Por Ricardo Marconi (*)
A principios del 2000, cuando Vladimir Putin llegó a la presidencia interina de Rusia, la ex secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright, en período 1997/2001, fue la primera funcionaria estadounidense en reunirse con él.
El Gobierno del presidente norteamericano Bill Clinton, al que respondía Albright, en esos momentos no poseía mucha información de Putin. Sólo sabía, entre otros datos, que había formado parte de la KGB, el servicio secreto soviético.
La primera evaluación
Como ocurre habitualmente entre los estamentos diplomáticos, la primera entrevista es crucial para evaluar la contraparte y era la oportunidad que tenía la exfuncionaria para considerar debidamente, desde el aspecto personal, las razones por las cuales Putin había ascendido repentinamente y para normalizar las relaciones en las dos potencias, deterioradas por la guerra de Chechenia.
Albright, al principio, lo consideró diferente de su predecesor Boris Yeltsin –un grandilocuente y prepotente-, ya que Putin se mostró en ese primer encuentro como un individuo “falto de emociones y poco expresivo sobre los rebeldes chechenos”.
Es más, la norteamericana lo habría juzgado como un reptil, sorprendido por la caída de toda la Unión Soviética, tras los sucesos de la caída del muro de Berlín, aunque trascendió que le dijo a ella que estaba “decidido a restaurar la grandeza de la Unión Soviética”. Lo curioso del encuentro, fue que, a pesar de la frialdad del diálogo, el mismo se extendió por casi tres horas.
El manual de Stalin
La ex secretaria de Estado, luego de la reunión, habría considerado que Putin se manejaría en el tiempo con “un manual” hipotético de Stalin en su accionar político para cooptar y aplastar a sus potenciales competidores, mientras le urgía tomar posición política sobre las diferentes cuestiones que se le presentarían en el futuro.
Lamentablemente, la ex secretaria de Estado de EE.UU. no se equivocó en sus primeras observaciones. Putin, considera actualmente a la condición de Estado de Ucrania “como una ficción” y ello fue usado en febrero pasado, junto a otros elementos, como un pretexto para decidir la invasión.
Mientras trascendió que lucha en lo personal, físicamente contra una enfermedad, presiona a los militares a su cargo que tomen definitivamente la zona del Dombás antes del 1º de julio y comenzó a expulsar del generalato, a quienes no obedecen sus órdenes.
La representante de Clinton en la reunión que nos ocupa, también comunicó a sus superiores que consideraba a Putin como un “cínico con ansias de poder, no obligado a decir la verdad” y que dejó subliminalmente expresado su interés en expandir el poder militar y económico ruso, debilitando a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y haciendo lo posible por dividir a los gobiernos de Europa.
Y si extrapolamos la reunión enunciada, surge actualmente que a Putin le agradan las diferencias con Estados Unidos y para ello se vale de Ucrania, aunque invadiéndola, por sus consecuencias directas, haya quedado diplomáticamente y económicamente aislado y sumamente debilitado, a la vez que estratégicamente vulnerable frente a una Alianza unida.
Es tal su preocupación en lo interno –Rusia-, que insiste en su reclamo sobre Crimea, a la que tuvo el atrevimiento de reclamarle que deponga el uso de sus armas avanzadas, lo que no ha logrado al momento de concretarse esta columna, ya que la resistencia es en las calles y casa por casa, mientras la siembra de cadáveres se multiplica demencialmente.
La oligarquía rusa comenzó su resistencia
Los oligarcas rusos, que forman parte de su estrecho círculo de “complicidades corruptas”, estarían pensando -aunque con un terror instintivo interno a morir-, en desafiar el liderazgo de Putin.
Algunos de estos dueños del poder económico ya decidieron escapar de Rusia, ya que estiman que la guerra en la que se enfrascó Rusia es “un hecho catastrófico que está desangrando al país, está agotando sus recursos económicos y está destruyendo miles de vidas jóvenes, a lo que se suma que Europa activó su independencia de la energía soviética, mientras la OTAN refuerza su frente oriental con el aporte de fuerzas permanentes en los Estados bálticos: Polonia y Rumania, estados a los que el presidente Joe Biden aportó ayuda de distinto tenor.
La anexión de Crimea por parte de Rusia está generando un escenario complementario más sangriento, que supera ampliamente a las pérdidas humanas generadas por la desafortunada invasión rusa a Afganistán., en la década del 80.
La oportunidad de ampliar el expansionismo de Putin debe ser frenada con un mayor aporte militar y económico a Ucrania, “ya que –según la ex secretaria de Estado-, no admitirá su error, a pesar de haberse convertido en un dependiente de China, al perder la prosperidad que pudo darle el aporte de Occidente.
“Si Putin se siente arrinconado, él es el único responsable”, sostiene actualmente Albright, quien concluyó: “Al presidente de la Federación Rusa sólo le interesa vivir en un mundo multipolar, pero eso no significa que las potencias más grandes tengan derecho a dividir el mundo en esferas de influencias.
Ucrania tiene derecho a su soberanía, sin importar quienes sean sus vecinos, estimó la ex funcionaria política, la que concluyó: “Existe una clara diferencia entre un mundo gobernado por un Estado de derecho y otro que no responde a ninguna regla”.
Reclamos
Moscú reclamaba antes de invadir –y aún lo hace-, la desmilitarización de Ucrania y otros países del este europeo, mientras que Estados Unidos tiene claro que no permitirá la instalación de misiles en esos países y está dispuesto a resistir con determinación la posibilidad de que se intente poner en funcionamiento una crisis como la que se originó con Cuba en 1962.
Me dicen que Sergei Rimabkov, viceministro de exteriores ruso no descartó un despliegue ruso en Cuba y Venezuela y el asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan, calificó dicha expresión pública como “una bravuconada, aunque si ello ocurriera, Estados Unidos podría tomar medidas militares para terminar con alguna presión militar.”
El portavoz del Kremlin, Dymitry Pescov, a su vez, advirtió que, si se adoptan sanciones contra Putin y las instituciones financieras rusas, se cortarán las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Rusia y responderemos de manera equivalente”.
Rusia insiste en negar una invasión a Ucrania y acusa a Occidente de amenazar su seguridad, colocando personas y equipos militares en Europa Central y Oriental, así como en la frontera con Ucrania.
Cabe recordar, para los menos avisados sobre la cuestión que analizamos que Rusia, en 2014, anexó la península ucraniana de Crimea y apoyó una insurgencia en el este del país, que dejó un saldo –en siete años-, de 14.000 muertes, llegando el fin de las batallas en 2015, gracias a Francia y Alemania, a pesar de que luego se siguieron produciendo escaramuzas y las negociaciones para lograr un acuerdo político fracasaron.
Las acciones rusas se desplomaron y el rublo cayó a su mínimo histórico cuando Putin ordenó el movimiento de tropas en el este ucraniano, donde la resistencia se enfrenta con los invasores, a veces, cuerpo a cuerpo. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política