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Por Ricardo Marconi (*)

Para conducir el precipitado manejo de los primeros meses de la guerra contra los terroristas de Al Qaeda y la persecución específica de Osama ben Laden, se puso a cargo a J. Cofer Black, un exjefe de la Estación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Jartum, la capital de Sudán, donde se presumía que vivía exiliado el terrorista.

Black estaba obsesionado por la captura del líder terrorista y había cultivado una imagen profesional dentro de la Agencia norteamericana, aunque fue resistido tras los acontecimientos del 11 de setiembre de 2001, debido a que cuando algunos temían que el último avión secuestrado podría dirigirse ese día a Langley, no permitió que los funcionarios del Centro Antiterrorista evacuaran la sede de la CIA junto al resto del personal de la Agencia.

Durante los días que siguieron, el director de la Agencia, George Tenet, concurría a la Casa Blanca acompañado de Black y en una de esas presentaciones diarias de informes Bush consultó a este último por la probabilidad de “infiltrar paramilitares en Afganistán para aliarlos a los “Señores de la Guerra afganos”, a los efectos de que lucharan contra los talibanes y Black respondió  que para cuando su personal hubiese acabado con Al Qaeda, “Ben Laden y sus correligionarios tendrían moscas rondando los globos oculares”. Y ese fue sólo un ejemplo de las respuestas que daba con hipérboles macabras [1].

Catálogo de complots 

Black concurría a las reuniones con Bush, llevando un catálogo de complots y conspiradores, a la vez que brindaba exhaustiva información sobre el nivel de apoyo que tenía Al Qaeda en el mundo musulmán, tema que conocía acabadamente por su experiencia profesional.

A partir de allí, los agentes de la CIA comenzaron a referirse a Black como “el tipo de las moscas en los globos oculares” o “El señor de las moscas””. Y como era de esperar la situación desencadenó disputas entre Black y James Pavitt, director de Operaciones en el extranjero, al que el segundo Tenet consideraba “débil y falto de imaginación”.

“Fanfarrón e imprudente” 

El helicóptero militar que transportó a los ‘seals’ que asesinaron a Osama Ben Laden

Pavitt, por su parte, decía de Black que era “un fanfarrón imprudente”. Habían discutido severamente en los años previos al 11-S sobre si la CIA debía aceptar, o no, al dron espía Predator armado, un elemento mortal preparado para seguir a Ben Laden en Afganistán.

El triunfo fue para Black, ya que el CTC, mediante un grupo de agentes dirigió la campaña contra Al Qaeda con el apoyo de paramilitares y Boinas Verdes del ejército norteamericano, los que lograron hacer retroceder desde Kabul a Kandahar a los talibanes.

A principios de 2002, Black abandonó el servicio clandestino y pasó a formar parte del Departamento de Estado.

En síntesis, la cabeza de mandos habitual se modificó en la CIA, ya que un comandante militar dirigía una guerra clandestina global.

Remoción de cuerpos enterrados 

En un campo de batalla tan caótico como era el de Afganistán, a 11.000 kilómetros de distancia de Washington, la primera guerra de siglo XXI, tras la partida de Black, la CIA recibió fragmentos de inteligencia y ello derivó en que docenas de Seal de la Marina, pasaron ocho días excavando tumbas en un complejo de cuevas en Zhawar Kili, en el este de Afganistán, basándose en información que decía que Ben Laden había muerto en un ataque aéreo.  Sacaron cuerpos, pero al buscado no lo hallaron.

Las presiones de Black 

El jefe de la CTC presionaba para armar a la Alianza del Norte, con la finalidad de hacerla avanzar sobre Kabul. Sin embargo, el jefe de la estación de Islamabad, Robert Grenier, luchó para que el plan no se hiciera realidad.

Grenier estimaba que ese mecanismo destruiría la relación que se había armado de manera paciente con Pakistán. El pico de la desconfianza interna en la CIA llegó cuando allí se organizó una videoconferencia entre agentes de Washington, Islamabad y el Cuartel General del Comando Central de Estados Unidos, ubicado en Tampa.

En esa ocasión, Grenier pidió más tiempo para presionar a los talibanes a los efectos de evitar una casi segura guerra civil en Afganistán.

Hank Cruptom, un miembro del CTC, designado por Black para dirigir los operativos de la CIA en Afganistán, pensaba que Grenier actuaba ingenuamente.

Sin embargo, se analizó la posibilidad de que se desencadenara una lucha descontrolada en el territorio afgano, llevando a la India y Pakistán a un conflicto en gran escala.

Finalmente, Tenet se vio en la necesidad de impulsar equipos clandestinos de la CIA en territorio afgano, en función de capturas de terroristas que luego serían retenidos en cárceles secretas, donde iban a ser sometidos a interrogatorios brutales [2].

Sólo Bush, el exvicepresidente Dick Cheney y un reducido grupo dentro de la Casa Blanca, se publicó que tomaban las decisiones sobre quien debía ser capturado, asesinado o perdonado [3] (Jackemate.com)

 

[1] Entrevista a Black en el programa 60 Minutos. 13/05/2012.

[2] Sobre la cuestión ya nos hemos extendido en otra columna. Finalmente, los apresados fueron derivados a un sector específico de Guantánamo, Cuba y a cárceles secretas.

[3] Philips Zlikow. Código de Conducción. Houston Law Reviuw. 16/4/2012.

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com

 

 

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