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Por Ricardo Marconi (*)

“Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”.

Dante Alighieri

Intentamos entregar un análisis minucioso y penetrante de intervenciones por situaciones de crisis y espionaje  en África por parte de Estados Unidos, como consecuencia de enfrentamientos bélicos debidos a motivos religiosos, raciales y tribales con varias naciones africanas, las que han permitido incrementar la capacidad estadounidense para prevenir ataques terroristas, utilizando leyes estadounidenses y la recopilación de información y su posterior evaluación para producir respuestas de ayuda humanitaria, militares y de inteligencia, entre otros objetivos.

En el Gobierno del expresidente Bill Clinton había expectativa de que Estados Unidos participara en los conflictos del mundo y no sólo cuando se producían crisis, como por ejemplo las dificultades críticas que se sucedían en el continente africano.

Vacilaciones 

Washington adoptó políticas vacilantes en África ante el desarrollo de crisis en ese continente. Es como si dicho continente permaneciera fuera de la zona de intervención para los presidentes norteamericanos tales como Bill Clinton y George W. Bush, quienes buscaron maneras innovadoras para aliviar el sufrimiento africano.

Sin embargo, hay que dejar claro que ambos mandatarios fueron renuentes en el envío de ayuda humanitaria o tropas para ocuparse de los infortunios africanos, con lo que se opusieron, de plano, a que soldados norteamericanos participen de conflictos en la región.

Ni siquiera lo hicieron en el conflicto de Ruanda, “la Tierra de las mil colinas”, en 1994, o en el genocidio ocurrido en Darfur, Sudán, entre 2003 y 2004

Acciones apresuradas. 

En Ruanda, los funcionarios que asesoraron a la presidencia estadounidense, en una de sus misiones “de apuro” ante la calamidad irreversible de una guerra civil, tras descender de un helicóptero, se encontraron con cientos de huesos en el descampado como resultante del genocidio, en el que miles de personas –fundamentalmente mujeres y niños-, fueron muertos por apaleamientos de sus vecinos.

Horas más tarde, en la población de Nyarbuye, en una operación diplomática, dirigida por el exconsejero de Seguridad Nacional Tony Lake, la misión norteamericana se encontró, en el interior de iglesias, con cuerpos desparramados de hombres, mujeres y niños, casi todos con sus cabezas rotas, brazos destrozados y en algunos casos con cuerpos descuartizados.

En ese lugar solamente murieron a manos del grupo de ruandeses, conducidos por el alcalde de la población, alrededor de 15.000 habitantes.

Genocidio 

El genocidio de Ruanda, vale subrayarlo, fue el símbolo de la falta de disposición de Occidente para intervenir en el conflicto africano con la celeridad necesaria.

Por ese entonces, entre el 85 por ciento de hutus y el 15 por ciento de tutsis, vivían en Ruanda, antes de obtener la independencia de Bélgica, en 1962. Hasta ese año los belgas se apoyaron en los tutsis para gobernar.

En Burundi, el Departamento de Estado norteamericano terminó por admitir que se habrían producido 100.000 asesinatos. Pero allí no terminaron los hechos. En 1959 los hutus tomaron el poder y enviaron a los tutsis al exilio y en febrero de 1993 se produjeron nuevos enfrentamientos.

En este caso hubo más de 40 .000 homicidios de civiles y el éxodo de más de 1millón de habitantes. Recién, luego de un acuerdo de paz, firmado en Tanzania, se derivaron 4.500 hombres de la organización de Naciones Unidas. 

El asesinato de presidentes

El 6 de abril de 1994, el avión en que viajaban el presidente Habyarimaya y el electo presidente de Burundi Cyprien Ntaryamira, fue derribado cuando se aprestaba a descender en la capital de Ruanda.

Los dos presidentes hutus murieron a manos de extremistas hutus que se oponían al acuerdo de paz y la motivación fue el genocidio que se estaba preparando durante el final de 1993 y el inicio de 1994. Fueron 100 días en los que reinó, una vez más, la muerte que superó al intento nazi de exterminio.

