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Ricardo Marconi (*)

Cadenas montañosas, valles, vaguadas, hondonadas, así como finos ríos de recorrido irregular, que hace 500 años -antes de nuestra-, abarcaba con su imperio el rey persa Aquémedes. Era un territorio conformado, además, por los asirios y griegos, quienes llegaron con sus civilizaciones hasta esa extensión, transitada con frecuencia por caravanas.

A la mente le llegan a quien esto escribe, las imágenes de las películas en las que Alejandro Magno dominaba con inteligencia y la espada, entre otras, a esa región, hacia el 328 A.C.

Tras su muerte, los macedonios instauraron, en el mismo territorio el reino de Bactriana. Luego, sucesivos baños de sangre recorrieron la región con las invasiones de los hunos y los árabes, a los que los romanos calificaron de bárbaros.

La extensa superficie territorial terminó islamizada y la influencia budista fue aventada hasta que los ejércitos de Gengis Khan devastaron la región, posteriormente dominada por Tamerlán, el conquistador tártaro, que se apoderó de parte de Asía, cuyo imperio se desmembró tras su fallecimiento, en el 1405.

Hoy por hoy, en esas inmensidades, la realidad nos pone de cara a un Afganistán, de más de 22 millones de habitantes, compuesta por una mixtura de pashtus (50%), tamikistanos (25%), uzbecos (10%) y hazares (9%), todos unidos por la religión musulmana sunita.

A esa región, de valles fértiles, donde se crían ovejas, cabras y hasta camellos llegaron y, terminaron por retirarse, militares que aceptaron, como un hecho consumado, la imposibilidad fáctica de hacerse del poder en la misma por intermedio de representantes locales.

Los objetivos no cumplidos                     

Documentos clasificados del Pentágono trajeron a Afganistán asesores que entregaron en mano una cúpula militar internacional para hacer cumplir con precisión de cirujano.

El plan estructural que pretendía terminar con la crisis afgana contemplaba:

  • La sistematización legal eficiente y la eliminación o fuerte reducción de la corrupción endémica, aunado ello al entrenamiento de una fuerza policial eficiente que pudiera hacerse cargo de la seguridad interior.
  • Una campaña antidroga que comprendía, además, la eliminación gradual de los cultivos de amapolas, usados para el opio, mientras se estimulaba el cultivo de trigo. ES sabido que el tráfico de heroína a nivel mundial [1] es uno de los más rentables y para la CIA eso no constituye un secreto, ya que la misma Agencia habría dirigido el mercado productor del denominado “Triángulo del Oro” y el dinero logrado fue utilizado para operaciones anticomunistas en el sudeste asiático.
  • La reconstrucción caminera y la puesta en marcha del transporte de ferrocarril, con la eliminación de la red, considerada arcaica, ya que los estudios satelitales han permitido establecer que las rutas principales se encuentran en pésimo estado, consecuencia de décadas de guerra civil y la posterior falta de inversión en infraestructura.
  • El plan permitiría acceder a clínicas, hospitales, escuelas y mercados con mayor celeridad y posibilidad de llegar a lugares remotos e inseguros de la frontera nornoroeste.
  • Ello permitía enlazar guarniciones militares que conllevan el despliegue rápido de tropas y medios para detener agresiones externas “e internas”.

Los ingleses, en su momento, plantearon algunos de los referidos objetivos para optimizar económicamente la región y posibilitar el acceso a las tribus con ayuda a través de organizaciones en menor tiempo para suministrar servicios a los miembros de las tribus.

El conservador George Will abogó, en la gestión Obama, por una reducción de la presencia estadounidense en Afganistán y citó a l diplomático George Kennan, durante una audiencia sobre Vietnam, del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, en 1966.

Me dicen que Obama tomó en cuenta al analista militar Andrews Bacevich, quien opinaba que los norteamericanos “no pueden contener la amenaza jahidista, ya que Al Qaeda –usando a los talibanes, quieren llevar adelante su estrategia global”.

