La estrategia norteamericana que se aplica al desarrollo militar en el orbe está íntimamente relacionada con la necesidad de mantener, e incluso si es factible, incrementar la superioridad en ese campo
El analista internacional Harlan Ullman, acerca de la cuestión apuntada, ha desarrollado la teoría de que la idea fundamental estadounidense gira en torno al mecanismo de aterrorizar a los países con los que existe enfrentamientos con la aplicación de golpes brutales –shock y pavor-, algo así como la amenaza de utilizar las bombas atómicas o neutrónicas, como lo hizo, a manera de intimidación, con el bombardeo de Bagdad mediante una lluvia de misiles crucero.
Ejemplos no faltan: tenemos los de Afganistán e Irak, en los que se utilizaron millones de datos de manera simultánea, los que recibían robots capaces de aplicarlos en la mejor táctica, incluso para las dos conflictos bélicos sostenidos de manera simultánea.
Esos conceptos bélicos fueron puestos en marcha tanto por George W. Bush como por Obama, el primero a través de la aplicación de un extenso sistema de secuestros y torturas que habría alcanzado a 80.000 víctimas y el restante mediante el uso de drones que utilizaron comandos armados y que implicaron un presupuesto de 14.000 millones de dólares.
El Pentágono aplicó, a partir del 11 de septiembre de 2001, reformas estructurales en las fuerzas armadas estadounidenses para optimizar la hegemonía mundial a través de la división del mundo que se pretende dominar en dos partes: de un lado quedarían los miembros del G8 y sus aliados –calificados de estables-, y del otro el resto del mundo considerado como fuentes de recursos naturales, a los que se debe acceder por medio del uso de los ejércitos.
Una forma de destruir a estos últimos es el de la eliminación sistemática de su estructura estatal para que no pudieran oponerse a Washington ni tratar directamente con los Estados estables.
Seguramente el lector de esta columna recordará que en 1980 el presidente Carter consideró el acceso al petróleo del Golfo como mecanismo para garantizar el abastecimiento del mismo a la economía de su país.
Crearon el CentCom
Ello implicó la creación del CentCom para controlar la región. Decisión errada, ya que actualmente saca menos petróleo de Irak y Libia que antes que se generaran los conflictos armados.
Otros analistas políticos afirman que la experta en seguridad nacional de Estados Unidos Condoleezza Rice utilizó dicho criterio en 2006 cuando se aplicó contra El Líbano.
Su objetivo era el de avanzar hacia “un nuevo Oriente Medio” y su pensamiento era compartido por el Pentágono que buscaba destruir y mantener en el caos permanente a todo aquel Estado que se le opusiera o que no hubiera alcanzado cierto nivel de vida.
El representante del Pentágono y vocero del plan, de apellido Barnett, estimaba que “no se deben desatar guerras contra países por razones políticas, sino contra regiones porque no están integradas al sistema económico global”.
El militar estimó que habría que extender el conflicto todo lo que se pueda hasta destruir todo como en el Medio Oriente ampliado, donde actualmente continúa el conflicto armado tanto en Libia, Egipto, Túnez, Palestina Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudita, Bahréin, Yemen y Afganistán, analizados minuciosamente en más de una oportunidad en diversos comentarios.
Tan claro está lo indicado que la aplicación del neoimperialismo que se está aplicando está dando como resultante que no haya concluido ningún conflicto armado desatado desde hace 16 años.
No ha dado el resultado buscado la aplicación de la reconstrucción de las condiciones de vida en los países afectados por dichas guerras aplicando el modelo alemán o japonés al término de la Segunda Guerra Mundial.
Por ejemplo, las tropas de la OTAN no mejoraron la vida de los afganos. Por el contrario, los especialistas dicen que el deterioro es mayor como consecuencia de la presencia del organismo internacional. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com