La progresista Barcelona le dijo ‘adéu’ (adiós) a las corridas de toros. Unos 20 mil aficionados llenaron la plaza Monumental de la ciudad condal para asistir a la última corrida en la región catalana, tras haber sido prohibida por el Parlamento de Catalunya. Pero en España las corridas de toros son pasión de multitudes, y por ello generan amores y odios.
José Tomás, Serafín Marín y Juan Mora, fueron los últimos tres toreros que actuaron en la noche barcelonesa, quienes fueron sacados en hombros del estadio en el histórico día en Barcelona, donde los aficionados gritaban "torero, torero" y "libertad, libertad".
En el final de esta histórica jornada, se produjeron leves altercados entre manifestantes contra las corridas y defensores de los toros.
El Parlamento de Cataluña había prohibido las corridas en una histórica votación en julio del año pasado, y la de este domingo era la última antes de la entrada en vigor del veto, desde el próximo 1º de enero.
La ‘Monumental de Barcelona’ fue construida en 1914 y era la única plaza de toros en funcionamiento en Cataluña, una región donde la afición es menor que en otros lugares de España como Madrid, Andalucía o Valencia.
Según una encuesta difundida por el canal de televisión La Sexta, el 37,8% de los españoles se declaran admiradores de las corridas, frente a un 50,8% de antitaurinos.
Este porcentaje es mayor en Cataluña, según el sondeo, donde sólo el 17,1% de los encuestados apoya la fiesta.
Al margen del breve altercado al finalizar la jornada, la última corrida en Barcelona estuvo marcada por el ambiente festivo, con aplausos y ovaciones a los toreros, y algunos gritos reivindicativos.
Los toros pasaron de rito a juego y fiesta y después a espectáculo. Se mantuvieron vivos cuando aún no se escondía la muerte. El ruedo queda en silencio cuando el matador entra a matar. En los estadios, cuando el delantero se dispone a ejecutar un penal.
La espada penetra y mata, pero no asesina, al toro. El futbolista patea la esférica para que esquive al portero y entre en un rectángulo. La dimensión simbólica del ser humano ha cambiado.
Antes artistas e intelectuales veían los toros como el único enlace vivo con el hombre antiguo. La lucha del ser humano contra el toro, que simbolizaba sus instintos primarios, la energía fecundadora, la muerte como cómplice de la vida estetizada en un arte. Hoy la tauromaquia es vista como un tauricidio, y el matador es la bestia, el hombre primitivo e irracional. (Jackemate.com)