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Por Ricardo Marconi (*)

La guerra entre Rusia y Ucrania, posibilitó, en los últimos días, el enunciado de títulos destacados, a varias columnas, desde el punto de vista estrictamente militar, ya que mediante ellos el mundo tomó debida cuenta de la destrucción de dos naves soviéticas, de primerísimo nivel, desconocidas para aquellos que no están en el tema del desarrollo del armamento mundial y en los millonarios presupuestos para hacerlos realidad.

Esas naves rusas fueron destruidas “gracias a los precisos ataques de las fuerzas ucranianas con el aporte de datos de inteligencia estadounidense”, según el secretario de prensa del Pentágono, John Kirby, quien  declaró, diplomáticamente, que el área a la que pertenece “sólo se limitó a aportar datos, junto a otras organizaciones de espionaje de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la NSA, el mayor organismo se recolección de datos de comunicaciones en el mundo, sobre la cual, en anteriores columnas, aportamos datos minuciosos”.

Operaciones clandestinas 

El circunstancial y negador aporte informativo de Kirby permite a quien esto escribe, iniciar una serie de columnas, en profundidad, acerca de cómo los estadounidenses conducen sus operaciones clandestinas fronteras adentro y en el exterior, utilizando con rigurosidad sus “estaciones” de espionaje y los mecanismos para conocer segundo a segundo las comunicaciones institucionales, nacionales y particulares en EE. UU y del resto del mundo.

Esporádicamente, ya avanzamos en la cuestión, en columnas de Jackemate.com, pero, de manera más clara, lo profundizaremos con informes de episodios ocurridos en los cinco continentes.

Un ejemplo de destrucción      

Un proceso de deconstrucción comunicaciones se inició en el noroeste de Latinoamérica. Los medios de difusión hablaban con desdén de los desórdenes en Venezuela, pero el conflicto allí existente no se limitó a ese país.  Se extendió a toda la región, a pesar de que son muy diferentes las condiciones económicas y políticas de los países que conforman dicho noroeste.

Pasando por un imaginario “agujero de gusano” 

Haciendo un salto en el tiempo, vale recordar que no fue cierta la justificación oficial de la guerra contra Afganistán -motivo invocado: una supuesta responsabilidad de los talibanes en los atentados del 11 de septiembre de 2001-, como tampoco lo fue en la guerra contra Irak -razón expuesta: un supuesto respaldo del presidente Saddam Hussein a los terroristas del 11 de septiembre y la preparación de armas de destrucción masiva que planeaba utilizar contra Estados Unidos-, ni en Libia -supuesto bombardeo del ejército libio contra su propio pueblo-, ni en Siria -dictadura del presidente Assad y de la secta de los alauitas-.

El derrocamiento de un gobierno difícilmente ponga fin a la guerra. Todas esas luchas terribles y desiguales, se mantienen sin importar la tendencia o el grado de sumisión de los dirigentes en el poder.

Las primaveras sin mariposas 

Las «primaveras árabes», si bien son fruto de una idea del MI6, la agencia de inteligencia del Reino Unido, siguen el modelo de la «revuelta árabe» de 1916 y de las hazañas de Lawrence de Arabia, fueron incorporadas a la misma estrategia de Estados Unidos.

Túnez se ha convirtió en un país ingobernable. En Egipto, donde el ejército nacional logró recuperar el control de la situación, el país está tratando lentamente de levantar cabeza. Libia se ha convertido en un campo de batalla, no por obra del Consejo de Seguridad de la ONU, que adoptó su resolución llamando a proteger la población Libia, sino después del asesinato de Muammar el-Kadhafi y la victoria de la OTAN. 

Ucranianos rezagados 

Los militares ucranianos estuvieron muy rezagados. Tuvieron sistemas nuevos de defensa aérea, recién cuando recibieron algunos “stingers” (misiles tierra-aire).

Por la OTAN, los aliados le entregaron sistemas de armas antiaéreas y antitanque a los ucranianos. Ambos bandos tienen fuerzas terrestres. Ambos tienen fuerzas aéreas –paradójicamente-, de fabricación rusa.

En el lado ruso eran más grandes y estaban más modernizadas que las ucranianas, pero las operaciones clandestinas de la OTAN, el Pentágono, la CIA y de la OEA, dieron un vuelco ostensible en lo concerniente a la respuesta de Ucrania en varios frentes, no sólo para resistirse, sino para recuperar poblaciones que habían caído en manos soviéticas y que luego se recapturaron.

Ya señalamos oportunamente, con que panorama  se encontraron los ucranianos  en los pueblos y pequeñas ciudades retomadas: cadáveres, de hombres, mujeres, y niños civiles, sembrados en la calles, bajo escombros, o carcomidos  en las calles por animales muertos de hambre –tanto ucranianos como rusos-, así como habitantes torturados para que aporten datos que no conocían, abandonados a su suerte o acumulados en fosas comunes, que hicieron recordar  a los militares  nazis que mataban por la espalda, con tiros en la nuca,  para no cargar con prisioneros a los que no podían extraerle ninguna información útil para continuar con sus criminales designios.

