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Por Ricardo Marconi (*)

Cómo habrá sido de escandaloso el reparto de tierras tras la Conquista del Desierto, que hasta los propios militares avergonzados, junto a los especuladores, que como aves de rapìña siempre están listas para hacerse de despojos protestaron públicamente,  y en voz baja, por el atropello de que se consideraban afectados.

«Lejos de asegurar tierra a sus protagonistas criollos y gauchos estableciendo una distribución justa y adecuada de la misma, pasará a manos de agiotistas, acaparadores, viejos y nuevos latifundistas que acrecentarán su poderío político y económico y les asegurarán el connubio de intereses externos», expresó uno de los que se consideraron afectados.

Manuel Prado, que participó en la campaña con el grado de comandante incorporado a la columna de Villegas, escribió: «los soldados habían conquistado veinte mil leguas de territorio. Y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió, sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo.

Al verse después, en muchos casos, despilfarrada la tierra pública, marchanteada en concesiones fabulosas de treinta y más leguas, al ver la garra de favoritos audaces clavadas hasta las entrañas del país, y al ver cómo la codicia les dilataba las fauces, y les provocaba babeos innobles de lujurioso apetito, daban ganas de maldecir la gloriosa conquista, lamentando que todo aquel desierto no se hallase aún en manos de Reuque o Sayhueque. Pero así es el mundo, “los tontos amasan la torta y los vivos se la comen».

Los beneficiados con la conquista del desierto

En el análisis histórico titulado ¿Quién se quedó con el desierto? (1979), Silvia Cristina Mallo da a conocer un pormenorizado detalle de las familias y particulares que más se han beneficiado al término de la Campaña al Desierto emprendida por el ministro de Guerra, teniente general Julio Argentino Roca (1878-1885).

Vamos a ver el nombre de un ex presidente de la Nación, Victorino de la Plaza;  de un hermano de Roca, Rudecindo Roca;  del padre del aviador Jorge Newbery,  Rafael Newbery; de un unitario,  Salvador del Carril; y el padre del ex presidente radical Marcelo T. de Alvear,  Torcuato de Alvear; por nombrar algunos. La mayoría, se distinguía por ser amigo del general Roca.

Números y cifras exponen la culminación de una empresa que terminó robusteciendo las riquezas terrenales de unas pocas familias oligárquicas y de raigambre militar, varios de cuyos integrantes promovieron una política agropecuaria liberal y de espaldas a los intereses nacionales, tal los dictámenes de la división internacional del trabajo, regido desde su epicentro ingl

No se pone aquí en duda la acción llevada a cabo contra las tribus maloneras que atormentaban los mojones fronterizos y sus economías, sino, más bien, la terminación que tuvo la misma.

El elemento criollo, en esta etapa de la vida argentina, fue empleado para beneficiar a los que a continuación mencionamos, pues, luego de transcurridos los hechos de sangre y fuego, en los que puso lo mejor de sí, el gauchaje mal pago, vuelve a su morada y se halla con que nada le había quedado ya.

Jorge Oscar Sulé, citando al Comandante Prado, va a indicar este cuadro paupérrimo vivido por los paisanos de los fortines y comandancias: «Cuando nos manden a la basura por inútiles, iremos todos ladrando de pobres, sin pan para los cachorros mientras ellos -los proveedores aventureros-, serán ricos y panzones, cebados con sangre de milicos, dueños sin que les cueste un medio, de todas estas tierras que dejamos jalonadas con huesos de nuestras osamentas».

Vicente Quesada recordará una frase de Roca a poco de andar su primera presidencia: «El capital inglés es el mito del progreso», y vaya si se lo ha llamado a los proveedores de Albión para sacar los provechos ganados a través del pobre gaucho de nuestros fortines.

No quedan dudas –según Mallo-, que la incorporación de tanta tierra se llevó a cabo en un proceso harto desigual. Prado anota en La Guerra al Malón, que gauchos y milicada «habían conquistado veinte mil leguas[1] de territorio y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron -siquiera en la ‘estercolera’ del hospital- rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo».

En ese marco histórico transcurre buena parte del drama del Martín Fierro de José Hernández. Aquí comienza a gestarse el matrerismo y la domesticación de nuestro ser nacional por excelencia, y de no ser por el manifiesto de la obra martinfierrista, pocos sectores de la vida nacional acusaban esta penosa realidad.

