Japón tardó un mes en admitir la realidad del accidente de Fukushima. Finalmente, el Gobierno de Tokio admitió que el desastre merece un siete en la escala de sucesos nucleares (en la escala internacional del 0 al 7 de accidentes nucleares INES, por sus siglas en inglés) debido a los altos niveles de radiación detectados tras las fugas de la central, lo que le sitúa a la altura de Chernóbil.
El portavoz Yukio Edano afirmó en su habitual rueda de prensa que el Gobierno va a anunciar en breve esta medida, que ya habían adelantado fuentes gubernamentales a la agencia Kyodo.
Fukushima no es un "accidente sin impacto significativo", como declaró durante semanas; tampoco es un "accidente con riesgo fuera del emplazamiento", como mantuvo durante un mes. Fukushima es "un accidente grave", un nivel siete.
Según informa en su página digital la televisión pública NHK, la Comisión de Seguridad Nuclear de Japón ha optado por tomar esta decisión tras tener en cuenta los amplios efectos de los escapes radiactivos en la salud de los habitantes y en el medioambiente de la zona afectada, el nordeste de Japón.
El mismo medio asegura que las autoridades tienen previsto hacer pública esta decisión en una rueda de prensa a lo largo del martes. Los expertos internacionales insistían en que el accidente debía ser calificado de nivel 6 en la escala internacional INES (que va de 0 a 7), un mes después,
El viejo Imperio del sol naciente aún mantenía el nivel 5, similar al accidente de Harrisburg (Estados Unidos, 1979) en el que apenas hubo escape, según publica en su sitio digital el matutino madrileño ‘El País’.
El organismo de control japonés ha dicho además que sus cálculos preliminares señalan que la cantidad de exposición externa a la radiación de Fukushima ha alcanzado el límite anual de un milisievert en zonas situadas a más de 60 kilómetros al noroeste de la planta y a unos 40 kilómetros en dirección suroeste.
En el radio de 20 kilómetros de zona de exclusión, ampliado ayer por el Gobierno, la cantidad de radiación varía de uno a 100 milisieverts por hora, mientras que en la zona comprendida entre los 20 y los 30 kilómetros de la central, la cantidad se reduce a niveles inferiores a 50 milisieverts.
La Comisión de Seguridad Nuclear de Japón ha realizado estas estimaciones sobre la extensión de la radiación con el Sistema de Predicción de Información sobre Dosis en Emergencias Medioambientales.
Ampliación de la zona de exclusión
La central nuclear de Fukushima retrocedió este lunes último durante 49 minutos al punto de partida, a la crítica situación que vivió tras el tsunami justo un mes antes. Un terremoto de magnitud 6,6 en la escala de Richter a 68 kilómetros de Fukushima dejó a la planta sin suministro eléctrico y sin refrigeración entre las 17.16 y las 18.05 (hora local japonesa).
La pérdida de energía externa tras el tsunami del 11 de marzo dejó a cuatro de los seis reactores de la central en tan mal estado que, tras treinta días de trabajo, Japón no logra controlarlos ni aventura cuándo podrá llevarlos a una parada fría, a lo que se suma el anuncio de que ahora Fukushima se ha convertido en el peor desastre nuclear de la historia junto con Chernóbil.
El Gobierno japonés admitió que tendrá que ampliar la zona de evacuación incluso a pueblos situados a 40 kilómetros debido a los altos niveles de radiactividad, pero lo hará sin prisa, a lo largo de un mes. Quizá ahora tras las recomendaciones de la Comisión de Seguridad Nuclear de Japón este plazo se acelere.
Que en Litate, un pueblo de 7.000 habitantes a 40 kilómetros al noroeste de la nuclear, hay altos niveles de contaminación no es ninguna sorpresa. El 25 de marzo, dos semanas después del tsunami, los partes del Gobierno japonés ya detectaban una contaminación por cesio-137 en el suelo de 163.000 bequerelios por kilo (500 veces más de lo permitido en la UE). El cesio-137 tarda unos 300 años en desaparecer.
La organización ecologista Greenpeace y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) alertaron de que Litate superaba los niveles de contaminación a partir de los cuales era recomendable la evacuación.
El aviso del OIEA se produjo el 29 de marzo, pero el Gobierno japonés ha ido a remolque. Primero fijó un área de exclusión de 20 kilómetros, después recomendó que, voluntariamente, se fueran los habitantes a menos de 30 kilómetros y ayer, su incansable portavoz, Yukio Edano, anunció que ampliaría el perímetro para evacuar tres pueblos más (Litate, Katsurao, Namie) y zonas de las localidades de Minami Soma y de Kawamata.
"No hay razón para evacuar inmediatamente", declaró Edano y añadió que les mueve el temor a los efectos de la radiación a medio plazo. Además, el Ejecutivo anunció que se pondrá serio con los residentes que, ignorando la recomendación, siguen en la zona de exclusión.
Desde el 13 de marzo, las autoridades japonesas han medido la radiación a 131.604 personas. De ellas, 102 presentaron contaminación en la ropa, pero ninguna contaminación corporal por encima de los límites.
