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Por Ricardo Marconi (*)

Puerto Príncipe, en criollo haitiano Pótoprens, capital de Haití, situada en el departamento Oeste, sede de la Archidiócesis de Port –au-Prince, ha tomado predicamento noticioso, a nivel internacional, como consecuencia de sucesos criminales que tienen como víctima a la iglesia católica.

En un territorio donde la mayoría de los habitantes son católicos, pero practican también el vudú, un culto que combina elementos del cristianismo primitivo, del catolicismo y de las religiones tribales de África occidental, una  pandilla retuvo  a sacerdotes, durante 19 días, a los que -en principio- les entregaron  todo lo que necesitaban: comida, artículos de limpieza personal y hasta Gatorade, pero con el correr de los días y, al no aparecer el dinero exigido, comenzaron a ser reducidas  las entregas de elementos como táctica y presión para que se efectivizara el pago.

“400 Mawozo” 

Los secuestradores se autodenominan “400 Mawozo”, quienes tienen 16 estadounidenses y 1 canadiense, en un país sufrido que viene soportando desastres naturales, agitación política, pobreza paralizante, con escasísimo trabajo e incremento de pandillas.

Con este terrible panorama, la iglesia católica se ha convertido, con el paso del tiempo, increíblemente, en un objetivo. Los responsables del secuestro exigieron 17 millones de dólares por la liberación de los capturados.

“Las pandillas están totalmente perdidas y desde principios de año ya secuestraron 40 miembros de la iglesia”, según Gèdèon Jean, director ejecutivo del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos.

La negociación se ha concretado a través de Cristian Did Ministeries, que ha dejado trascender que muchos sacerdotes “han sufrido violencia sexual y palizas”. En ese sentido se ha mencionado a cinco miembros del clero haitiano, una monja francesa y 3 civiles haitianos.

Sociólogos como Laënec Hurbon, de Haití, acuerdan en que “las relaciones sociales de Haití están rotas y organizaciones religiosas fueron acusados de abusos en los que fueron involucradas 130 víctimas por 60 millones de dólares como recompensas.

Descenso al infierno  

La Arquidiócesis de Puerto Príncipe aseguró que “los haitianos han descendido al infierno. Parte de la capital es una ciudad fantasma, donde ricos y pobres son secuestrados. No se salva casi nadie: ni vendedores ambulantes, escolares y como hemos dicho, los sacerdotes de menor jerarquía.

Muchos de los habitantes de los barrios alejados optaron por huir para convertirse en refugiados antes que convertirse en víctimas de gente armada y enmascarada en las carreteras.

Organismos de seguridad –de un Estado fallido, con pobrísima estructura-, admiten que los secuestrados en la periferia de las ciudades “son alojados en casas con piso de tierra y sin ventanas, para no ser detectados. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo Comunicación Política

 

 

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