A pesar de la gravedad del episodio, el peligro no fue reconocido y los “estados fallidos” se convirtieron en refugios de terroristas, al estilo Afganistán, de donde el país del Norte, por orden del presidente Joe Biden se retiró recientemente de madrugada y sin avisar siquiera a los afganos, en el momento en que se estaban yendo, de una base militar, dejando todo servido a los talibanes para que, en horas, ocuparan el territorio y se dedicaran al saqueo de las instalaciones.

El fax del genocidio 

El 11 de enero de 1994, el comandante de las fuerzas de las Naciones Unidas en Ruanda, Romeo A. Dellaire, envió un cable al consejero militar de la ONU, en Nueva York para pedir urgente protección.

El informante le dio tres datos clave:

  • Las milicias hutus estaban planeando ubicar y asesinar a los diputados del partido de la oposición y hacer lo propio con los soldados belgas de la ONU.
  • Las milicias habían entrenado a 1.700 hombres, distribuidos en grupos de 40, en todo Kigali, para registrar a los tutsis y luego exterminarlos. El militar señaló detalles escalofriantes, tales como que las milicias podían matar hasta 000 tutsis en 20 minutoscon el armamento que tenían.
  • Reveló que las milicias tenían un arsenal con, al menos, 135 armas e incluso dio detalles sobre el escondite.

El fax del genocidio fue publicado 4 años más tarde en The New Yorker  el 11 de mayo de1998. En el cuartel general de la ONU, dirigido por Kofi Annan, se había rechazado el pedido de capturar las armas y ordenó a Dellaire que planteara el asunto del depósito secreto ante gobiernos extranjeros, así como ante el gobierno ruandés interino[1].

Combatientes de Al Qaeda operan con grupos yihadistas en Africa

Dellaire y el representante de la ONU, Roger Boom, se reunieron en Kigali con los jefes de las misiones belga, francesa y de Estados Unidos el 12 de enero de 1994 para hablar de una operación combinada, pero no se conocieron sus resoluciones.

Es de recalcar que Dallaire dijo que los ruandeses estaban dispuestos a implementar acuerdos de paz y agregó que seguían apoyando la misión de la ONU de ayuda a Ruanda, aunque insistió en que “se preparara una reserva militar de rápido despliegue”.

Mientras esto sucedía, en Kigali, solamente, habían muerto 8.000 personas, entre los que se contaban funcionarios públicos, clérigos católicos y empleados de organismos extranjeros de ayuda.

Los Hutis secuestraron y ejecutaron a la primera ministra Agatha Uwilingiyimana, que se hallaba bajo protección belga y posteriormente mataron a diez belgas de las Naciones Unidas. La Cruz Roja ya había dado cuenta de más de 100 mil ruandeses, asesinados en dos semanas, una tragedia humana en una escala pocas veces vista. 

Los rebeldes del Frente Patriótico Ruandés también utilizaron la palabra genocidio, ya que a su entender existía una campaña de exterminio y Estados Unidos recurrió a la ONU para detener la matanza.

El consejero de Seguridad Nacional Lake hizo lo propio con líderes y militares. La ONU decidió no retirarse para que los refugiados de la Cruz Roja no fueran masacrados, pero tampoco reforzó sus tropas.

Richard Clarke, consejero de Seguridad Nacional, como representante de la Casa Blanca para Asuntos de Paz, recomendó la reducción de fuerzas, a la vez que requirió los nombres de los responsables del genocidio.

Nigeria se abstuvo de pedir una intervención en el Consejo de Seguridad y la Organización de la Unidad Africana no tuvo ni siquiera oportunidad de organizar su intervención diplomática. En el Consejo se decidió, por votación, la reducción de 270 soldados por parte de la ONU, con el apoyo estadounidense.

El 20 de abril de 1994, en la Casa Blanca, Lake resumió el enfoque de su gobierno  sobre el conflicto diciendo que “la única alternativa de la comunidad internacional debió haber sido actuar antes del genocidio”.

