Por Ricardo Marconi (*)
«Nada hay más improductivo para el hombre que una idea abstracta.
Por ello, paso a exponer los hechos sin más dilaciones”
-Alexis de Tocqueville-
Entre los años de las décadas del ’20 y del ’30 se declaró una soterrada guerra mafiosa en el país del norte y la prensa, rápida para denominar con un título llamativo el enfrentamiento que dejó un reguero de sangre y cadáveres la denominó “La guerra castellamarense”.
Para hacerlo se apoyó en la “Castellamare del Golfo” ciudad maldita, como la llamaban los familiares de los muertos. Allí había nacido Salvatore Maranzano, quien junto a Giusseppe “Joe” Massería eran los capos supremos de la mafia, gobernada a la antigua.
A ellos se agregaba Salvatore Lucania, conocido como “Lucky Luciano”, -decidido a eliminarlos-, el que buscaba imponer una escuela renovadora, propugnada por Arnold Rothstein, un renovador de ese tipo de organizaciones al margen de la ley.
A “Lucky” se lo considera como “el padre de la mafia moderna”. Le cobraba protección, tanto a los empresarios como a los empleados.
Fue el creador de los 5 puntos de la mafia junto a al Capone y el objetivo no era otro que remover la estructura tradicional de la mafia de Nueva York que era antigua y poco eficiente. Los mafiosos rosarinos tenían esos puntos como el destino a alcanzar.
Cientos de cadáveres
“Varios centenares de gánsters y sicarios fueron asesinados en enfrentamientos librados en Nueva York y en otras ciudades del interior de los Estados Unidos.
Se asesinaba libremente, como se lo hace actualmente en Rosario-, tanto en la vía pública como en el interior de restaurantes y en las propias casas de las víctimas.
Incluso, los asesinos tenían tiempo –en el interior de las viviendas-, de torturar a sus víctimas para sacarles datos de sus cómplices.
Luego, los cuerpos eran arrojados a las calles y a los ríos, donde terminaban flotando o en el fondo con grandes adoquines atados a sus cuerpos examines.
Meyer Lansky, el cerebro financiero del crimen organizado y asociado a los grandes de la mafia fue advertido de lo que ocurría por uno de sus amigos y pistolero Siegel.
Pero como Meyer estaba enamorado de su esposa, esperaba un hijo y se había tomado muy en serio su futura paternidad, dejó para otro momento el tema del uso de las armas para resolver cuestiones internas.
Fue entonces que “Lucky” Luciano decidió enfrentar solo la lucha y para iniciar el enfrentamiento se apoyó en dos de sus pistoleros judíos: Abraham “Bo” Weimberg y Charlie “Sabandija” Workman, quienes se habían infiltrado en el cuadro superior de los asesinos que entornaban a Massería, con órdenes de llegar, si era necesario, al crimen.
Años antes “Joe” Massería había iniciado el largo camino de los asesinatos y uno de los hechos más trascendentes, en el terreno de la violencia, lo concretó en un garito de Majer Suchowlinsky, conocido públicamente como Meyer Lansky.
Irrupción en un garito de Lansky
Los apostadores se encontraban en medio del juego, en una de las habitaciones cuando irrumpieron 6 individuos con barras de hierro y comenzaron a golpear a los guardaespaldas y a algunos asistentes, así como a los “soplones”.
Cuatro de los atacados quedaron gravemente heridos. Antes de retirarse el líder de los agresores en italiano gritó: “Esto es una amenaza. La próxima vez los mataremos”.
Es más, cuando Lansky intentó intervenir, el cabecilla de los agresores lo frenó hierro en mano, advirtiéndole: “Cuidado, quédese quieto. Fui enviado por Massería, si me toca, el trastorno será mayor. ¿Me entiende?
Massería tras conocer que había sido identificado, consideró que ello le traería inconvenientes mortales. Así que tomó la decisión de traicionar a sus enviados denunciándolos a la policía”.
El golpe contra Maranzano
Massería no podía quedarse quieto y tomó la decisión de atacar a [1] Maranzano, asesinando en esas escaramuzas por intermedio de sus sicarios a Gasparo Milazzo, una figura importante del hampa en Detroit y poderoso elemento de la organización criminal.
