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Los Archivos Desclasificados del FBI entre 1996 y 1997, aportaron abundante material sobre los planes de Juan Domingo Perón para provocar la rebelión nacionalista en Chile y aprovechar las circunstancias para la invasión. Una acción que, no llegó a concretarse, por no haber tenido oportunidad

Algunos de estos informes involucraban textos de mensajes enviados por el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, lo que demuestra que el gobierno chileno  estaba en conocimiento de las intenciones del ex presidente Perón.

El presidente chileno Juan Antonio Ríos Morales estaba  enfrentado a la política estadounidense, por lo que resulta una paradoja que haya sido la nación trasandina la que logró evitar la agresiva invasión del supuesto aliado natural y vecino estratégico de Chile: la Argentina.

Vale apuntar  que Ríos Morales fue un político chileno, que desempeñó los cargos de regidor, cónsul, diputado, senador, ministro de Estado y presidente en 1942, tras la inesperada muerte de Pedro Aguirre Cerda.

Algo digno de meditar: el conflicto argentino-chileno, en el Canal de Beagle, acabó empujando a este último país al lado de los intereses británicos sobre las islas Malvinas durante la guerra de 1982.

Información desclasificada

A partir de octubre de 1997, la revista chilena "Qué Pasa" publicó una colección de reportajes especiales con la información desclasificada por el FBI, incluyendo una edición titulada "Los Planes de Perón para Dominar Chile" -serie "Los Archivos Secretos del FBI Sobre Chile", Capítulo V-, donde aborda el tema.

En esta columna reproducimos algunos extractos, tomados de los cuerpos de textos de los archivos del FBI referidos a los planes de Perón:

  • "Fui informado por el agregado legal de La Paz, que había recibido un informe del FBI, que señala lo siguiente: ‘Rumores en Bolivia sobre una revolución similar que ocurrirá dentro de dos semanas en Chile…’." (Telegrama enviado por el Secretario de Estado Norteamericano Cordell Hull a través del embajador de EE.UU. en Chile a las autoridades chilenas, el 22 de diciembre de 1943, advirtiéndoles de la asonada planificada desde Argentina).
  • "…Argentina está fervorosamente preparándose para la guerra. De eso no hay duda, porque la afirmación ha sido hecha en conversaciones entre seguidores de Perón y la gente en el poder en Argentina… ansían la dominación del continente desde ese país". (Carta del embajador de EE.UU. en Chile, Claude Bowers, al Presidente Roosevelt, el 20 de junio de 1944).
  • "Recientemente traté el tema con autoridades del gobierno chileno en cuanto a si podían contar con nuestro apoyo en caso de que Chile fuese atacado por el actual régimen argentino. Le dije a Fernández que en caso de hacer la petición, Chile podría contar con nosotros…" (Carta secreta del embajador Claude Bowers al presidente Roosevelt, el 12 de agosto de 1944).
  • "Las muestras de amistad hacia la oficialidad chilena han sido acompañadas por actividad militar argentina, sin duda dirigida contra Chile. Las tropas andinas que desfilaron en Buenos Aires están estacionadas en la frontera de los Andes a la altura de Mendoza. Se están construyendo nuevas barracas del Ejército cerca de territorio chileno en Mendoza y la Patagonia. Además, se han destinado grandes sumas de dinero para la construcción de nuevos caminos en Mendoza. Esta técnica de ofrecer simultáneamente amistad y agresión militar, es ahora un método clásico de los regímenes totalitarios, no sin efectos". (Comentarios vertidos en un informe confidencial emitido por el secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull, a la Casa Blanca, a mediados de 1944).
  • "…Sus primeros planes (de Perón) contemplan Uruguay, Chile, Paraguay y Bolivia. Por razones geográficas, Chile está en mayor peligro y bajo amenaza. No posee aviones de guerra para poder defenderse y la ciudad de Santiago podría ser bombardeada con facilidad desde Mendoza, pues Argentina tiene desde 1938 una gran cantidad de aviones bombarderos". (Fragmento de nota confidencial del embajador Bowers al Presidente Roosevelt, el 20 de junio de 1944).
  • "Existen dos posibles soluciones: o se llega a un acuerdo para que (Chile) le entregue acceso al Pacífico a Argentina, o que continúen separados, y se preparan para una eventual guerra para asegurarse los fines necesarios". (Extracto de una declaración de Perón durante un discurso ante el Ejército Argentino, reproducida en uno de los informes secretos de 1944 emitidos por el Departamento de Estado de EE.UU. aquel mismo año).
La gestación del complot de las "Patitas de Chancho"

Aquella página de Perón, develada por estos informes de inteligencia, fue superada con el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Terminada la Segunda Guerra Mundial, el resquemor contra los resultados del conflicto y contra el triunfo aliado persistió en Chile por largos años, además de las intenciones de restablecer un ilusorio frente de resistencia diplomática junto a la Argentina, ante el nuevo orden mundial que los países ganadores estaban estableciendo con su repartija planetaria post Conferencia de Yalta.