Un mes más tarde, en una reunión de la diplomacia estadounidense, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos describió el caso Ruanda como “dramático y terrible”, pero para ese entonces ya se habían producido 200 mil muertes y otros miles de cuerpos flotaban en el río Kagera, con destino a Tanzania, a razón de veinticinco por hora. 

Más de 250 mil personas huyeron a Tanzania en 24 horas, en lo que se precisó como “el éxodo más grande y rápido jamás visto”, mientras tanto las matanzas continuaban en el sur ruandés.

Resolución increíble 

El 17 de mayo de 1994 EE. UU, apoyó la constitución de una fuerza de 5.500 hombres para crear áreas seguras a refugiados para distribuirles alimentos y para hacer cumplir el embargo de armas.

Increíblemente, Ruanda votó en contra de la resolución y el secretario Boutros Galli se quejó ante los treinta jefes de Estado africanos y calificó el episodio de “escándalo”.

Los 5.500 hombres llegaron en octubre del mismo año y el Frente Republicano Ruandés ya había tomado el control de Kigali y había dado por finalizada la guerra. La comunidad internacional había fallado. 

A pesar de la finalización del conflicto 3.000 ruandeses morían de cólera por día, mientras millones de ruandeses pasaban hambre, agotamiento y deshidratación, siendo los campos de refugiados considerados “campos de concentración”. 

En 1999 Kofi Annan, en nombre de las Naciones Unidas reconoció el fracaso, ya que un año antes el teniente general Dallaire lamentó la “renuencia mundial para intervenir a los efectos de evitar matanzas a gran escala”.

Liberia y el “Milosevic occidental”. 

Liberia es el país que con más frecuencia recurre a la ayuda estadounidense desde que fue fundada en 1822 como refugio para esclavos y fue la primera república africana gobernada por negros.

Se convirtió en un Estado fallido a partir de la década del 60 y ha sido gobernada por represores como por ejemplo Charles Taylor, involucrado en guerras civiles hasta 1989, asumiendo como presidente en 1997, por lo que fue llamado el “Milosevic de África Occidental” por su afán de permanecer en el poder con el apoyo de milicias vecinas, en las que fomentó la guerra en Sierra Leona, en Costa de Marfil y en Guinea para asegurarse las minas de diamantes.

Entre 1997 y el 2000 la ONU aprobó prohibiciones sobre petróleo y armas y en agosto del último año Nancy Sorderberg, como embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas trabajó con el abogado del Departamento de Estado Pierre Prosper para incluir a Taylor entre los elegibles para ser acusados por la Corte Internacional.

Doble stándar           

Bush comenzó a trabajar por una transición a elecciones en Liberia y fue presionado por el Congreso norteamericano para que enviara fuerzas de paz a ese país.

Ya Gran Bretaña, había mandado, en mayo de 2000, un total de 1.000 efectivos a Sierra Leona y en octubre de 2002 los franceses hicieron lo propio para evitar una guerra civil en Costa de Marfil enviando 4.000 soldados.

En junio de 2003, una coalición encabezada por Francia incluyó militares de Gran Bretaña, España, Suecia, Noruega, Sudáfrica, Canadá y Brasil, más el aporte de no combatientes de Bélgica y Alemania. La República Democrática del Congo también recibió efectivos para frenar la violencia creciente.

Bush pidió la renuncia de Taylor y el subsecretario de Defensa estadounidense Paul Wolfowitz habló de ayudar a los países de África Occidental. El 25 de junio de 2003 EE.UU envió 2.300 infantes de Marina que anclaron cerca de la costa, sin pisar suelo liberiano, mientras que 200 ingresaron  a Monrovia, con la misión de proteger la Embajada estadounidense y el aeropuerto, a la vez que para activar enlaces con fuerzas de paz africanas por espacio de 11 días, lapso en que 15.000 hombres de las Fuerzas de Paz Africanas se hicieron cargo y otros 3.500 trabajaban en objetivos concretos de paz.

