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Por Ricardo Marconi (*)

La despiadada invasión rusa a Ucrania está dando, como resultante, la destrucción sistemática de su territorio, en el que se encuentra la ciudad de Odessa, conocida en el orbe como la Perla del Mar Negro. Odessa, en el marco del referido conflicto internacional, posee bajo su superficie sus míticas catacumbas laberínticas de alrededor de 2.500 kilómetros de extensión, realizadas en piedra caliza conchífera, formadas por procesos kársticos de los que se desconoce su antigüedad. La piedra era extraída desde tiempos inmemoriales para ser utilizada en la construcción de la ciudad. Incluso, hasta hace un relativo poco tiempo, se había tomado la decisión de no construir rascacielos en Odessa, debido al esponjado subsuelo urbano.

Los historiadores han precisado que, en las catacumbas, no se enterraron a personas como en Roma, sino que se utilizaron como escondite de contrabandistas que actuaban al margen de la ley en el puerto local.

También fueron ocupadas por los partisanos como refugio durante la Segunda Guerra Mundial, ya que, en 1941, con la llegada de las tropas alemanas, las galerías se convirtieron en una necesaria fortaleza y baluarte del poder soviético, con el objetivo de resistir la ocupación.

Escondite ante la invasión rusa 

En la actualidad las catacumbas han sido utilizadas y sirven para que se refugien en su interior los vecinos del barrio de Moldavanka, donde entre 500 y 700 habitantes resisten los ataques rusos, ya que la red cuenta con alrededor de 20 kilómetros de túneles, situados a 20 metros bajo tierra, resistentes a los impactos de misiles que ordenó disparar el presidente de la Federación Rusa Vladimir Putin.

Paradójicamente, en esos lugares a los que se enfrenta a la muerte, anteriormente se realizaban celebraciones, fiestas y hasta eventos. Había muchas entradas y actualmente gran cantidad de ellas están tapiadas.

Su entrada principal tiene una escalera empinada, asentada en un patio, que tiene como entorno monoblocks, de triste aspecto, construidos en la era soviética.

En el interior de las catacumbas hay sanitarios y hasta un sistema de wifi y juguetes, acumulados para que sean entregados a niños que allí son escondidos por sus padres desde el inicio de la agresión rusa contra objetivos civiles.

Quienes han estudiado minuciosamente la historia de la Segunda Guerra Mundial afirma que “allí se ocultaron jerarcas nazis, que, desde el puerto de Odessa, escapaban hacia América Latina, en la que se encontraba Argentina, entre otros destinos”.

Los rusos, tras ocupar Odessa habrían dejado grupos armados escondidos en las catacumbas y desde allí se dedicaban a sabotear y espiar a los nazis.

En la Guerra Fría 

En la época de la Guerra Fría, al temerse el inicio de una conflagración atómica, se analizó la posibilidad de utilizarse el lugar como refugio. Por esos años el lugar no estaba totalmente explorado y era fácil perderse en su laberinto de pasillos.

Interior de las extensas catacumbas ucranianas donde no se enterraron personas como en las romanas

Los turistas, en la época anterior a la guerra entre Rusia y Ucrania, eran llevados a visitar un búnker nuclear que utiliza senderos estrechos de las catacumbas como base.

El lugar es sombrío y el aire casi irrespirable dentro del refugio, siendo su silencio ensordecedor. Hay elementos oxidados, jaulas, cables y equipos para respirar de la era soviética, junto a una sala de máquinas inundada.

Luego los turistas accedían a una cantera de coquina y allí visualizaban pinturas de carbón, grabadas en sus paredes, donde hay números y otras inscripciones. A ello hay que agregar símbolos sobre los que se desconoce el significado, fechas, direcciones y pinturas que conforman una experiencia fascinante y hasta cierto punto espeluznante, ya que hasta se han encontrado cuerpos en descomposición en túneles inexplorados.

