Hora local en Rosario:
Comparte este Articulo...

Caso todos los escritores argentinos suelen desaparecer antes de su muerte. Este curioso destino está relacionado con la  política, con la literatura. Y nos pasa con aquellos que mejor nos representan. Ernesto Sábato murió hace unos días a los 99  años de edad, sólo a unos cincuenta y cinco días de la celebración de sus cien años. Creo que ha sido mejor, ya que si llegaba a los 100 hubiera provocado no pocos agravios.

Sábato, a quien yo admiraba, era censurado por algunas cosas ciertas y por otras que se mantuvieron en el olvido. Los argentinos, como asesinos de la memoria. Son verdaderamente hábiles. No nos parece extraño que un libro de un pensador francés, Pierre Vidal-Naquet, dedicado a ese tema termine el libro con la letra de “Cambalache”, del inolvidable Discepolín. Cuando él escribió ese tango el país era el que él nos contaba en su letra. Hoy las cosas siguen igual y “Cambalache” puede ser escrito otra vez como en 1935.

En el caso de Sábato ese odio que hizo sentir a algunos, es anterior: al menos dos o tres generaciones lo vapulearon por distintos hechos y por cierto se tragaron algunos que no era conveniente recordar. Lo mismo pasó con otros escritores, como Borges, Cortázar, Marechal, Martínez Estrada, Mallea, entre otros. Se lo odia particularmente por que suponen que fue él quien inventó la teoría de los dos demonios. Pero eso nadie tiene que inventarlo, fue  la vida del país durante unos largos y feroces años, pero para muchos no era necesario recordarlo. Mejor el olvido y el asesinato de ciertas memorias.

La última edición de las obras de Sábato que tenemos son los once volúmenes que publicó La Nación en el 2006. No he podido releer esos tomos, pero al menos los he abierto y los he ojeado, deteniéndome en muchos párrafos que me ofrecía el azar. Otros los he buscado para certificar los equívocos de mi memoria. Además, quería ahondar a qué momentos de mi  vida estaban ligadas esas lecturas. Creo que el primer libro de Sábato al que me entregué fue a “Uno y el universo”, si bien es probable que alguien en mi casa me hiciera leer algunos de los textos que publicaba, sin firma, en la revista “Sur”.

Era algo así como un calendario de las atrocidades nazis que contrastaba en un país al que, tanto el nazismo como el fascismo o el franquismo eran sostenidos por mucha gente. Incluso comentó, yo tendría nueve años, como un general argentino (no recuerdo su nombre) iba a ofrecer dos conferencia para demostrar la imposibilidad de que los aliados desembarcaran en algún lugar de la costa francesa.  Pudo dar solamente una de sus charlas, pues entre la primera y la segunda los aliados tuvieron el mal gusto (para ese general y sus seguidores) de invadir Normandía.

‘El cambio fue notable’

Después de la revolución de 1955, se le ofreció la dirección de “Mundo Argentino”. El cambio fue notable, pero no duró mucho pues Sábato renunció a ese cargo cuando descubrió que unas cuantas comisarías se había torturado a gente del peronismo. Y más adelante participó en la polémica de Martínez Estrada con Borges en la revista “Ficción”. Sus palabras indicaban claramente que estaba al lado de Martínez Estrada. Esa polémica ocurrió hacia el año 56.

Después llegó el momento de la lectura de “El túnel”. Vi un ejemplar del libro en la vidriera de Peláez, librería que quedaba por la calle Córdoba, creo que entre España e Italia. En una faja editorial se decía que el libro había sido recomendado por Camus para que se tradujera al francés. Si bien el libro, por ese entonces, no me resulta tan estremecedor como “El extranjero”, era indudable que estaba escrito con el mismo clima, el mismo otoño que el de Camus. Es un libro que debe ser leído otra vez, estimo que es necesario hacerlo.