Mientras tanto, decenas de miles de personas desesperadas corrían por seguridad hacia la capital.

Guerra civil en Darfur 

En la Sala de Reuniones de la Misión Francesa, en el 14º piso de un edificio con vista a la isla de Manhattan, el 11 de mayo de 2004, en torno a una mesa se encontraban reunidos embajadores ante el Consejo de Seguridad, aprestados a escuchar un informe del grupo de crisis internacional sobre un tema específico: La limpieza étnica en DarfurSudán. 

En Darfur se estaba desarrollando una guerra civil entre el gobierno musulmán, en el norte del territorio y el cristiano animista en el sur, que ocasionó dos millones de muertos, a lo que se agregaba un millón en peligro de sufrir hambruna.

En 2001, cinco días antes del 11-S, Bush nombró un representante para lograr la paz: el senador John Danforth y en julio de 2002 se dio un paso positivo con la firma de del Protocolo Machakos, que garantizaba al sur de Sudán el derecho de realizar un referéndum sobre surelación con Sudán del Norte, de conformidad con la Ley Sharia, mientras que el sector Sur tendría un sistema secular.

En setiembre de 2003 se firmó un protocolo de seguridad que aseguraba a Sudán del Sur tener su ejército, mientras que las negociaciones estarían facilitadas por la Autoridad Interna Gubernamental sobre Desarrollo, encabezada por Kenia. El protocolo se firmó en mayo de 2004, en Kenia.

Resentimientos 

El gobierno de Jartum intentó favorecer a los grupos árabes, generando ello resentimientos entre los no árabes. Los dos grupos rebeldes que actuaron en Darfur fueron el Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento Justicia e Igualdad.

Lamentablemente, todo terminó cuando el gobierno sudanés desencadenó una brutal campaña de limpieza étnica y para lograr su objetivo reclutó y armó a más de 20 mil milicianos musulmanes llamados “Janyaweed” que se traduce como “Hombres malvados a caballo”.

Se los destinó al ataque de civiles musulmanes, quienes, en 14 meses, fueron desplazados dentro de Sudán, mientras otros 200 mil huyeron tras la frontera al vecino Chad, uno de los países más pobres del mundo.

En setiembre de 2003 había 65.000 refugiados en Chad y medio millón en Darfur, generando a comienzos de 2004 presiones ante las Naciones Unidas y a miembros del Consejo de Seguridad para que se resolvieran a actuar para limitar conflictos mortales desde su sede en Bruselas.

Para fines del 2004, 300 mil personas estaban en riesgo de morir y ello permitió que se determinara que 700 mil habían sido finalmente desplazados dentro del país, mientras que otros 110 mil eran refugiados de las Naciones Unidas.

A pesar de esta hecatombe, milicias respaldadas por el gobierno, continuaban incendiando, saqueando y maltratando a civiles.

Limpieza étnica continuada y sin sanción 

La reunión aludida tenía el objetivo de provocar algún tipo de reacción, pero no se alcanzó lo deseado, ya que el representante pakistaní, así como el chino, el argelino y el inglés, expresaron posiciones negativas hacia la intervención.

Sólo el de Estados Unidos votó favorablemente con diplomacia, por lo que el consejo de Seguridad observó pasivamente mientras la limpieza étnica continuaba sin sanción alguna. Kofi Annan hizo un llamado al presidente de Sudán para poner fin a la crisis.

El embajador de EE.UU. para Crímenes de Guerra Pierre Prosper dijo que veía “indicaciones de genocidio en Darfur” y criticó a Sudán por “crear obstáculos artificiales”.

El 9 de setiembre de 2004 el secretario de Estado Colin Powell, anunció que su gobierno consideraba la situación como un genocidio y culpó al gobierno sudanés ya las milicias, mientras que Bush instaba a la comunidad internacional “para eliminar casos atroces”.

Luego Powell y Annan visitaron la región y el Consejo de Seguridad dio a conocer sanciones si no se desarmaban las milicias y se eliminaban las presiones a los trabajadores humanitarios. En el otoño del 2004 se negó el envío de una fuerza de la ONU a Darfur.