El círculo comenzó a cerrarse inexorablemente en torno a Massería y Anastasio y Sealise, dos sicarios ejecutaron a Peter Morello, su guardaespaldas en el East Harlem. Luego le comunicaron a Massería que el crimen había sido consumado por hombres de Maranzano.

Los más poderosos capos mafias de EE.UU. reunidos en la Cuba de 1959
Massería, fuera de sí por la novedad mortal, contrató a gansters de afuera de la ciudad de Nueva York para que “lo ayudaran a limpiar la ciudad de enemigos” …y la guerra se extendió a Chicago, donde Joseph Aiello, un rival de Al Capone y amigo de Maranzano, fue ejecutado por pistoleros de Massería. Obviamente le echaron la culpa a Al Capone, quien se declaró inocente anteel magistrado y, por supuesto, nadie le creyó.
El 15 de enero de 1930, Ana Lansky dio a luz al primer hijo de la pareja al que le pusieron el nombre de Berrnard. En los primeros estudios los médicos detectaron que era lisiado y Ana le echó la culpa a su marido diciéndole que “Dios se vengaba de él por su vida disipada” y Meyer respondió yéndose de la casa, destrozado anímicamente.
Luciano se enteró de la situación familiar de su amigo y envió a Vincent Alo a buscarlo “donde sea” y el colaborador lo encontró en Boston.
Vincent –botellas de licor por medio-, luchó durante horas contra las emociones de Meyer y logró que el cerebro financiero de la mafia se recuperara y regresara en su vehículo a Nueva York, acompañado por Jimmy “Ojos Azules”.
Reasume el capo judío
Meyer, en su lugar, se convirtió en un hombre taciturno, aunque no cambió en el fondo su vida. Sólo que nunca habló de su hijo lisiado.
Mientras tanto, Massería seguía presionando con sus asesinos sobre los garitos y Luciano, harto comenzó a meditar sobre la necesidad imperiosa de eliminarlo. Para consumar su asesinato dio un primer paso al convertirse en el número 2 de la organización de Maranzano.
En esa posición tenía el derecho de conservar a su lugarteniente judío y el de tomar todo lo que desechaban los apostadores sicilianos, aunque seguía el escollo: Massería.
Se concreta el siniestro plan
Luciano, decidido a terminar con su enemigo visitó a éste en una de sus oficinas del este de la ciudad, en el bajo de la Segunda Avenida para explicarle que había resuelto borrar a toda la jerarquía de Maranzano. Era el 15/4/1931, en la primavera estadounidense.
Ese mismo día Luciano le sugirió a Massería que fueran a comer juntos a Coney Island donde celebrarían el “baño de sangre” que se iba a perpetrar contra su enemigo Maranzano.
Un restaurante ensangrentado
El restaurante era propiedad de uno de los amigos de Luciano: Nouva Villa Tamaro, ubicado en el 2715 de Westfifteen Street, propiedad de Gerardo Scarpato.
El dueño estuvo generoso con el vino y con la exquisita comida. Massería, como siempre se comportó como un glotón, mientras Luciano se preguntaba si su compañero de mesa no se autoeliminaría con un atracón en ese encuentro que habría durado 3 horas.
Por último, cuando todos los invitados se marcharon, Luciano se levantó lentamente y se disculpó para ir al baño, donde se encerró y se sentó en el inodoro, tal cual lo había planeado.
Un vehículo negro, revisado el día anterior por la dupla Lansky-Luciano, se detuvo frente a la puerta del restaurante, ocupado por los 4 pistoleros más confiables de Meyer Lansky –cuyo verdadero nombre fue Majer Suchowlinsky.
Se trataba de Joe Adonis, Albert Anastasia, Nito Genovese y Bugsy Siegel, que actuaba como jefe del grupo que irrumpió en el comercio y en ese instante Massería se dio cuenta de la trampa.
Intentó ponerse de pie dificultosamente, buscando una vía de escape y Bugsy abrió el fuego primero, seguido por el resto de sus cómplices.
Seis impactos dieron de lleno en el cuerpo de “Joe” y otros catorce se incrustaron en las paredes y el piso del restaurante, mientras otros comensales gritaban y escapaban corriendo mientras volaban trozos de mesas y sillas, así como de cristales y vidrios.
Lo único que Massería tenía en sus manos en el momento de caer inerte al piso era el mantel que arrastró detrás de sí, manchándolo con su sangre.
