Hora local en Rosario:
Comparte este Articulo...

 

 

 

 

Por Ricardo Marconi (*)

Todo comenzó cuando el vicealmirante Dennis Blair fue convocado por la Casa Blanca para ser el primer militar designado para conducir la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y también fue el primero en tomar contacto con una nueva herramienta de vigilancia, que dicho organismo había tomado prestada de la fuerza aérea para espiar en Bosnia. La CIA tenía en su poder una nave que era considerada como un desgarbado insecto que habían llamado RQ-1 Predator. La idea era utilizarla para espiar tropas serbias.

En este tiempo, Sir Richard Dearlove creció en la clásica tradición del espionaje británico y al concluir su formación profesional se lo envió a cumplir, ente otros servicios, al continente africano.

Dearlove se había licenciado en el Queens College de Cambridge, donde habría sido reclutado para trabajar en los servicios de inteligencia británicos para ser destinado a África, Europa y Washington, llegando a ser jefe del MI6.

Se hallaba circunstancialmente en la sala de operaciones el Centro Antiterrorista (CTC) estadounidense y fue desde allí que se lo derivó, desde el Reino Unido, a Afganistán.

Previamente, se lo interiorizó sobre el funcionamiento en pleno accionar del Predator, en momentos en que se lo utilizó para hacer volar, por control remoto, una camioneta Mitsubishi blanca que avanzaba por una carretera afgana.

Tuvo el espía la oportunidad de ver, a través de un video, el lanzamiento de un misil, desde el dron armado, seguir el curso del mismo y experimentar la explosión del vehículo que dejó la pantalla en blanco.

Al aclararse la imagen, se mostraban los restos retorcidos y ardiendo de la camioneta y, obviamente, de los ocupantes –presuntos terroristas-, de los que no quedaban ni sus cuerpos calcinados. Habían sido volatilizados.

El almirante retirado Dennis Blair, director de la CIA, empezó a usar drones espías en Bosnia

Dearlove giró el rostro apesadumbrado y se encontró con el de Ross Newland, un veterano de la CIA que meses antes había sido enviado también al CTC para conformar el grupo que supervisaría el Programa Predator. Newland había estado desarrollando tareas en Bolivia.

En el 2000, la nave militar era ya muy conocido en la “fraternidad de inteligencia” que trabajaba con tecnología de ingenieros militares y con analistas que hacían pruebas en las fronteras experimentales del espionaje electrónico, luego de analizar en profundidad las operaciones de los Predator en los Balcanes.

En la provincia donde nació una reina 

En la aludida sala operativa de la CIA los analistas veían como un Toyota Lan Cruiser, en noviembre de 2002, circulaba por la provincia en la que había nacido la legendaria reina de Saba.

En el vehículo viajaban 6 hombres y en la parte de atrás del vehículo lo hacía, como uno más de ellos, quien estaba registrado como el más buscado de Yemen: Qaed Salim Sinan Al- Harethi.

El vehículo circulaba por una ruta, ubicada en una zona que era vigilada por un Predator. Harethi había sido señalado como el autor del atentado del 2000 contra el destructor Cole, en el que murieron 17 tripulantes cuando la nave se hallaba repostando en el Golfo de Adén.

Un equipo de Operaciones Especiales convirtió a Harethi en una prioridad, ya que había sido en Afganistán, en la década del 80, un sujeto que había logrado sobrevivir mientras se escondía de la policía secreta de los Emiratos Árabes Unidos, así como de las tropas de choque del presidente yemení Alí Abdullah Saleh. 

Osama Bin Laden había “sugerido” a Harethi que viajara a Yemen para planificar el ataque al Cole y para crear y entrenar a hombres de Al Qaeda.

Saleh admitió la llegada a Yemen de un grupo de unidades destinadas al tipo de operaciones indicadas que se denominaba Zorro Gris, aunque insistió que no usaran armas o sólo lo hicieran en defensa propia.

Una picardía del Pentágono 

La picardía del Pentágono fue la que no le dijo a Saleh, esto es que, junto a los comandos, había enviado espías especializados en intervenir comunicaciones.

El presidente de Yemen aceptó el uso del Predator e incluso participó de una reunión en la que se le mostró su funcionamiento e incluso los planos y el mandatario se sintió orgulloso que fuera en su país en que se utilizara la nave por primera vez, antes que en Afganistán. Los planos que le mostraron no tenían expuestos los misiles antitanques.