La pretensión militar incumplida 

Los militares de los distintos países que intervinieron en Afganistán no lograron, en dos décadas integrar las milicias regionales como brazo legítimo del gobierno local en el país asiático, adiestrar a la perfección una estructura de seguridad  nacional bajo una autoridad local, separar los deberes del gobernador y del comandante de la milicia y establecer una red de asesores occidentales para apoyar a los gobernadores provinciales para coordinar la reconstrucción regional, vigilar las actividades de la milicia, supervisar la recaudación de impuestos y proveer un enlace esencial para las actividades de la coalición.

Tampoco lograron levantar una red de policía tribal por todo el territorio afgano para contrarrestar la faltad e inteligencia confidencial [2] y proveer un sistema de alarma temprana contra ataques de guerrilleros, apoyar las operaciones tácticas en el área sur y este de Afganistán central y construir un enlace entre Afganistán, Pakistán e Irán para anudar los depósitos minerales con redes ferroviarias.

Aunque parezca un tema menor la comunicación con los invadidos no es menor. La dificultad con la lengua impide a las unidades tácticas establecer buenas relaciones con los ancianos de los pueblos y recibir información local.

La falta de continuidad, creada por cortos períodos de servicio operacional y apretadas transferencias de poder entre las fuerzas dinámicas, también agravó el problema, reduciendo aún más la capacidad de la coalición de recolectar inteligencia crucial y preventiva.

Hablar el idioma y el dominio de dialectos tribales es un asunto de orgullo que las fuerzas de ocupación -por un tiempo determinado-, no se tuvieron en cuenta y tampoco se consideró reclutar personal retirado con experiencia y conocimiento, lo que hubiera permitido poseer un conocimiento minucioso del terreno y de su gente.

Los beneficiarios directos hubieran sido los gobernadores de las regiones, quienes, de esa manera, más rápidamente, hubieran establecido reformas estructurales en menor tiempo y con un marco de seguridad. La OTAN no visibilizó dichos elementos en su justa medida y hoy los talibanes tienen nuevamente bajo su dominio Afganistán.

Los gobernadores perdieron la oportunidad de recibir el apoyo de agencias internacionales y los habitantes también no consideraron debidamente la posibilidad de obtener conocimientos que les hubiera permitido estar más capacitados como funcionarios de Estado para manejar la administración, tanto nacional como provincial.

Otra fuente consultada destacó “la necesidad de poner énfasis en el conocimiento de idiomas para los asesores que deben tener contacto con el mundo occidental y más aún: es fundamental formar un cuerpo de especialistas capacitados en áreas aún no desarrolladas en Afganistán como, por ejemplo, la educación formal, tanto básica como superior”.

Las causas y la consecuencia 

El lector habrá advertido que en la presente columna no se atendió la temática militar diaria afgana. Lo que se pretende es ir más allá en el análisis para precisar, humildemente, las motivaciones que llevaron al presidente Joe Biden a retirar sus tropas de Afganistán.

Si el lector analizó con detenimiento lo expresado, habrá notado que los funcionarios locales se ocuparon más por ser parte de la corrupción que de desarrollar su país con la ayuda recibida.

Cuando el gobierno estadounidense se enfrentó a la guerrilla afgana, aparecieron miles de documentos secretos en los que el presidente Obama buscaba derrotar a la insurgencia mediante la eliminación de la misma mediante una táctica de desgaste militar convencional.

Las fallas 

El mecanismo falló y la seguridad territorial desapareció, a pesar de los millones de dólares enviados por la Casa Blanca a los gobernadores afganos.

En el tiempo se reavivó la guerrilla y luego creció hasta volver a retomar el poder en todo Afganistán. Paralelamente, la producción de opio se mantuvo y ello tuvo una resultante: La inseguridad nacional.

Es más, las operaciones militares británicas no habrían sido suficientes para estabilizar la región. Los esfuerzos debieron darse integralmente, tanto en lo civil como en lo militar, bajo una unidad de mando, tanto central como en las provincias afganas. Eso falló.

Para colmo, la corrupción y la división política, estimuladas por rivalidades étnicas, plagaron el avance del gobierno de Kabul y el régimen del ex presidente Hamid Karzai [3] perdió apoyo y se deterioró la seguridad, ya que algunas milicias eran depredadoras, en vez de reconstructoras. Ahora están pagando el precio.