Algunos periódicos argentinos de entonces se hicieron eco de la situación, por lo que seguían «reclamando por la desenfrenada fiebre de tierras y por la especulación que ello entrañaba, fraude y más fraude», anotó la revisionista Cristina Minutolo de Orsi, para quien, no obstante, hay que saber diferenciar la buena intención de Roca al momento de asumir como presidente en 1880, en tanto que el teniente general, mal o bien, tiene por eje principal «la grandeza de la Nación». A su vez, la premisa se sostiene por el intelecto y la creación de sus hombres ministeriales y por «la fiebre creadora que a todos (ellos) animó».

Antes de pasar al infame listado de los que se enriquecieron tras la empresa roquista, Sulé agrega que «lejos de asegurar tierra a sus protagonistas criollos y gauchos estableciendo una distribución justa y adecuada de la misma, pasará a manos de agiotistas, acaparadores, viejos y nuevos latifundistas que acrecentarán su poderío político y económico y les asegurarán el connubio de intereses externos».

Propietarios de más de 30.000 hectáreas 

En el rango de propietarios de más de 30 mil hectáreas vale apuntar a Martínez Carlos, 250.000 hectáreas; Unzué, Saturnino 250.000; Ugarte, Marcelino, 177.500; Penco, Juan 145.000; Poviña, Luis 135.000;  Del Carril, Salvador 130.000; Drysdale, Tomás 122.500; Cambaceres, Antonino 120.000; Armstrong de Elortondo 102.500; Bares, Juan 102.500; Fontán, Felipe 102.500; Mattaldi, Eugenio 102.500; Alvear, Diego de 97.500; Alvear, Torcuato 97.500; Drysdale, José 95.000; Pradere, Francisco 95.000; Drysdale, Juan 90.000; Casbas, Juan 87.500; Tornquist, Ernesto 82.550; Naveyra, Manuel 80.000; Piñeyro, Francisco 80.000; De la Torre, Ambrosio 80.000; Alston, Juan 75.000; Castex, Eduardo 67.500; Mezquita, Marcelino 67.500; Leloir, Alejandro 62.500; Belastegui, Melchor 60.000; Berraondo, Martín 60.000; Cañas, Juan 60.000; Duggan, Tomás 60.000; Humphreys, Federico 60.000; López, Ramón 55.000;  Nazarre, Pedro 55.000; Read, Jorge 55.000; Bemberg, Otto 50.000;  Casbas, Miguel 50.000; Parera, Faustino 50.000; Quintana, Bruno 50.000; Real, Jacinto 50.000; Corbett, Jorge 47.500; Pico, Pedro 47.500 y De la Plaza, Victorino 47.500.

Vale agregar a Serantes, Teodoro 47.500; Greene, Juan B. 45.000; Ham, Santiago 42.500; Roca, Rudecindo 42.500; Costa Argibel, Andrés 40.000; López, Cecilio 40.000; Molina, Agustín 40.000; Newbery, Rodolfo 40.000; Paats, Guillermo 40.000; Quintans, Francisco 40.000; Scaravelli, Aníbal 40.000; Bourde, Alfonso 40.000; Bourde, Juan 40.000; González Cháves, A. 37.500; Ricketts, Jacobo 37.500; Bustos, José 35.000; Fernández, Alberto 35.000; Bianchi, Sebastián 32.500; y Durañona, Mateo 32.500. 

Familias con más de 30 mil hectáreas

Fueron  “beneficiados”  con más de 30 mil hectáreas: Shaw, Juan é hijos 147.500; Chas, Tomás y Joaquín 60.000; Devoto, Antonio y Bartolomé 60.000; Pradere Hnos. 52.500; Quintana Hnos. 40.000; y comenzaron a ser copropietarios, Cassey E. y Moss, J. 270.000 hectáreas; Belloq y Larramendi 60.000; Grigg y E. Mullhall 55.000; Paso, Demaría y Rosa 55.000; Lartigue y Pla 47.500; Herrera y Balcarce 40.000 y Fernández y Poblet 35.000. Dos compañías también resultaron beneficiadas con el reparto: Luro, Santiago y Cía. 100.000 hectáreas y Mallman y Cía. 65.000. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

Fuente: [1] Gabriel O. Turone;  Mallo, Silvia Cristina. «¿Quién se quedó con el Desierto?», Revista «Todo es Historia», Mayo 1979, Nº 144, Año XII; Sulé, Jorge Oscar. «Los Heterodoxos del ?80», Instituto de Investigaciones Históricas «Juan Manuel de Rosas» de General San Martín, Villa Maipú, Prov. de Buenos Aires, 2008; Triana, Alberto J. (Padre Aníbal Röttjer). «Historia de los Hermanos Tres Puntos», Segunda Edición, Buenos Aires, 1958 y Contrainfo

 

 

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