En Litate y Kawamata se han realizado mediciones en 946 niños para estudiar la acumulación de yodo radiactivo en su glándula tiroides, sin que se hayan detectado niveles superiores a los fijados por Japón, según el Consejo de Seguridad Nuclear.
"Nos parece bien esta decisión, pero deberían haberla tomado antes", explicó por teléfono Greg McNevin, del equipo de Greenpeace en Japón. No es la primera vez que la realidad obliga a corregir las optimistas previsiones del Gobierno de Tokio.
La organización afirma que la gente que aún vive alrededor de Fukushima podría recibir una dosis de radiación de cinco milisievert al año, "que fue el umbral de evacuación en Chernóbil".
Las mediciones muestran que la dispersión de las partículas radiactivas no es uniforme. Aunque los vientos dominantes van hacia el Pacífico, hay una lengua de contaminación hacia el noroeste, que es la que engloba a Litate.
Información confusa
La eléctrica dueña de Fukushima, Tokyo Electric Power (Tepco), anunció ayer que ha dejado de tirar al mar agua radiactiva, después de un vertido de 10.400 toneladas a lo largo de una semana cuyo efecto sobre el medio ambiente es imprevisible.
En principio estaba previsto arrojar al océano 11.500 toneladas, el equivalente a 4,6 piscinas olímpicas, aunque solo una parte, 9.000 toneladas del líquido radiactivo han acabado en el medio natural por ahora. Se trata de una etapa crucial en la lucha de los equipos de emergencia para estabilizar los reactores y detener las emisiones de radiación.
La prueba de la fragilidad de los trabajos para refrigerar la central se vio ayer con la réplica de la tarde, de magnitud 6,6 (aunque inicialmente fue calificado de 7,1), que generó una alerta de tsunami que no llegó a producirse. Dos personas murieron en las prefecturas de Fukushima e Irabaki.
El seísmo obligó a evacuar a los trabajadores de la central y Fukushima quedó de nuevo sin refrigeración -tan solo con la ayuda del agua lanzada desde coches de bomberos-, la peor situación para una nuclear.
La refrigeración es esencial para enfriar el combustible del reactor y de las piscinas y evitar así la fusión del núcleo. Esta madrugada se ha registrado un nuevo seísmo de magnitud 6,3 en la provincia de Chiba, según informó la agencia metereológica nipona, una intensidad que no activó la alerta de tsunami pero que hizo temblar los edificios de Tokio.
Según Tepco, cuando retomó la inyección de agua dulce los cuatro reactores más afectados seguían estables. El problema es que casi nadie sabe a ciencia cierta eso qué significa, porque los datos de la central son escasos.
El Congresista demócrata Edward J. Markey mostró la semana pasada en Washington un correo electrónico que le había enviado la Agencia Nuclear de EE UU (NRC) según el cual temía que el núcleo del reactor dos estuviese fundido y hubiera salido de la vasija.
Ese panorama es peor que el que presentan las autoridades japonesas, aunque la NRC matizó después que no tenía claro si eso había ocurrido. La situación refleja la incertidumbre en la que aún se mueven los expertos.
Ingenieros de todo el mundo escudriñan los datos que Japón hace públicos para intentar aventurar cuál puede ser la situación en el interior de los reactores. La NRC tiene expertos en Japón desde el primer día y la Embajada estadounidense en Tokio recomienda a sus ciudadanos que se mantengan a 80 kilómetros de la central (para enojo del Gobierno japonés) y les ha repartido pastillas de yoduro potásico. El yoduro potásico a altas dosis satura el tiroides e impide la absorción de yodo radiactivo.
China y Corea del Sur han criticado la gestión de la crisis atómica por parte del país vecino, hasta el punto de que Seúl le ha llamado incompetente. Dentro de Japón, las críticas han sido también fuertes, aunque tamizadas por el afán de no crear tensión adicional, en medio de los esfuerzos de rescate y reconstrucción del terremoto y el tsunami.
Un mes después del seísmo, el país guardó ayer un minuto de silencio a la hora exacta en la que ocurrió (7.46, hora española). Y con motivo de este aniversario, Masataka Shimizu, presidente de la compañía gestora de la central nuclear, Tepco, se desplazó a la zona de la catástrofe para pedir perdón a todos los afectados por la situación.
Sin embargo, según Kyodo, el gobernador de la provincia, Yuhei Sato, se negó a recibirle. El recuento de víctimas sigue subiendo con cada nuevo balance que ofrecen las autoridades: el recuento de víctimas mortales ya supera las 13.000 personas, mientras que los desaparecidos son casi 14.000.
Desde el 11 de marzo, dos réplicas han superado el siete en la escala de Richter. Una de esas grandes réplicas, de 7.1, dejó el pasado jueves con problemas de alimentación eléctrica a las nucleares de Higashidori y Onagawa y en la planta de enriquecimiento de uranio de Rokkasho, aunque según el OIEA ya han recuperado la normalidad. (Jackemate.com)