Fue la gente de comunicaciones de la CIA la que detectó dando órdenes a Harethi desde el vehículo que era seguido y el personal operativo de los zorros grises lo comunicó de inmediato a la Agencia de Seguridad Nacional en Ford Meade, Maryland, desde donde se autorizó el ataque desde la base de Yibuti, ubicada al otro lado del Mar Rojo, desde donde partió el Predator armado, desde el que fue disparado el misil que calcinó a casi todos los ocupantes.

El terrorista Al-Harethi fue identificado por una señal característica que tenía en una de sus piernas, la que estaba separada del cuerpo, en tanto, fue Saleh quien justificó lo sucedido con una mentira, ya que no tuvo más remedio que decir que la furgoneta llevaba una bomba de gas que provocó una explosión en una zona ubicada fuera del sector de guerra declarado ante organismos internacionales.

A esta altura de los acontecimientos hay que dejar claro que el analista Charles Allen de la Agencia Central de Inteligencia fue un defensor del Predator, aunque dicho organismo, corporativamente, no estaba de acuerdo con llevar a cabo acciones encubiertas.

Debemos apuntar que Allen –el único analista que predijo la invasión de Saddam Hussein a Kuwait- fue el que sugirió espiar con drones Afganistán luego de mantener conversaciones con el Departamento de Defensa.

Incluso, estamos en condiciones de aseverar que, en una reunión en el Estado Mayor Conjunto del Pentágono, a Allen se le propuso instalar un telescopio gigante en la cima de una montaña para orientarlo hacia el campo de entrenamiento Derunta, de Bin Laden, cerca de Jalalabad, donde se presumía se estaban haciendo pruebas con armas químicas.

Por otra parte, hay que referir que la nave militar, en el 2000 había alcanzado algunos éxitos en operaciones de espionaje en los Balcanes, localizando a líderes y tropas serbobosnias y los que ejecutaban los disparos lo hacían desde un hangar de Albania.

Los videos eran transmitidos a las oficinas del director de la CIA, James Woosley Jr., quien no sabía cómo agradecer al senador por Texas, Charlie Wilson, quien habría logrado que se modificara el presupuesto para avanzar técnicamente con el armamento.

Charles Allen, un analista de la CIA, fue el que dio a conocer a Richard Clarke, responsable del antiterrorismo en la Casa Blanca datos sobre el Predator y buscaron enviarlo a Afganistán, donde Richard Blee era el jefe de la Unidad de Persecución de Osama Bin Laden.

Dos días después, la CIA tomó contacto con Ahmad Smah Masud, líder de la Alianza del Norte, al que Laden hizo matar dos días antes del 11-S .[1]

En el fin de semana del Día de los Caídos del 2000, el asesor de Seguridad Nacional de Clinton, Sandy Berger exigió que se tomara en una semana una decisión sobre los vuelos de los drones y el general John Gordon, subdirector de la CIA se vio obligado a organizar una reunión de apuro en Langley.

En esa reunión James Pavitt se opuso a enviar al Predador a Afganistán. Pavitt, que dirigía el área de Operaciones de la CIA, se preguntaba qué pasaría “si un Predator caía en Afganistán” y negaba la necesidad de su uso.

También Tenet, el director de la CIA era escéptico y no quería pedir la autorización al hombre fuerte de Uzbekistán, Islah Kariman para que permitiera tener una base operativa en una antigua aérea soviética cerca de la frontera afgana.

En setiembre de 2000, la CIA voló una docena de misiones sobre dicho país. Parecía una serie de ciencia ficción.

Los vuelos de espionaje en Afganistán comenzaron, en algunos casos, a ser descartados, ya que los protocolos de lanzamiento duraban, al menos, 6 horas y por esa circunstancia se desafectó, entre otros, un ataque para lanzar misiles Tomahawk desde un submarino, ubicado en el Mar Arábigo, lo que debían impactar en el sur afgano.

El ataque no se autorizó y Bin Laden- que posiblemente viajaba en un convoy de furgonetas-, salvó su vida. Alá estuvo de su lado.

Cuando se decidió trasladar los Predator a la base de KarhiJanaban, en Uzbekistán, surgió el problema de obtener el ancho de banda suficiente desde el satélite para los vuelos de los drones. Luego se logró hacer rebotar la señal en un satélite y enviarla a través de una estación terrestre ubicada en Alemania.

Voluntarios reprendidos 

Charles Allen y Alvin “Buzzy” Krongard, autoridades de la CIA, se ofrecieron como voluntarios para “apretar el gatillo” de los Predator ante casos urgentes y ese acto de buena voluntad para reducir la burocracia enfureció al director del organismo que nos ocupa, George Tenet, quien les recordó que “no tenían la autoridad para decidir un ataque por su cuenta”. Es más, ni el propio Tenet la tenía y eso también se los aclaró en la cara.

