Ni siquiera Michael Moorcock, uno de los escritores ingleses contemporáneos más innovadores, dedicado con su prolífica obra a la fantasía, hubiera considerado tener en cuenta las nuevas misiones de la NASA, entre las que se cuenta enviar un doble cuadrirrotor (Libélula) a Titán, una luna de Saturno
El proyecto es uno de los dos seleccionados entre 12 propuestas, mientras que el restante es el destinado a obtener muestras de un cometa, contando con un presupuesto de 4 millones de dólares cada uno. La competencia científica estriba en lograr ser el primero que salga al espacio en 2025.
La “Libélula” o “Dragonfly” tendrá como objetivo volar a distintas zonas de Titán, -la luna más grande del planeta de los anillos-, para identificar la composición del suelo y tomar muestras.
Dragonfly será el primer fantástico e impensado robot volador de Moorcock que se enviará a una luna de otro planeta. De eta manera el Quadcopter doble estará equipado con instrumental que permitirá identificar moléculas orgánicas y tendrá la suficiente autonomía para dirigirse a diferentes territorios de Titán y, obviamente, explorarlos minuciosamente.
La luna mayor de Saturno posee lagos y ríos de metano líquido y su temperatura es fría, aunque -vale apuntarlo-, Elizabeth Turtle, investigadora del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, estima que “bajo su corteza helada puede haber un océano de agua con los ingredientes esenciales para producir y propagar vida”. Turtle, vale recalcarlo, está a cargo del programa científico.
La misión Caesar
El proyecto científico que compite con el ya referido tiene como objetivo la misión de traer a la Tierra una muestra del núcleo del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, explorado con la nave Rosetta, de la Agencia Espacial Europea, entre 2014 y 2016.
La misión astrobiológica consiste en hacer aterrizar un drone sobre la roca espacial que nos ocupa, del tamaño del Monte Fují y tomar una muestra de su superficie, evento al que se accedería por primera vez para lograr material de la superficie helada de un cometa, ya que anteriormente la misión Polvo de Estrellas había recogido gases del exterior de un cometa, estando previsto que la muestra llegue a nuestro planeta en noviembre de 2038.
En este caso el investigador que conduce el proyecto es Steve Squyres, de la Universidad de Cornell, quien recordó que “se cree que los cometas trajeron agua y moléculas orgánicas a la Tierra, lo cual habría permitido generar los orígenes de la vida.
La fecha decisiva habrá de ser el mes de julio de 2019, momento en que se tomará la decisión de elegir en que proyecto se concentrará el esfuerzo.
Quienes siguen habitualmente la columna de Introspecciones saben que en la actualidad la NASA tiene tres misiones englobadas en Nuevas Fronteras: Nuevos Horizontes, que llegó ya más allá de Plutón en 2015; Juno, que está orbitando Júpiter y Osiris Rex, una nave que se dirige hacia el asteroide Bennu para obtener una muestra superficial y que regresará a nuestra casa terrestre en setiembre de 2023.
Telescopio Espacial James Webb
En el marco de las dos citadas indagaciones y teniendo en cuenta lo señalado por el físico Stephen Hawking, esto es que “Sólo nos quedan mil años en la Tierra”, no podemos dejar de recordar que en octubre de 2018 está previsto el lanzamiento del Telescopio Espacial James Webb, con un costo de 8.7 millones de dólares, cuyo propósito es de ser arribar a 1.6 millones de kilómetros de la Tierra.
Hawking advirtió: “tenemos que encontrar otro lugar dónde vivir” y precisamente el objetivo del James Webb, que es 7 veces más grande que el Hubble, es el de buscar o determinar cómo y dónde surgieron las primeras estrellas y galaxias hace 13.000 millones de años en la estela del Big Bang. Se trataba de estrellas de hidrógeno y helio creadas durante la explosión apocalíptica.
A esas estrellas se las conoce con el nombre de Población 3 pero en el “universo moderno” ya no existen. Su luz presenta un corrimiento al ojo y hacia longitudes de onda más larga, por lo que se presupone que el James Weeb producirá postales cósmicas de colores que el ojo humano jamás ha visto.
Por último, es necesario acotar que el telescopio deberá tener una temperatura de -25º sobre el cero absoluto, luego de abrir una “sombrilla” gigante, del tamaño de una cancha de fútbol para que no le dé el sol, a los efectos que experimente el frío infinito, luego de ser lanzado en un cohete Ariane 5, de origen europeo, con material aportado por Canadá, estando previsto que su primera imagen sea conocida entre los terráqueos en la primavera del 2019. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com