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Por Carlos del Frade (*)

“El narcotráfico es un negocio, un peligroso medio de sobrevivencia para familias desesperadas y un poderoso mecanismo de control social y continental. La única posibilidad de crear un futuro distinto pasará por la voluntad política de generar un nuevo proyecto que rescate el sueño de los pueblos del sur de construir una existencia con justicia, en libertad e igualdad. Habrá que comprometerse existencialmente en la tarea de construir verdades, impulsar la unidad de las rebeldías y acompañar el proceso de la nueva conciencia política dramáticamente desaparecida del seno de nuestros pueblos. Nuestros pibes esperan por nosotros”, escribí en el epílogo de ‘Ciudad blanca, crónica negra. Historia política del narcotráfico en el Gran Rosario’. Era febrero del año 2000.

Un cuarto de siglo después, luego de escribir 14 libros sobre el tema, suscribiría cada palabra de aquellas ideas y sentimientos.

Este es el prólogo del tomo diez de la saga “Geonarco”, uno por año de los que llevamos en la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe, mientras gobernaba Miguel Lifschitz en el territorio y Mauricio Macri a nivel nacional; Omar Perotti y Alberto Fernández; y ahora Maximiliano Pullaro y Javier Milei.

De acuerdo a la Junta Interamericana de Fiscalización de Estupefacientes, dependiente de las Naciones Unidas, el narcotráfico mueve casi 600 mil millones de dólares y ese flujo incesante de dinero alimenta el cuarenta por ciento del sistema financiero mundial.

El capitalismo necesita del narcotráfico como también del petróleo, las armas, los medicamentos y la trata de personas, desde hace siete décadas. Tal como lo vienen diciendo desde las mencionadas Naciones Unidas al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación del Desarrollo Europeo.

Aquel libro, cuya parte del material se incluye en este volumen especial, nació de la denuncia de dos sacerdotes que no podían soportar que varios de los chicos que habían almorzado y merendado durante sus años de primaria en los comedores de sus humildes parroquias, apenas iniciada la adolescencia se mataban por tomar una esquina para vender cocaína.

Era el año 1998 y los curas, verdaderos cristianos comprometidos, Joaquín Núñez y Edgardo Montaldo, nos despertaron la urgencia hace casi tres décadas.

‘Ciudad blanca, crónica negra’ se vendió en los barrios y casi no tuvo difusión en los entonces grandes medios de comunicación de Rosario. Era una señal. Había conectado con algo que realmente sucedía en esos puntos de la geografía donde el perfil obrero, industrial, ferroviario y portuario comenzaba a ser despedazado por política económicas que convirtieron al segundo cordón industrial más importante de América del Sur, después de San Pablo, en el ex cordón industrial de Rosario.

Donde había talleres textiles y siderometalúrgicos, surgieron los agujeros negros de la desocupación y con ellos dos de los negocios de la economía ilegal pero que produce flujos de dinero fresco en cualquier latitud del planeta, armas y drogas.

Las privatizaciones del puerto rosarino y del Banco Provincial de Santa Fe coronaron una redefinición del negocio paraestatal y multinacional del narcotráfico.

El mismo puerto que asistió al primer envío de 200 kilogramos de cocaína el 24 de abril de 1978, ahora sería un sitio sin mayores controles y con poca gente; al mismo tiempo que el tercer banco estatal más importante de la Argentina, luego del Banco Nación y el Provincia de Buenos Aires, pasaría a manos de los hermanos Rohm, los mismos que acabarían muriendo en una cárcel de Estados Unidos por ser lavadores de dinero del narcotráfico. En ninguna otra provincia sucedió algo parecido.

Las viejas rutas procedentes de Bolivia y Paraguay, tanto de la pasta base de coca como de la marihuana, ahora tenían la posibilidad de generar una clase empresarial que buscaba en la financiarización de la economía una forma real, concreta y contundente de mezclar dineros sin detenerse en analizar el origen de los mismos. Como decía el ex presidente casi eterno de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona: “Acá no se pregunta por el origen del dinero”.

Esta secuencia histórica muestra la raíz y genealogía del negocio narco en la Argentina de fines del siglo veinte: desde arriba hacia abajo. No al revés. Por eso siempre que se muestra el resultado de la llamada “lucha contra el narcotráfico”, jamás hay allanamientos a bancos o empresas exportadoras sobre el Paraná, si no en los barrios estragados por la concentración de riquezas en pocas manos y la desigualdad, material, cultural y espiritual.

Los eslabones superiores no se tocan, si son modificables los inferiores. Caen los perejiles, las manos sucias; siguen invictos los guantes blancos, los grandes empresarios de varias caras.

Es la política de los Estados Unidos desde los años noventa en adelante: mano dura contra el abajo y mirar para otro lado cuando es preciso hacerlo hacia arriba.

Terrorismo de Estado

La doctrina de seguridad nacional que avaló el terrorismo de Estado en las naciones de Centro y Sudamérica en los años setenta, fue complementada y reformulada en los años noventa con la doctrina de seguridad continental. El enemigo ya no era el terrorista subversivo de ideas revolucionarias, si no el narcoterrorista.