A todo esto, el militar John Campbell, tras formar parte como director de Apoyo Militar de la CIA en Langley, creía necesario, precisamente, el apoyo del Predator, pero no se inmiscuyó en la discusión, mientras que el segundo de Campbell, Ross Newland, que tenía un lugar preponderante en las decisiones sobre el Predator, apoyó de entrada al programa, pero expresó su temor, ya que, en dicho órgano de seguridad, ante problemas de envergadura, nadie se hacía cargo.

Para entender lo expresado, vale apuntar que, luego del 11-S, la CIA realizó decenas de ataques con el Predator en Afganistán.

Hay que hacer mención a que los Predator, en el campo auxiliar de la Fuerza Aérea  estadounidense de Indian Spring, Nevada, fueron utilizados  a prueba, ya que  la nave no volaba mucho más rápido que los pájaros y se logró utilizar una iglesia abandonada como puesto de mando gracias a la financiación de la oficina denominada “Big Safari”, de la  fuerza aérea, una división “fantasma” con base central en el área “Wright-Patterson” de Dayton, Ohio, encargada de desarrollar programas  secretos militares.

Se tomó dicha medida para eliminar la burocracia del Pentágono y pasar la mesa de dibujo del campo de batalla más rápido de lo habitual, lo que posibilitaba que las naves entraran en combate antes de estar listas.

Ello posibilitó que se hicieran pruebas para establecer la resistencia del Predator al momento de lanzar un misil en el desierto de China Lake, California, con resultado positivo.

En la segunda prueba hubo un desfasaje de dos segundos entre el disparo y la salida del misil –en este caso con carga real-, y gracias a los estudios secretos realizados sobre la marcha el impacto resultó exacto mediante control remoto.

Ventajas presidenciales 

El Predator permitía a los presidentes norteamericanos, desde su escritorio del Salón Oval, ordenar decisivos ataques a miles de kilómetros del objetivo. El dron mataba silenciosamente y, como herramienta bélica, no formaba parte de las responsabilidades emergentes de las existentes en combate, ya que el nivel de riesgo se reducía a no exponer a fuerzas terrestres a enfrentamientos cuerpo a cuerpo, debido a que ni siquiera era necesario estar a una distancia prudencial del enemigo.

Es más, el lugar de los ataques ni siquiera era verificado por la prensa. La contradicción a un programa secreto como este fue que el ya aludido Newland, en un shopping, -que dentro del Pentágono vendía de manera exclusiva para sus agentes-, se encontró con una remera con el logo del Predator: una nave secreta que la CIA utilizaba en operativos clandestinos.

Un subsecretario de lengua larga 

Como al subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz se le escapó lo sucedido con el ataque al terrorista   Al- Haretti, el presidente Saleh quedó, a nivel internacional, como un mentiroso y la CIA se vio obligada a suspender el accionar del Predator por casi ocho años.

En el 2010, cuando Saleh estuvo a punto de ser eyectado del poder, tuvo que admitir el regreso de las operaciones con el Predator, en razón que no estaba en situación de poner objeciones.

Fueron los agentes de inteligencia norteamericanos de la estación de Islamabad los que le llenaron los oídos a Shaleh para que permitiera el uso del Predator en zonas tribales y todo se definió en una entrevista que el jefe estadounidense en esa sede paquistaní mantuvo con el general Ehsan ul Haq, jefe del Directorio para la Inteligencia Interservicios de Paquistán (ISI).

A este último lo convenció una oferta: “Si la CIA eliminaba a Nek Muhamad, que había puesto de rodillas al gobierno de Saleh ¿el ISI autorizaría los vuelos de los drones en zonas tribales?

La respuesta positiva no se hizo esperar, pero había un elemento a considerar: Pakistán debía tener conocimiento previo de las acciones, que debían estar limitadas a zonas estrechas de vuelo sobre sectores tribales, alejadas de instalaciones nucleares de Pakistán, así como de campos de entrenamiento secretos donde activistas cachemires se preparaban militarmente para realizar ataques contra India…

…Y había un elemento más a considerar: Los ataques figurarían como acciones encubiertas para que Pakistán obtuviera el mérito de los asesinatos. O, al menos, no diría nada tras los ataques.

Nek Muhamad fue muerto por el ataque de un Predator

Estados Unidos, por ese entonces, suponía que los terroristas Bin Laden y Aidán Al Zawahiri se hallaban escondidos en zonas tribales y para colmo los investigadores no tenían datos suficientes. Incluso, los que tenían, eran de tercera mano. A ello había que agregar que el ISI no poseía contactos fiables. En definitiva: Un desastre de la comunidad de información.

