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Por Ricardo Marconi (*)

Hay informaciones rusas clasificadas que, al surgir a la luz pública, no son confirmadas por nadie. Entre ellas están las que hacen referencia a que Konstantín Tsiolkovski, habría recibido –para aportar los conocimientos espaciales-, mensajes telepáticos de una nube con formato de cruz, mediante la cual accedió a la fórmula de un modelo de nave espacial, en un tiempo en que Rusia no se hallaba concentrada en el desarrollo del viaje hacia otros mundos. Él siempre expresaba a quienes quisieran escucharlo, que “sabía que había otros seres en el espacio y que eran seres de luz”.

Más allá de si ello es cierto o simplemente divagaciones, lo concreto fue que Estados Unidos y Rusia comenzaron a establecer acuerdos científicos que desencadenaron en el tiempo el Programa MIR ruso y, en el mismo, se insertaron astronautas soviéticos y norteamericanos.

Tsiolkovski, ¿un adelantado de la era espacial rusa?

Konstantín Tsiolkovski nació en Izhévskoye, en la provincia de Riazán, al sur de Moscú y su padre, Makary Edward Erazm Ciolkowski, era un guardabosque nacido en Polonia, de fe católica que emigró a Rusia, mientras que su madre era de origen tártaro.

Tsiolkovski fue un autodidacta que proviniendo de una familia de bajos recursos, se vio obligado a educarse en las bibliotecas de Moscú, con los libros de su padre, pues no podía frecuentar la escuela por razones económicas.

Para colmo, a los 10 años, una fiebre le produjo como resultante una pérdida de audición y su discapacidad lo motivó para superarse y probar que podría ser tan bueno como las personas sin ella.

Publicó más de 500 trabajos sobre los viajes espaciales y temas relacionados, incluyendo el primer proyecto conocido como el ascensor espacial.

Cuadernos 

Sus cuadernos están llenos de bosquejos de cohetes de propulsión líquida y   diseños detallados -con las paletas de manejo-, del extractor para el control direccional, cabinas presurizadas dobles para proteger contra los meteoritos, minuciosos diseños de cámaras de combustión, giroscopios para el control de altitud, asientos de descanso para proteger a astronautas contra la aceleración durante el despegue y bolsas de aire G para salir de la nave al vacío del espacio.

El trabajo básico de Tsiolkovski, después de 1884, se conectaba a cuatro grandes problemas: la justificación científica de un globo metálico (dirigible), la del aeroplano aerodinámico y la del tren que se desliza por el aire.

Luego comenzó a ocuparse de la mecánica del vuelo controlado y como respuesta a sus estudios diseñó una aeronave junto a Nikolái Zhukosski, estudiante de Stolétov.

El viento ruso

Tsiolkovski propuso la idea del dirigible y construyó su modelo, creó los mandos de vuelo automático y circuitos para el control de elevación. En 1897 inventó el primer túnel de viento ruso, e incluyó su proceso experimental.

Al ser promovido como maestro, en el período 1892-1935 vivió y trabajó en Kaluga. Su existencia transcurrió en lo que hoy es una parte de un complejo transformado en museo desde 1904 y, a su fallecimiento en 1935, fue allí reconocido como científico.

También allí escribió y publicó sus teorías de vuelo espacial y de recorridos interplanetarios. No poca cosa teniendo en cuenta que se educó a sí mismo.

El futuro de la humanidad

En Kaluga escribió Filosofía Cósmica, soñando sobre el futuro distante de la humanidad, incluyendo la conquista eventual del espacio, a la vez que fue un decidido defensor de la posible vida en otros planetas, respecto de la que acuñó la frase: “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia”.

En 1902, el físico-matemático diseñó una nave a retropropulsión para viajes interplanetarios, guiándose en los diseños y el prototipo denominado “autobólido”, que había diseñado el ingeniero peruano Pedro Paulet.

En 1919 lo designaron miembro de la Academia Socialista de Ciencias Sociales. Sus ideas hicieron posible que el ser humano pusiera en órbita el primer satélite artificial que, poco después, volara por primera vez al espacio cuando Yuri Gagarin lo colocó en órbita alrededor de nuestra casa universal, en un cohete construido según los principios establecidos por Tsiolkovski.

Tras civilizaciones extraterrestres 

El gobierno estadounidense tras conocer los adelantos espaciales soviéticos envió sus astronautas a estaciones rusas, -dicen los que están en el desarrollo espacial-, para unificar esfuerzos, con la finalidad última de contactar civilizaciones extraterrenas.

Por esos tiempos, vale recordarlo, se inició una etapa de 13 años de secretismo que luego, en el tiempo desembocó, al parecer, en asombrosos descubrimientos que aún no han sido dados a conocer, debido a acuerdos de confidencialidad mutua.

A esta altura es imprescindible apuntar que el programa espacial ruso, controlado por la Agencia Federal Rusa, conocido como “Roskosmos” tenía como objetivo desarrollar iniciativas astronáuticas y su administrador en jefe fue Anatoly Perminov.

Con el tiempo, las insuficiencias económicas de los rusos abortaron proyectos como el del transbordador Burán, el cohete Energía y su sucesor Energía II, así como la Estación Espacial MIR 2.

Investigaciones rusas

Fuera de lo que a algún lector seguramente le parece una historia de Ciencia Ficción, surgió –extraoficialmente-, que científicos soviéticos habrían propuesto, en sus investigaciones, internarse en el espacio profundo.

Para ello habían diseñado el envío al espacio de 100 seres humanos por tiempos extensos –casualmente hay una serie norteamericana que se denomina Los 100-, que ya cubrió varias temporadas.

Los viajeros deberían ir reponiendo partes del cuerpo humano que se desgastaran, reemplazándolos con órganos sintéticos con el objetivo de lograr la inmortalidad en el 2045, con cerebros humanos digitalizados.  (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo  – rimar9900@hotmail.com

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