Más adelante, los visitantes eran conducidos a una muestra de otros sitios, a la vez que toman debida cuenta de instrumentos utilizados para la extracción de piedra y varios recuerdos soviéticos. Es más, tomaban contacto con la reconstrucción de un alijo criminal que data del Imperio ruso, e incluso un restaurante subterráneo improvisado.

Cuando el recorrido llega a su fin, a los visitantes se les explicaba que la excursión solo cubrió la extensión de unos tres kilómetros de las catacumbas, menos del 1% del área total.

Desde principios del siglo XVIII, también valía la pena explorar el museo Quarry Cantacuzene –o Quarry Kantakuzin-, que está separado del museo Secretos subterráneos de Odessa.

Evidentemente, es difícil ignorar el hecho de que hay otra ciudad abajo: un laberinto frío de túneles que parecen interminables.

Secretos soviéticos

Los guías turísticos les han contado a las visitantes historias que involucran a una unidad especial de la NKVD, esto es una agencia de la policía secreta soviética que actuó en la represión política y en la supervisión de cárceles y campos de trabajo.

Un total de 32 miembros fueron enviados a las catacumbas en 1941 para sabotear a los aliados rumanos de los nazis alemanes que ocuparon Odessa cuando Ucrania era parte de la Unión Soviética.

Los detalles de su accionar, tras estar sellados bajo secreto, fueron desclasificados como parte de un “proyecto de descomunización”, en los que se reveló que sólo un miembro del grupo sobrevivió. La unidad estaba compuesta por dos grupos, uno de Odessa y el restante de Moscú.

Las tensiones de los dos grupos terminaron en una cadena de tiroteos y traiciones, agudizadas por la atmósfera de las catacumbas, por lo que varios miembros fueron ejecutados y otros murieron por enfermedades, quedando sólo los dos líderes de cada grupo en 1943.

Año en que el jefe de la unidad de Odessa disparó al de Moscú y pasó más de nueve meses viviendo bajo tierra, para emerger a la superficie para ser enviado de regreso a su país en 1944, donde murió en una explosión de una granada. Hay otras historias que se relacionan, no con militares, sino con contrabandistas y forajidos.

El sonido de las sirenas mortales 

Actualmente, cuando se escuchan las sirenas, ante ataques de la aviación rusa y del impacto de misiles que provienen desde Crimea, anexada por Rusia desde el 2014, mucha gente se esconde en el lugar, aunque –vale aclararlo-, muchas galerías están cerradas o con escombros caídos, por lo que quienes allí se esconden reciben un casco y una linterna.

Odessa también es amenazada desde Trasnistria –República Moldava Prisnestroviana-, por lo que muchos de sus habitantes optaron por abandonarla ciudad, mientras que los que se quedaron utilizan el lugar para escuchar conciertos que levantan el ánimo de los habitantes que no saben qué ocurrirá con ellos al día siguiente.

Hay, al menos, 1.000 ingresos conocidos a las catacumbas, pero ya no hay turistas, quienes sólo entraban con un guía, a lo que se considera “una ciudad enterrada”.

Actualmente, está conformado un sistema de cuevas desconectadas y canteras o túneles abandonados, distribuidos en tres niveles que nada tienen que ver con el momento en que se fundó Odessa, a fines del siglo XVIII, construida con Coquina, una roca sedimentaria extraída de las canteras que se utilizaba para erigir palacios, sin regulación alguna, entre 1819 y 1859 y ello se nota en la extensión y el desorden constructivo.

Secretos insondables 

Hay aún lugares sin explorar en el laberinto subterráneo que nos ocupa. Entre ellos se encuentra el centro de un lago subterráneo compacto en el que se habrían contactado movimientos y se decidió en el lugar, a modo de prueba biológica, llevar adelante un experimento: la crianza de peces, a pesar de la tenue luz existente y hasta ahora se dice que “el experimento funciona”. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

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