Los 4 pistoleros dejaron de disparar y corrieron al coche que los esperaba con el conductor, Ciro Terranova, el que nervioso tuvo que dar en dos oportunidades el encendido del motor.
Siegel, al advertir lo que pasaba con Terranova, tomó por su cuenta el volante, mientras Terranova aceleraba para alejarse a mediana velocidad del lugar.
Tirar la cadena del inodoro
Luciano, con suma tranquilidad, tras escuchar los disparos y el griterío infernal, seguro de probar su inocencia, tiró la cadena del inodoro, salió y se lavó las manos. Se las secó y luego llamó a la policía, a la que le relató los dolores de estómago que lo retuvieron en el sanitario, por lo que “no tenía idea de quienes eran los asesinos”.
Esa tarde, los norteamericanos rieron al leer en los diarios de mayor tiraje como Luciano “se lavaba las manos en el baño” mientras la víctima moría masacrada y agujereada como un colador.
Entre ellos estaba Maranzano que advertía como un enemigo quedaba “al borde del camino”, tras lo cual se coronó “Capi di tutti cappi”, durante un banquete en “La Gran Concourse”, situado en pleno Bronx, con lo que se ungía así en “el último emperador al estilo de la mafia”, según Lansky.
Meses después…
…el 11 de setiembre, 5 hombres se presentaron en la oficina de Maranzano, alegando ser policías. Ordenaron a los presentes a colocarse contra la pared a 12 individuos, siendo algunos de ellos pertenecientes a la guardia de Maranzano. Otros eran personas que esperaban ser atendidos.
Tres de los “policías” ingresaron al despacho del capo y sin mediar palabra, le dispararon Luego que la víctima cayera al suelo, uno de los asesinos se agachó, tomó un cuchillo que tenía en su cintura y degolló a Maranzano.
Cuando Maranzano fue asesinado, los miembros de la Familia Gambino consideraron que la amistad de Frank Scalise -quien actuaba como jefe en lugar de Massería-, con aquél podía perjudicarlos frente al nuevo poder que representaba Luciano y sus acólitos. Por ello decidieron sustituir a Scalise por Vincent Mangano.
Mangano hizo uso del poder durante veinte años, disfrutando de estabilidad y prosperidad económica, hasta el día en que Umberto -Albert- Anastasia, subjefe de la familia decidió hacerse del poder y organizó, con ayuda de Frank Costello, jefe de los Genovese, el asesinato de Mangano y su hermano Philip el 19 de abril de 1951.
De esta manera, Anastasia fue elegido ‘boss’ de la familia, pero luego de algunos años su fuerza se debilitó debido a la eliminación de sus aliados.
Albert Anastasia fue a su vez asesinado en la barbería de un hotel de Manhattan y Carlo Gambino tomó el relevo y dirigió a la familia hasta su muerte, en octubre de 1976.
Los Gambino se distinguieron en el campo de la extorsión y el control de los almacenes de los muelles, por la construcción y las obras públicas, el hotelería y la restauración, así como por el poder en los sindicatos. A comienzos de los años setenta, Carlo Gambino era uno de los jefes más respetados de la Cosa Nostra.
En 1975, Paul Castellano, primo de Gambino le sucedió en la dirección de la familia. Castellano imprimió una impronta como un hombre de negocios y dejó de lado la de gánster clásico. Fue asesinado el 16 de diciembre de 1985.
A la salida del Spaks Steak House, un restaurante de Manhattan, en una espectacular operación criminal organizada por John Gotti, un ambicioso “capitán” de la familia Gotti, conocido entre los mafiosos por salir siempre libre de las causas como “Don Teflon”.
Otros cuarenta jefes mafiosos de la vieja guardia, en breve lapso, siguieron el mismo camino, aunque sólo Maranzano tuvo un extravagante funeral con inmensas coronas que llenaron imusinas alquiladas.
Así, “Lucky” Luciano, de 34 y Meyer Lansky, de 29 años se encaramaron en el pináculo de la organización del crimen estadounidense, sentados sobre una gran fortuna, por lo que el uso de la violencia, para ellos, ya no era necesario, por lo que la Cosa Nostra, la Unione siciliana y la Kosher Connection no significaban nada. Sólo tenían un interés común: Seguir facturando. (Jackemate.com)
[1] Acerca de Capone, específicamente hay en preparación, para Jacke Mate.com, una detallada investigación.
(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com