Los rusos dijeron que no apoyaban las sanciones y los chinos amenazaron con vetar su aprobación. Jartum solo hizo algo concreto ante la creciente presión internacional. En el referido otoño unas 50 mil personas habían sido masacradas, mientras que había 200 mil refugiados en Chad y un millón y medio en Darfur se hallaban en riesgo.

Sólo 3.300 hombres del Consejo de Seguridad hacían prevención junto a 80 observadores de la Unión Africana. Fueron cifras insignificantes para evitar un genocidio.

La obligación de proteger” 

En Australia, en julio de 2004, el intelectual Evans, creador de la doctrina de “la obligación de proteger” dijo: “Se hace más difícil que los gobiernos se decidan a actuar cuando se producen situaciones que horrorizan a cualquier ser humano”.

El 2004 fue también el año en que la ONU enfrentó potenciales operaciones en Burundi, Haití, Costa de Marfil, Liberia y Sudán y una duplicación de la misión en el Congo. En 1999 había ocurrido lo propio en Macedonia.

Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y EE.UU aportan sólo el 3,7 por ciento de los más de 53.240 encargados del mantenimiento de la paz, distribuidos en todo el mundo. Estados Unidos enviaba 25 soldados –mayormente asesores-, y así, cada vez más, los países ricos pagan y los pobres son enviados a las misiones de riesgo.

Sudán y la Red Al Qaeda 

Otro triste ejemplo fue Sudán, donde Osama bin Laden desarrolló su red. Allí no sólo la Casa Blanca miró para otro lado. Tampoco utilizó su status de superpotencia cuando ese país, como todo el continente africano, sufrió y sigue sufriendo actualmente las consecuencias mortales de enfermedades contagiosas o el virus del Covid 19.

Somalia: Un Estado fallido 

El 3 de octubre de 1993 soldados norteamericanos murieron a manos de fuerzas locales e intervino el Pentágono y la CIA, que sirvieron al Departamento de Estado norteamericano como alerta temprana.

El jefe de gabinete y funcionarios de la Casa Blanca como Antony Lake Sandy Berger recibieron el “aviso” para que se decidiera, de manera urgente un apoyo a negociaciones de paz.

Somalia era un “Estado fallido”[2], que implicaba un problema creciente de seguridad. George Bush había enviado 28 mil hombres para ayudar a detener la hambruna en el país que carecía de un gobierno central dirigido por el general –caudillo Mohamed Farahdideed, quien dio órdenes para atacar a un contingente de la Organización de las Naciones Unidas, conformado por soldados paquistaníes y produjo 24 muertes.

Elliot Abrams, condenado por ocultar información al Congreso estadounidense en el asunto Irán-Contras, en 1991 y luego indultado por Bush, fue escogido por Condoleza Rice –exsecretaria de Estado de EE.UU., para dirigir la Oficina para la Democracia, los Derechos Humanos y las Operaciones Internacionales del Consejo de Seguridad Nacional y, más tarde, fue nombrado director superior paraAsuntos del Cercano Oriente y África del Norte.

Para tener claro quién era quién en Somalia vale mencionar a Aden Hash Farah Ayro, antiguo líder de Al Shabaab –Los jóvenes-; Jeque Hassan Dahir Aweys, líder de la Unión de Tribunales IslámicosMichele “Amira” Ballarín, contratista de Estados Unidos y Saleh Alí Saleh Nabhan, miembro de la célula de Al Qaeda en África Oriental, asesinado en 2009.

A ellos debemos agregar a la Alianza para el Restablecimiento de la Paz y el Antiterrorismo (ARPCT) y el Grupo de Señores de la Guerra, presumiblemente financiado por la CIA.

El ataque a la Embajada de África          

En una calurosa mañana, a las 10.35 y a las 10.39, del 7 de agosto de 1998, Al Qaeda atacó dos embajadas de los norteamericanos en África, esto es en Dar es-Salaam, Tanzania y en Nairobi., Kenia, a 260 kilómetros de distancia, una de otra, con una diferencia de 4 minutos en las explosiones.