Clarridge: “espía bebedor de ginebra” 

En junio de 1981 el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Néstor Sánchez dejó su cargo para trasladarse al Pentágono y su sustituto como jefe de los espías fue Duane Clarridge, un hombre prestigioso de la “vieja escuela”, que se había licenciado en las universidades de Brown y Columbia.

Se había incorporado a la CIA en 1955, donde mostraba sin tapujos su ansiedad por combatir a la por entonces Unión Soviética. Casi siempre vestido con traje blanco –mi abuela diría que era un pituco-, aunque fue famoso por ser un experimentado bebedor de ginebra y agresivo con sus compañeros. Para el presidente Ronald Reagan era el jefe ideal para lo que se consideraba la guerra fría.

Saddam Hussein y Yasser Arafat, dos líderes del controvertido mundo árabe

En el mundo de los espías era conocido como “Dewey” de Nueva York y se había criado en una familia republicana de New Hampshire.  Dewey había prestado servicio encubierto en Nepal, India, Turquía e Italia, donde se hacía pasar por empresario bajo el pseudónimo de “Dewey Marque” y “Dax Preston Le Barón”.

En Roma el jefe de Clarridge era Richard Gardner, quien lo tenía marcado como un individuo superficial, aunque Dewey, en Washington estableció una buena relación con el director William Casey, con el que profundizó el primer tema que trataron en conjunto: El intento de exportación de la revolución cubana y nicaragüense a América Central, así como –particularmente-, en El Salvador, utilizando el naciente, a gran escala, del mecanismo de las “operaciones clandestinas”.

Había recibido de parte de Casey una orden tajante: “Llevar la guerra a Nicaragua y empezar a matar agentes de Cuba”. Clarridge por sus operaciones clandestinas enfurecía a los diplomáticos del Departamento de Estado.

Documento secreto 

Clarridge redactó el documento secreto autorizando una guerra encubierta en América Central y fue puesto a cargo del Frente Centroamericano, con la posibilidad de utilizar fondos ilícitos de la CIA para comprar armas, municiones, mulas, armamento pesado y elementos varios para los Contras nicaragüenses opositores al gobierno.

Trabajó con las tropas de Operaciones Especiales del Pentágono y con el ayudante directo del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el teniente coronel Oliver North, para convertir a los Contras en una fuerza guerrillera.

Para Clarridge la cifra que recibía era minúscula y equivalía a lo que en una mañana descartaba un portaviones. Esa suma se debía utilizar en todo el año en Nicaragua: Evidentemente desde lo presupuestario, la suma era miserable.

Los recortes presupuestarios en el Pentágono y la CIA durante los 90 golpearon al Servicio Clandestino de la Agencia, siendo eliminadas estaciones (sedes) de espionaje en el extranjero, representando el 22 por ciento durante una década sobre el espionaje humano.

En la División de América Latina Clarridge actuaba como jefe y debía operar a “oscuras”. Se sentía bien físicamente a los 77 años y no llegó a jubilarse. Luego de fundar el Centro Antiterrorista de la Agencia y fue acusado de perjurio por su testimonio en el recordado escándalo Irán-Contras, recibiendo posteriormente el indulto presidencial.

Para resurgir como una de las principales figuras de la reunión de información en Pakistán y Afganistán.  Es que hacía el trabajo que nadie quería hacer.

La gente comandada por Clarridge, antes de la invasión a Granada, era “abominable”, según su calificación y a sus superiores les dijo que se veían en la necesidad de operar “a oscuras”.

El espía que nos ocupa, al ser indultado por H.W. Bush, en vísperas de 1992, sintió que había sido vindicado por su actuación profesional.

Enmarcó el indulto y los colgó de una pared del vestíbulo de su casa según sus memorias -escritas a fines de los 90-, bajo el título: “A Spy for all Seasons”, donde expuso detalles de sus éxitos como agente de inteligencia.

Pero, en 1996 un Comité de Vigilancia publicó un informe sobre los abusos de los derechos humanos durante una década por parte de la Agencia en Guatemala, donde se llevaron a cabo asesinatos, ejecuciones no autorizadas, torturas y secuestros por agentes de la CIA y Clarridge habría estado al tanto.  

Consultor 

Como consultor privado trabajó para el general Wayne Downing, un antiguo jefe del Mando Conjunto de Operaciones Especiales, oportunidad en la que diseñó un plan para introducir a miles de exiliados iraquíes y comandos estadounidenses en Irak para derribar a Sadam Hussein.