Tenían razón, la polarización Estados Unidos-Unión Soviética iba a conducir a una situación de tensión inevitable en América y todo el resto del mundo, la que en años posteriores sería llamada "Guerra Fría".

Sin embargo, las desconfianzas hacia Perón se habían multiplicado mucho más de lo experimentado después del  escándalo de espionaje de 1938, dados los rumores que circulaban sobre sus verdaderas intenciones tras el apoyo a los revolucionarios de 1944.

El general argentino sabía de esto y, a la par de planificar su llegada a la presidencia de la República, reformuló su aspiración de intervención contra Chile, esta vez valiéndose de los elementos pro argentinos del mundo militar santiaguino, no sólo para servir como enlaces o nexos, sino directamente para actuar como saboteadores en favor del interés argentino de expandirse hacia el oeste.

En 1946, apoyado por los "descamisados" de la Confederación General del Trabajo y fruto de una maquinación electoral desde hacía tres años, Perón llegó a la Presidencia de la República Argentina de la mano de Eva Duarte.

 Convencido de que la invasión a Chile sólo llegaría a éxito si era dosificada y no realizada de un sólo golpe, tras el fracaso del año 1944, procuró casi de inmediato múltiples invasiones en toda la frontera con Chile y construyó una notable red de puestos fronterizos, fábricas de armamentos y hasta nuevas carreteras para movilización de tropas, correspondientes hoy a las rutas entre Jujuy y Gallegos, y la de Río Grande y Ushuaia.

De sus conceptos de antaño donde Chile era una nación suficientemente "blanca”, los chilenos pasaron a ser enemigos "naturales" de la Argentina y muchos episodios de expulsiones arbitrarias e injustificadas  tendrán lugar en aquellos años, contra inmigrantes chilenos acusados de "punguistas".

Astuto y buen conocedor de la mentalidad simplista del chileno, Perón logró convencer al presidente Gabriel González Videla de restaurar el sistema de "Cordillera libre" que había imperado entre ambas naciones entre 1856 y 1866.

Mientras tanto, secretamente movilizaba a sus fuerzas del Grupo de Oficiales Unidos (GOU), a los fines de lograr el apoyo de  nuevos reclutas entre los militares descontentos con La Moneda.

El tratado de apertura comercial de fronteras fue firmado el 13 de diciembre de 1946 por el enviado extraordinario Jaime Larraín García-Moreno.

El tratado en proyecto fue ampliamente celebrado por la clase política chilena. Sólo algunos uniformados visionarios y de extraordinarios dotes, como el general de división Ramón Cañas Montalva, experto y avezado estratega y uno de los pioneros en los estudios de la geopolítica, advirtieron lo que se venía encima.

 No es casual que Cañas Montalva haya sido, precisamente, uno de los que reveló los verdaderos planes de Perón, cuatro años antes, casi al borde del alzamiento contra Juan Antonio Ríos, llamando desesperadamente a la cordura de sus camaradas, según lo han reconocido algunos de ellos en años posteriores.

Convertido en el Comandante de la II División del Ejército, escribiría en un elocuente informe fechado el 27 de julio de 1947 para el  mandatario, estas líneas: "La frontera abierta sólo dejará de ser un peligro cuando la franquicia corresponda a naciones o zonas perfectamente equilibradas por su potencial".

No  fueron pocos los que pensaban que las concesiones a Chile  “no pueden prestarse al incremento de elementos que favorezcan, en mayor proporción, al crecimiento de la Patagonia –en ese momento argentina-,

"sin antes asegurar la nacionalidad, vitalidad y progreso de provincias como Chiloé, Aysén, Magallanes y Territorio Chile-Antártico, desarrollo que debe buscarse en preferencia en directa relación con el resto del país y la política del Pacífico".