Por esos años apareció “Heterodoxia”, que tenía la misma intención que “Uno y el universo” que pienso que lo superaba. Por ese tiempo comencé a encontrarme con gente que no sentía el mínimo aprecio por Sábato. Esa actitud se hizo más notoria cuando publicó “Sobre héroes y tumbas”. Fue por ese entonces que una revista que estaba de moda pagó no sé cuanto para que un crítico escribiera un brulote sobre esa novela.

Años después conocí a ese autor, que ya no estaba muy convencido de esa censura un tanto ácida. Por ese motivo no lo nombro, pero sobre todo porque en realidad creo que sería un error mencionarlo. Era en realidad un excelente poeta.

Tuve oportunidad de conversar con Sábato dos veces, cuando había sido invitado por mi padre para que hablara. En ambas oportunidades tuvimos tiempo de charlar largo y tendido y pude descubrir que las actitudes de Sábato resultaban molestas para el  personal del hotel. Por un lado porque exigía que la cama fuera puesta en otra dirección y no la que tenía.

También eligió cuidadosamente la mesa donde nos sentamos para comer. Con mi padre logramos convencerlo que hablara con los mozos para exigir un cambio. Por suerte lo tomó como algo gracioso.

Ahora que he puesto todos esos libros de la edición del 2006 sobre la mesa me afirmo en mi convicción que Ernesto Sábato ha sido uno de los grandes escritores. Me he negado a leer sobre lo que se ha escrito sobre él en estos días posteriores a su muerte, prefiero pensarlo como lo pensaba antes que la enfermedad solamente lo dejare pintar, una de sus grandes pasiones. Como muchos argentinos Sábato seguirá siendo molesto para quienes hacen sus comentarios con anteojeras.

La misma historia que se repite 

No dudamos que habrá muchos que escribirán irónicos comentarios y dejarán de lado a Sábato. Irónicos y por cierto inteligentes, pues entre aquellos que sienten ese fastidio hacia él lo son. La misma historia que se repite: lo hicieron con Borges, con Martínez Estrada y ahora con Cortázar.

Hay algo relacionado con nuestra ciudad y Ernesto Sábato. Cuando él era joven, afiliado al partido comunista, necesitó hacerse una operación de urgencia y vino a Rosario.  Llegó aquí para internarse clandestinamente en el sanatorio Británico. Ese hecho está mencionado, que yo sepa, en una de las obras que le dedicaron. Pero en los ficheros del sanatorio no existen datos sobre ese pasar, lo que era lógico. Se trataba de algo clandestino hasta en los mínimos detalles. Era lógico que eligiera ese lugar, pues uno de sus creadores fue el doctor Lelio Zeno, que tenía una enorme simpatía por la revolución rusa.

De hecho, junto con Elías Castelnuovo viajaron a Rusia cuando se libraba la guerra civil entre los rojos y los blancos. En las memorias del escritor se cuenta con prolijidad y posiblemente sin objetividad alguna, la historia de ese viaje que estuvo lleno de peripecias. Esas memorias de Castelnuovo se publicaron, creo, en 1974. Ignoro si todavía se consiguen. En aquella estupenda serie de “Genio y figura de…”, aparecieron dos volúmenes dedicados a Sábato. Uno realizado por Carlos Catania, santafesino y excelente narrador. La otra era de una mujer pero me ha resultado imposible conseguir ese libro que alguna vez tuve.

Me siento bien por haber conocido a esos escritores, beneficio que debo tanto a mi viejo como al diario. Sin decir lo que no tengo ganas de decir, por respeto a quienes mencionaré, Borges y Sábato no se tenían creo el menor cariño. Y los dos supieron expresármelo. Es cierto, hay un libro que recoge un diálogo entre los dos, pero se trata de algo que requirió de ciertas actitudes de mala fe para lograr reunirlos, hecho por cierto que siempre se negó. (Jackemate.com)

 

Por Gary Vila Ortiz

 

Déjanos tu Comentario
Comparte este Articulo...