El número de adictos creció y, seguramente, volverá a crecer con los talibanes ene l poder. Los nuevos enfermos condicionarán a los revendedores de drogas, a los drogadictos y a los traficantes de mediana escala para que alimenten su adicción a la heroína y el opio. El plan de reconstrucción, en este sentido también falló. 

Controles imprevistos 

Cuando llegaron los militares de la OTAN a Afganistán, las fuerzas de seguridad locales comenzaron a ser controladas de manera imprevista. Fue allí que se pudo comprobar que un número importante de policías y militares afganos eran adictos a las drogas duras.

Para colmo no se podía someterlos a tratamientos largos, ya que los necesitaban en las calles, a pesar de su falta de capacitación.

Se intentó aplacar a los caudillos mediante nombramientos en puestos políticos o militares para restituir sus ambiciones personales. Eso también falló. 

La situación se fue complicando lentamente y ello no fue advertido debidamente, a excepción del comandante estadounidense en Afganistán, Stanley Mc Crystal., quien solicitó 40.000 efectivos adicionales.

La Alianza del Norte, que combatió a los talibanes ya no lo hace, y fue por la respuesta militar de una OTAN que no la tuvo en cuenta debidamente.

Integrantes del Talibán en un alto en el camino hacia la caída de Kabul

El comando central de la Alianza estaba instalado en una habitación que en su interior tenía una mesa polvorienta, sin electricidad ni agua caliente. Su diferencia estaba en que conocían la importancia geoestratégica de Afganistán.

Se pretendió controlar a las tribus dispersadas para prevenir acciones terroristas o una insurrección armada orgánica. No es necesario decir que en eso también se falló. 

Evidentemente, la ocupación de Afganistán, con el consentimiento del gobierno afgano exigía una capacidad administrativa y un análisis experto para manipular el poder, en el complejo marco tribal afgano. Eso también falló. 

Hubo un pedido al gobierno afgano actual para que se garantizara la vida de médicos norteamericanos para conseguir “zonas neutrales” y para asesores educativos. Eso también tuvo fallas, y todos aquellos que asistieron a la OTAN, se escapan de Afganistán a pie, en vehículos y desde el aeropuerto de manera desesperada.

Estados Unidos, oportunamente, habría proveído drogas a la resistencia antisoviética de los Mujahidines. Su cúpula la recibió y se sacó d encima a los rusos, pero en este caso, no actuó de manera idéntica. Habría recibido la droga, pero se abstuvo de enfrentar a los talibanes, al menos en la medida esperada. En esta cuestión también se falló. 

Joe Biden, al parecer, no quiso que le sucediera lo mismo que a Barak Obama, quien hacía traer a los soldados norteamericanos muertos, envueltos en una bandera estrellada desde Afganistán a Estados Unidos, en la noche para ocultarlos (1.500), en el período 2001-2009. En ese último año cayeron 437 soldados extranjeros, de los cuales 269 eran estadounidenses [4].

Hay que decir, además, que las fuerzas militares extranjeras intentaron dominarla zona afgana con el apoyo de la Alianza del Norte, pero por las exigencias de esta última fuerza no se llegó a un acuerdo en julio pasado.

Sí pudo saberse que los talibanes manejarían una red de donativos extranjeros que utilizan para cubrir sus operaciones de insurgencia, a lo que sumaron en los últimos años una red de narcotráfico global, secuestros extorsivos y casos puntuales de extorsión.

En este sentido, la CIA en Afganistán habría estimado que los talibanes habrían recibido más de 1.000 millones de dólares en donaciones, provenientes del exterior de Afganistán, fundamentalmente de Arabia Saudita, Pakistán e Irán. (Jackemate.com)

[1] Afganistán era uno de los más importantes proveedores.

[2] La Coalición sufrió deficiencias de conocimiento cultural, entendimiento de la región y conocimientos lingüísticos. La ignorancia de costumbres tribales lleva a malentendidos, mientras que los insurgentes se comunicaban libremente para reunir inteligencia.

[3] Al parecer Karzai figuraba en una lista de funcionarios que recibían haberes de la CIA. New York Times. Otras fuentes han indicado que Karzai sería el que alquilaba inmuebles donde vivían espías de Estados Unidos.

 [4] Agencia AFP. Muchos fueron muertos en misiones suicidas de los talibanes en Kabul.

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com

 

 

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