La propuesta tuvo el respaldo de Ahmed Chalabi, jefe del Congreso Nacional Iraquí, pero el accionar definitivo fue descartado por el comandante del Mando Central de Estados Unidos, quien calificó la operación como “Bahía de Cabras”, en alusión a la fallida invasión de Cuba.

Recaudador 

Cuando decidió el gobierno estadounidense derrocar a Sadam, Clarridge se destacó por recaudar dinero de fuentes privadas y en el 2007, en una entrevista periodística, defendió la operación. En el transcurso de la nota que se le hizo, mirando a cámara dijo: “Si no les gusta, aguántense” y más delante agregó: “Acostúmbrate mundo, no vamos a aguantar tonterías”.

Ese mismo año dictó una conferencia pública en el Estado de Arkansas sobre hasta qué punto las operaciones de inteligencia humana de la CIA se había “atrofiado a lo largo de los años”.

Al sufrir un accidente en San Diego se rompió varios huesos teniendo 79 años y se lo recuerda en la CIA por habérsele ocurrido, en una de las reuniones que presidía, minar la Bahía de Nicaragua mientras bebía ginebra.

Alquiló un departamento en un rascacielos de Leirore World, un complejo para jubilados, a 40 kilómetros de Washington, con acceso a restaurantes de comida italiana y la mayor parte del día estaba vestido de sport con zapatillas blancas, sus preferidas.

Al igual que el escritor y periodista argentino Osvaldo Soriano, le gustaban los gatos y vivir en California “donde se hacen los negocios de la inteligencia privada”, según aseguraba a sus colegas.

Es que allí se trasladaban las empresas para estar radicadas cerca del Pentágono y de la CIA, así como de la Agencia de Seguridad Nacional. Los contratistas del gobierno, en esa zona, ultra protegida conformaban un anillo alrededor de la capital.

Vencimiento del contrato 

A fines de mayo de 2010 venció el contrato del Departamento de Defensa con la Lockheed Martin, que había logrado el ex espía Michael Furlong y como consecuencia directa el dinero que financiaba la red de Dewey en Pakistán y Afganistán, se diluyó.

Y el contrato no fue renovado debido a que la CIA había enviado informes de inteligencia a comandantes en Afganistán y un mensaje especial a Kabul, el 15 de mayo de 2010, diciendo, palabras más, palabras menos, que dejaría de enviar datos para poder “preparar el cese de actividades de 200 personas del ámbito local”.

Clarridge, al día siguiente montó una página web protegida con contraseñas que le permitía continuar enviado a los militares sus informes e, incluso, se apoyó en sus amigos de suficiente dinero para mantener a flote a su red, creando Eclipse Group.

Los generales en el frente afgano recibían así informes sobre el Directorio para la Inteligencia Interservicios (ISI), y de esta manera se enteraron que dicho organismo entrenaba a pistoleros para atacar Afganistán, a la vez que les hizo saber que los espías pakistaníes mantenían oculto, mediante “arresto domiciliario”, nada menos que a Mohammed Omar, al que pondrían –se decía entre fuentes bien informadas-, como gobernador títere en el sur afgano.

Una vez más, Clarridge hacía planes exóticos a los que minaban la guerra en Afganistán, mientras continuaba convencido que el presidente Hamid Karzai negociaba en secreto con Irán para traicionar a Estados Unidos, teniendo como propósito último el de mantener el poder en Kabul.

Dewey tramó un plan para probar que Karzai era adicto a la heroína. El mismo consistía en introducir en el gobierno del afgano a alguien que obtuviera recortes de la barba del mandatario para hacerle luego análisis para detectar drogas y pasar luego los resultados a los comandantes norteamericanos en Kabul. 

Pero la suerte le hizo una mala jugada cuando Obama dijo que sostendría a Karzai en el gobierno. Y fue entonces que Clarridge no tuvo mejor idea que enviar a sus amigos periodistas y escritores pro militares que escribían thrillers de espionaje, datos comprometedores sobre el afgano. Asimismo, corrió la versión que esos mismos datos se los habría mandado a Oliver North, que era una celebridad antes de que cayera en desgracia.

Servicios de espionaje privado a full   

A partir de 2012 el negocio privado de inteligencia funcionaba a full, debido a que la CIA había externalizado servicios de análisis del sector y lo relacionado con el manejo y envío de drones para hacer controles en estaciones terrestres, así como para cargar misiles y bombas en drones en bases secretas –algunas subterráneas-, a lo que se sumaban contratos militares en negro.

En ese año, Clarridge, paralelamente a su cargo, siguió manteniendo sus contactos en Afganistán y Pakistán.

Los mecanismos de la guerra para Estados Unidos están alejados de los choques entre columnas de tanques, las que son reemplazados por operaciones de inteligencia y los monopolios de la fuerza militar ya tomaron debida cuenta de la falta de necesidad de enviar soldados al frente terrestre como están haciendo los rusos en Ucrania. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

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