Hora local en Rosario:
Comparte este Articulo...

 

 

 

 

Por Ricardo Marconi (*)

Existen en el orbe maquinarias militares y países que suelen ser invadidos por otros. Los agresores siempre están ávidos por practicar el arte de la guerra y gastar millonarias cifras en armamentos y en desarrollos de futuras armas de destrucción masiva para sostener el poder.

Es obvio, pero vale la pena subrayarlo para que no queden dudas de ello, ya que el conflicto Rusia-Ucrania es un ejemplo innegable que venimos comentando en las columnas de Jackemate.com, ya que sus consecuencias pueden ser impredecibles.

Quien quiera ser el promotor de una escalada y sean cuales fueren sus causas primitivas o secundarias vale preguntar: ¿por qué la comunidad resuelve emplear asombrosas sumas en su aparato militar?

Ello, biológicamente no tiene sentido. La violencia sirve para cualquier amo en razón que somos una especie propensa a la violencia en un mundo contemporáneo, enormemente complejo y armado en niveles casi inconmensurables.

Quizás no se logre evitar ni extirpar la violencia   que se expone con fuerza creciente en el conflicto Rusia-Ucrania, aunque vale reconocerlo, diplomáticamente podemos limitarla o restringirla por miedo a una amenaza mayor como la nuclear.  

Consecuencias catastróficas 

Las armas nucleares, vale puntualizarlo básicamente abarcan, las atómicas y las termonucleares. Las convencionales comprenden toda clase de armamentos, salvo tres tipos, capaces de producir destrucción en masa, esto es las nucleares, químicas y las bacteriológicas.

La explosión de una gran arma nuclear sería una calamidad de proporciones indescriptibles y de consecuencias absolutamente imprevisibles y las incertidumbres ocuparían presupuestos que tenderían hacia lo peor.

Expertos de las Naciones Unidas hace dos décadas señalaron que “el armamento nuclear mundial totalizaba 50.000 cargas nucleares” y –vale apuntarlo-, el término “carga” es utilizado en las negociaciones sobre control de armamentos que abarca, tanto a las ojivas de guerra de los misiles balísticos, como los armamentos transportados por los bombarderos como los históricos casos de Hiroshima y Nagasaki.

La mayoría de la “cargas” –término utilizado por los rusos-, tienen entre 0,04 megatones y 20 megatones de potencia y las potencias sumaban 13.000 megatones en su totalidad.

En la II Guerra Mundial, la potencia total de todos los explosivos no alcanzó los 6 megatones, mientras que algunas estimaciones técnicas hablaron de sólo tres.

Las cargas más pequeñas poseen una mayor eficacia relativa, a igualdad de potencia total. En 1982, en la época del conflicto de las Islas Malvinas, la Unión Soviética poseía 8.000 cargas termonucleares desplegadas y los Estados Unidos 9.000.

Muchas cargas son ojivas de guerra, instaladas en misiles balísticos y una gran proporción de estos últimos están montados en vehículos especiales (MIRV) para transportar ojivas múltiples reorientables, aptos para ser disparados contra objetivos independientes.

El grueso del arsenal soviético en 1982, según la agencia TASS está constituido por misiles con bases en tierra (silos) y misiles de mediano alcance, más pequeños, instalados en bases móviles.

El 80 por ciento del arsenal estadounidense en 1982, consistía en mísiles nucleares transportados en submarinos, más pequeños, pero menos vulnerables que los instalados en silos, así como en bombarderos estratégicos que transportan bombas nucleares muy potentes.

A esto deben ser agregados los misiles de crucero que podrían atravesar sistemas de defensa aérea del enemigo, algunos de los cuales son subterráneos.

Los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) norteamericanos poseían un Throw-Weist o peso de carga explosiva que sirve para una distancia determinada.

Los norteamericanos llevaban menos MIRV y tenían menor poder destructivo y cuando el Throw-Weist de un misil se divide entre varias ojivas, se presume que el poder de todas ellas es menor que el poder destructivo de una ojiva de gran tamaño.

Hay que subrayar que los MIRV aumentan considerablemente la capacidad de atacar objetivos compactos del enemigo en grandes ciudades y produce una numerosa cantidad de explosiones en un área determinada.