Nek Muhammad, a todo esto, daba entrevistas a canales de televisión para humillar a militares paquistaníes y ese error lo convirtió en un objetivo a abatir. El 18 de junio de 2004, tras un reportaje de la BBC un Predator logró fijar su posición y le lanzó un misil Hellfire contra el edificio donde se hallaba y la explosión le arrancó la pierna y la mano izquierda, por lo que murió desangrado casi al instante.

Muhammad fue enterrado en una tumba de barro en Shakai y la inteligencia de Paquistán, en función del acuerdo estipulado, se anotó un poroto.

La guerra unilateral 

El 1º de mayo de 2007, en un documento clasificado se llegó a la conclusión que Al Qaeda estaba en su momento más peligroso, debido a que había establecido bases operativas en Waziristán al norte y al sur; una tercera en Bajaur y otras más en zonas tribales .[2]

En su despacho, cuando transcurría julio de 2008, Bush recibió al director de la CIA y a su segundo, Michael Hayden y Stephen Kaples, respectivamente. Ellos le presentaron, para su análisis, un plan unilateral de guerra en las montañas de Pakistán.

El presidente norteamericano autorizó un ataque virulento con drones que duraría años en zonas tribales. El primer mandatario norteamericano no objetó la instalación de una base de la CIA y el Pentágono en Arabia Saudita, otra en Yibuti y algunas más en países remotos, mientras los políticos se tapaban los ojos y oídos para no ver ni oír nada de los drones que iban a ser derivados a ataques dirigidos.

En el mismo mes de julio, tras la reunión con Bush, una delegación de la CIA visitó al general Ash Faq Parvez Kayani, jefe del ejército paquistaní para comunicarle que Bush había firmado órdenes secretas que autorizaban una nueva estrategia en la guerra de drones Predator en zonas tribales. Le dijeron a Kayani que “la campaña de asesinatos en Pakistán sería unilateral”. 

Freno a la campaña encubierta 

Robert Gates, ex director de la CIA y sucesor de del exsecretario de Defensa Donald Rumsfeld estimaba que Estados Unidos podía incrementar la campaña encubierta contra los soviéticos en Afganistán durante los años 80, aunque tenía una mala imagen subyacente respecto de lo que sucedía en Pakistán en lo concerniente al manejo de la seguridad en este último país.

John Bennett, uno de los jefes de la estación de la CIA en Islamabad, de larga trayectoria dirigiendo operaciones clandestinas en Somalia, desde la estación de Nairobi, veía a los drones como el único medio fiable de acabar con Al Qaeda en Pakistán.

Quien lo siguió en el cargo tuvo que irse de Pakistán, apresuradamente, al ser conocida su identidad de manera pública por una filtración del ISI, debido, presuntamente, a que el general pakistaní Pasha había sido acusado en un proceso judicial en Nueva York en razón de ser incriminado en un ataque en Bombay, ocurrido en 2008.

Los drones –vale aclararlo-, fueron utilizados también por el expresidente Obama, quien habría autorizado el Programa de Asesinatos Dirigidos como instrumento antiterrorista [3].  Eso sí, Obama trabajaría en consuno con los espías pakistaníes.

Los dones diezmaron a Al Qaeda, obligando a sus seguidores activos a esconderse en Yemen, en el norte de África y en Somalia por lo que fue considerada la operación encubierta más efectiva en la historia de la CIA.

Richard Blee, jefe de la ALC Station de la CIA, una unidad encargada específicamente de encontrar a Bin Laden, se jubiló agobiado por las matanzas autorizadas.

A quienes conducían las operaciones de los drones se les había escapado, en mayo de 2011, Anwar Al Awlaki. Su hijo, Abdul Rahman, encontrándose en un restaurante en Azzan, escuchó el sonido de misiles rasgando el aire para alcanzar de lleno el local comercial.

En segundos una docena de cuerpos sin vida quedaron esparcidos y entre ellos estaba el del hijo de Al Awlaki, quien no formaba parte de ninguna lista de objetivos.

El error había sido cometido por el Mando Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono. Sí, hay que decir que entre el grupo de muertos estaría el de Ibrahim Al Brana, un líder terrorista egipcio.

La Unión Estadounidense por la Libertades Civiles exigió en setiembre de 2012, la justicia federal de Washington que la CIA entregara documentación sobre el Programa de Asesinatos Dirigidos pero la Agencia negó la existencia del programa. (Jackemate.com)

 

[1] Historia Secreta de la CIA en Afganistán. Henry Cruptom.

 [2] Documentación descrita por agentes de inteligencia.

 [3] Mark Mazzetti.

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com

 

 

Déjanos tu Comentario
Comparte este Articulo...