Los ejércitos debían convertirse en policías nacionales para combatir al narcotráfico, produciendo miles de detenciones, muertes y desapariciones, pero ahora con la meta colocada en terminar con la violencia narco.

Doble negocio del capitalismo para las naciones del tercer mundo: flujo de dinero de fresco de abajo hacia arriba y control social, miedo sobre las nuevas generaciones para que nunca más se vuelvan revolucionarias como en los años setenta.

Eso está presente en la Argentina de 2025, un cuarto de siglo después del primer trabajo de investigación periodísticas que presentábamos acicateados por dos sacerdotes que hoy ya no están en estos arrabales del mundo, si no en algún lugar de la pampa de arriba.

En este viaje de un cuarto de siglo hemos aprendido a valorar las experiencias de otros lugares de la cápsula espacial, del planeta que todavía no está destruido del todo y hemos encontrado algunas lecciones cuyas matrices se impusieron en nuestra querida, resistente y siempre saqueada América del Sur.

La llamada Guerra del Opio le sirvió al imperialismo inglés del siglo diecinueve para utilizar el comercio de la droga y el consumo del pueblo chino a favor de los intereses de sus grandes empresas para quedarse con los puertos más importantes del fenomenal país asiático. Una vez más el doble negocio: político social y económico.

Cuando los ejércitos de Colombia, México, Brasil y Ecuador terminaron aceptando la política impuesta por los Estados Unidos, a través de la DEA, y convirtieron a sus fuerzas armadas en policías nacionales, el negocio del flujo de dinero del narcotráfico no paró nunca de crecer, como también dejaron de aumentar las muertes de gente sencilla, de personas del pueblo empobrecido. Eso es lo que el Gobierno de Milei, Patricia Bullrich y Luis Petri quieren imponer en la Argentina con el aval de gobernadores como Maximiliano Pullaro, entre otros.

Tanquetas para evitar el negocio, patrulleros inteligentes para cortar el flujo de dinero; es lo que nos dicen cuando anuncian los convenios con empresas que cada vez venden más tecnologías de seguridad a los estados provinciales y nacionales. Pero el ducto de dinero que está en los bancos no se corta ni con una tanqueta ni un patrullero.

A lo sumo puede suceder, como ha pasado en Argentina y Santa Fe en 2024, que se reduzcan los homicidios por el miedo que producen esas presencias armadas pero el negocio de millones de dólares no está en las esquinas físicas de la geografía de las grandes ciudades, si no en sus bancos, en sus empresas.

Redadas policiales en barrios marginales tras ¿bandas de narcotraficantes?

Y así como resultaría una necedad no reconocer la reducción de homicidios en 2024, tampoco es honesto no observar que las bandas narcopoliciales barriales siguen teniendo poder de fuego y poder económico y matan cuando quieren, como sucedió, dramáticamente, en marzo contra cuatro jóvenes trabajadores y en noviembre, en el doble homicidio de Andrés “Pillín” Bracamonte y Daniel ‘El Rana’ Atardo.

Hay bajas de homicidios y también densidades y nuevas configuraciones del negocio paraestatal y multinacional del narcotráfico.

En 2024 parece haberse consolidado la presencia de bandas regionales latinoamericanas en las provincias argentinas y eso genera que pandillas que hasta hacía tres años trabajaban en algún barrio de Rosario, Santa Fe o San Lorenzo, ahora se ubiquen en localidades más pequeñas y su labor consista en guarecer cargamentos que después se irán por los puertos del Paraná a distintos lugares del mundo.

Traslado del control policial de puertos a empresas privadas

La nueva privatización anunciada de los servicios de dragado, balizamiento y peaje del Paraná sin aval del estado nacional, supone el traslado del control de policía sobre cargas y descargas a las empresas, la mayoría de ellas multinacionales, presentes en los 79 puertos de las siete provincias que orillan con las aguas marrones del río 14 en el mundo y por el cual sale nada menos que el 80 por ciento de las exportaciones argentinas.

Los llamados narcos de finales de los años noventa del siglo veinte, presentes en aquel libro del año 2000, parecen tener pocos contactos con las nuevas generaciones de muchachos nacidos en 2006 y que aparecen en las audiencias imputativas del Centro de Justicia Penal rosarino.

Hay nuevas configuraciones, densidades parecidas y el permanente flujo de dinero ilegal que es consecuencia de la economía ilegal, la llamada economía “informal” pero que contiene al cincuenta por ciento de la población, no solamente santafesina en particular, si no argentina en general.

En la Argentina crepuscular de 2025, la verdadera lucha contra el narcotráfico es la pelea contra el capitalismo y su ferocidad.

Este volumen 10 de geonarco, titulado “Cancha grande y densidades”, rescata parte de esta recorrida de un cuarto de siglo para construir un conocimiento que permita un humanismo beligerante y una nueva matriz de pensamiento emancipador.

No basta con bajar los homicidios en los barrios, si no recuperar esos barrios a través del trabajo, la educación, la cultural, el deporte y la alegría.

Para que la vida, una vez más, sea la celebración de todas las personas y no la propiedad privada de aquella que la pueda comprar. (Ape/Jackemate.com)

 

 (*) Periodista – Escritor – Diputado Provincial por Frente Amplio por la Soberanía

 

 

 

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