Ello era así expresado ante el desarrollo de una etapa de extrema militarización operada por los chilenos en la Patagonia. Estas palabras resultaron tan reveladoras, que abrieron de un sólo chispazo los ojos a González Videla, haciéndose postergar el acuerdo de "cordillera libre".

Pasaron los meses. En septiembre de 1948, el antes citado escritor chileno y por entonces articulista del diario "El Trabajo", órgano asociado al movimiento nacionalsocialista criollo, Miguel Serrano Fernández, se enteró por terceros de la existencia de un secreto plan de sedición fraguado entre civiles y militares bajo una pretendida (o ingenua) inspiración nacionalista.

Habiendo conocido como testigo privilegiado el calvario por el que había pasado en 1944 su tío, el ex Canciller Fernández y Fernández, el sagaz poeta y literato comprendió de inmediato que las manos conspiradores eran oscuras fuerzas ajenas a la tradición nacional y solicitó una audiencia urgente con el Presidente González Videla, en la que le informó personalmente de esta situación, aunque admitiendo no conocer los nombres de los conspiradores.

González Videla transmitió la información al Ministro de Interior, Almirante Inmanuel Holger, y al de Defensa, Guillermo Barrios, quienes alertaron a su círculo más cercano y de confianza. La confirmación de lo asegurado por Serrano llegó cerca de un mes después, cuando el coronel Carlos Mezzano, director de la Escuela de Infantería, informó a sus superiores que en su unidad había elementos planificando una revolución. Un  joven suboficial de la Escuela se ofrecía voluntariamente para avalar las sospechas de Mezzano ante los ministros.

Sin perder más tiempo, se instruyó al Fiscal Militar de Santiago, teniente coronel José Nogués Larraín, para investigar los hechos denunciados. Los resultados de este trabajo serían publicados unos años después en el extraordinario trabajo "Lo que Supo un Auditor de Guerra", de Leónidas Bravo (Editorial del Pacífico, 1955).

Allí, el auditor revela que los autores de esta conspiración fueron varios grupos distinguibles de la siguiente manera:

  • Los miembros de la logia masónica "La Montaña", una rama a la que se habían integrado varios militares y también algunos civiles, todos miembros de la francmasonería tradicional.
  • Integrantes del grupo de Acción Chilena Anticomunista, o ACHA.
  • Suboficiales de la Escuela de Infantería, de la Escuela de Unidades Motorizadas y de la Escuela de Aviación. Al parecer, estos tuvieron gran participación en la gestación del complot, mismo que fraguaron mientras se reunían semanalmente en restaurantes de San Bernardo al tiempo que comían "causeo" de patas de cerdo cocidas, comida muy popular en Chile que le valiera al plan sedicioso el apodo del complot de las "Patitas de Chancho". En la investigación, se determinó que estos platillos habían sido pagados por civiles participantes de la conspiración.
  • Oficiales del Ejército y la Fuerza Aérea, muchos de los cuales no pudieron ser juzgados y sólo se les solicitó acogerse a retiro.

    Según el auditor Bravo, el único nexo claro entre todos ellos era el aparente líder de la conspiración, Coronel de Aviación (R) Ramón Vergara Montero.

    Su intención era rodear La Moneda con tanques y los aviones sobrevolarían el Palacio, cuya ocupación quedaría a cargo de la Infantería. Originalmente, se había pensado en mantener a González Videla en la Presidencia pero exigiéndole un gobierno dictatorial. Sin embargo, conscientes de que no aceptaría, resolvieron que llamarían al poder al general Carlos Ibáñez del Campo.

    Aunque el juez militar, General Santiago Danús, consideró que Ibáñez del Campo no estaba relacionado con el complot, el auditor Bravo cree que sí, basado en que una de las reuniones de octubre de 1948, había tenido lugar en avenida República, en la casa de la suegra del militar y ex presidente.

Para cuando Serrano había denunciado ante el primer mandatario las intenciones de esta nueva generación de conspiradores, éstos ya tenían urdida la mayor parte del plan golpista, por lo que la advertencia no pudo caer en mejor momento para el Gobierno.

Algo asombroso y, en cierta forma, culpable de las olas de especulaciones que rodearon este caso,  lo representaría la extraordinaria sorpresa de que los hilos que íntimamente había movido esta maraña de sediciones y ambiciones, eran conducidos por algún misterioso y lejano militar, generándose un escándalo internacional.

De esta manera, las intenciones de Perón para con Chile volvían a quedar al descubierto en un nuevo escándalo internacional. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@gmail.com

 

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