750 millones de muertos 

La Real Academia Sueca, en su momento evaluó que un ataque contra las principales ciudades del hemisferio norte, efectuado con 5.000 ojivas de guerra, con un potencial de 2.000 megatones, mataría aproximadamente 750 millones de personas, sólo con una sola onda de choque. 

Un holocausto o el fin de la humanidad podría suponer una guerra nuclear en Ucrania

Y sobre ese cálculo hipotético debe agregarse que la cantidad total de armas nucleares en poder de las 5 potencias es más de 40 veces mayor que la utilizada en el cálculo sueco y su potencia global es de 7 veces el poder de bajas humanas promedio por misil que se prevé en 250.000 personas.

Si se considera una “carga” termonuclear de 400 kilotones con la explosión de Hiroshima (17 kilotones), esta última debe considerarse baja, ya que las ondas de choque en Hiroshima ocasionaron no menos de 40.000 víctimas humanas.

Un ataque hipotético 

En un ataque hipotético la radiación térmica es un factor importantísimo dentro de la capacidad destructiva de las armas nucleares. Un 50 por ciento de las víctimas de Hiroshima fue causado por incendios.

Al aumentarse la potencia de las cargas, también se incrementa el potencial relativo de la radiación térmica, así como el número de bajas directas. Si las explosiones se producen contra objetivos densos y compactos, dejarán inevitablemente vestigios o franjas de polvo radiactivo que impregnarán las superficies por la fisión del uranio y la vida, inevitablemente, será destruida totalmente por la onda de choque y el fuego y el polvo radiactivo ocasionará un efecto considerable en miles de kilómetros cuadrados a la redonda.

Consecuencias catastróficas 

Los rusos, experimentalmente, detonaron una carga termonuclear, a ras de la tierra, en agosto de 1953. En ese caso decenas de miles de personas fueron evacuadas de antemano en la zona donde caería polvo radiactivo y los habitantes pudieron regresar en 1954.

En realidad, a pesar de ser advertidos sobre una explosión, centenares de millones de personas huirán aterrorizados, pero casi inevitablemente serán víctimas de la radiación, agravada la situación por el caos las migraciones en masa, deteriorándose las condiciones sanitarias y las hambrunas.

Y a ello se sumarán, en el tiempo, las consecuencias genéticas como especie biológica que alcanzará a la vida animal y vegetal del planeta. No podemos dejar de mencionar las consecuencias indirectas, que serán cuantiosas a nivel social y ecológico.

No podemos dejar de mencionar los incendios forestales en la mayor parte de los bosques del planeta, mientras que la humareda destruirá la transparencia de la atmósfera y la tierra se sumirá en una noche que durará varias semanas, faltando el oxígeno en la atmósfera, con lo que se destruirá, en gran medida, la vida terrestre.

Las explosiones nucleares generadas por las partes en conflicto, destruirán la capa de ozono y los rayos solares ultravioletas dañarán la vida terrestre.

El hambre y las epidemias

No podemos dejar de mencionar la desorganización de los transportes y las comunicaciones podrían resultar un factor crítico. El hambre y las epidemias segarán más vidas que las explosiones nucleares.

Aparecerán nuevas enfermedades derivadas de la mutación de los virus a causa de las radiaciones y a ello se sumarán virus de los que personas y animales no estarán inmunizados.

Es evidente que se hará más compleja la estabilidad social y crecerá ostensiblemente el caos con la multiplicación de las bandas que matarán y aterrorizarán a la gente.

Obviamente, la experiencia planetaria de las guerras, en los habitantes que las sufrieron les hizo brotar reservas vitales, a pesar de haberse destruido instituciones sociales que llevaron a la desintegración de los cimientos de algunas civilizaciones.

Con suerte, si el conflicto en Ucrania desencadena un intercambio de guerra limitada –no nuclear-, provocará un retroceso de muchísimos años para millones de personas, por lo que los gobernantes deben asumir que están a las puertas de un suicidio colectivo.

Aun si se utilizara la violencia, como señalamos en el párrafo anterior, hasta el “umbral nuclear”, será difícil controlar el curso de los acontecimientos y si ello no se logra, los países en guerra estarán parados ante el borde de “un precipicio horroroso”.

Las armas nucleares solo tienen un sentido disuasivo contra una agresión nuclear de un enemigo potencial. Y la única ley será: “Tu muere hoy. Yo quizás mañana”. (Jackemate.com)  

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

Déjanos tu Comentario
Comparte este Articulo...