Yihadistas sudaneses entrenando en el desierto para operaciones contra objetivos de los EE.UU.

Como se recordará terroristas suicidas colocaron camiones llenos de TNT en frente de las embajadas y las hicieron volar, matando a 250 personas, principalmente africanos, 12 estadounidenses e hiriendo a más de 5.000 personas, aproximadamente.

En aquel momento, el Departamento de Estado consideraba que la amenaza de atentados contra intereses de Norteamérica estaba en bajo nivel en Tanzania e intermedio en Kenia. 

La información provenía de fuentes cuestionables por lo contradictoria e imprecisa y en razón de ello se evaluó indebidamente.

Prudence Bushnell –a cargo de la embajada de Dar es-Salam-, había solicitado una nueva embajada y se le había rechazado el pedido por falta de recursos, aunque se habían incrementado las medidas de seguridad y el adiestramiento de agentes y 30 minutos antes de la explosión se había hecho un ejercicio de entrenamiento precautorio por bombas.

A partir de 1998 los agentes norteamericanos habrían recibido una cadena de informes que indicaban que Osama bin Laden pensaba atacar territorio de EE.UU., en África.

A partir de los ataques a las embajadas en África y hasta el 11 de setiembre funcionarios, de manera directa, advirtieron a los talibanes que EE.UU considerarían que sus propios dirigentes serían responsables por las acciones de bin Laden.

El director de la Agencia Central de Inteligencia admitió que no tenían prevista la posibilidad de ese ataque en dos frentes. Por su parte, el asistente del director de la Dirección para Antiterrorismo del FBI aseguró que los informes que le llegaban afirmaban en un 98 por ciento las probabilidades de que el ataque se produjera en el exterior.

Gran Bretaña y Francia –como expotencias coloniales-, respecto del envío a Afganistán de efectivos de la OTAN permitieron que se incrementara la comunicación con líderes estadounidenses y europeos para que sólo se concrete el envío de tropas a zonas de peligro, pero sólo dentro de la que se consideren las propias áreas de interés regional.

África carece de militares bien entrenados y equipados para ser enviados rápidamente a objetivos para contener la violencia en su zona de influencia y para evitar masacres.

En octubre de 1996 la creó la Iniciativa de Respuesta a la Crisis Africana (ACRI) y los franceses hicieron lo propio en 1997, llamado a su organismo Refuerzo de la Capacidad Africana para el Mantenimiento de la Paz (RECOMP).

Asimismo, se creó una Brigada Multinacional de Alerta y Rápida Disponibilidad para Operaciones de las Naciones Unidas, con sede en Dinamarca, a los fines de ayudar a Etiopía, Eritrea, Costa de Marfil y Liberia.

Se trabajó en adiestramiento subregional y equipamiento de tropas. La ACRI entrenó a 8.600 hombres de seis países: Senegal, Ghana, Benín, Malawi, Malí y Uganda. Estos dos últimos países enviaron soldados para trabajar en tecnología y comunicación.

Al asumir Bush apoyó a la ACRI con 20 millones de dólares y modificó el nombre del programa denominándolo Asistencia de Entrenamiento para Operaciones de Emergencia en África. (ACOTA), con el aditamento de adiestramiento para operaciones ofensivas, con tácticas de infantería para incrementar la capacidad africana en ambientes hostiles. Luego se redujo el programa en un 50 por ciento por la guerra contra el terrorismo.

Por último, vale apuntar que África es el lugar donde existen más estados fallidos y es allí donde hay mayor circulación de terroristas y movimientos de armas, incluso los de destrucción masiva.

Tras el 11-S se ha vuelto esencial impedir que el terrorismo encuentre nuevos refugios seguros en África. (Jackemate.com)

 

[1] Era el que estaba planeando el genocidio.

[2] La misma definición que Biden utilizó hace días respecto de Cuba

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com

 

 

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