual momento “revolucionario” surgido en este primer cuarto del siglo XXI, emanado de los grandes centros del poder. Quizás fracasaron y se agotaron los métodos de administración de lo público anteriores.
Nos enfrentamos, entonces, a grandes cambios de la cultura, de la historia mundial y sabemos que sus huellas dejarán una impronta significativa. Nos sentimos sumergidos en un espacio desconcertante y, cada día, nuestras certezas y convicciones con las que nos educamos y maduramos más devastadas, arrasadas, derruidas y desintegradas, donde se perdieron las reglas y se sustituyen por novedosas modificaciones fundamentales y convulsivas.
Más huérfanos, castigados, encerrados, llenos de esquirlas dejadas por las situaciones adversas. Todo acompañado por un lenguaje alejado de su bondad. Se borran los roles y cualquier persona se convierte en un igual sin importar si tiene o no investidura y autoridad. El mérito es una categoría desechable, el trabajo, un agobio y el sacrificio, una inutilidad.
Esta descripción del tiempo que nos tiene como actores, no pretende ser apocalíptica, aunque cercana. Nuestras formas de vivir y convivir van apareciendo como obsoletas. Algunos estudiosos comparan el hoy con hechos exponenciales, ocurridos en el siglo pasado como en 1968 y en 1989.
En la primera época, la Unión Soviética invade Checoslovaquia, se suceden las protestas en Estados Unidos por la guerra de Vietnam y, desde ya, el llamado Mayo Francés. También se encuentra analogía con lo acontecido en 1989: la caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS.Durante esos años asistimos a quiebres y rupturas fuertes, se percibía al mundo desde una perspectiva ideológica transformadora y la gente intentó asimilarse y adecuarse. 2025 presenta situaciones similares. Creemos que existen datos evidentes para vislumbrarlas y obviamente modificarán el funcionamiento del mundo.
A nosotros, experimentados y sufrientes testigos de una multiplicidad de hechos como dictaduras, injusticias y crueldades, héroes sobrevivientes de arduas y agotadoras crisis, nos cuesta abandonar el letargo por una cuestión de edad, sin embargo, aún tenemos propuestas y ganas de vivir en un ámbito distinto siempre en democracia y enarbolando las banderas de la justicia y de los derechos humanos.
Mario Benedetti dice “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron las preguntas”. Tal vez será necesario aggionarse o resistir ante la presencia del nacimiento de una nueva era. Es una cuestión inevitable e irrevocable. (Jackemate.com)
(*) Prof. Lic. Mabel Martínez – mabelmarga13@gmail.com