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Por Ricardo Marconi (*)

“Una lección del escándalo Irán-Contras [1], de la década del 80 había sido que no hacemos política en Langley y no queréis que la hagamos para cumplir con el contrato de SOCOM/ H 92222-06-6-0026, Parte II jefe de la CIA”.

(James Pavitt. Jefe de Operaciones de la rama de la CIA a los investigadores del 11-S)

El caso Irán-Contras, que sacudió los cimientos del gobierno de Ronald Reagan se construyó sobre la venta clandestina de armas por parte de Estados Unidos a Irán entre 1985 y 1986, así como por sobre el dinero desviado para financiar a los Contras de Nicaragua que luchaban por derrocar al gobierno izquierdista de ese país, esto es el Frente Sandinista de Liberación Nacional. En el informe final del Congreso estadounidense se concluyó que “la responsabilidad final de los sucesos investigados recae sobre el presidente”.

La venta de armas a los iranios formaba parte de una negociación para la liberación de rehenes norteamericanos que se encontraban detenidos en El Líbano, en el marco del conflicto de Oriente Medio.

El dinero que saldría como beneficio de esas operaciones –conocido posteriormente a nivel mundial como “Irangate” [2], sería destinado a los Contras, quienes luchaban por derrocar al presidente nicaragüense y líder de la Revolución Sandinista de 1979 Daniel Ortega Saavedra, quien hoy por hoy pretende quedarse eternamente en el poder y para ello persigue y pone tras las rejas a sus competidores por la presidencia. Pero ese es otro tema.

Las dos operaciones: negociar con Irán y financiar a los Contras contaban con una prohibición explícita del Congreso norteamericano.

Ortega Saavedra derrocó al régimen de Anastasio Somoza y su familia (1979-1990), considerado una amenaza por el gobierno republicano de Reagan.

El plan tuvo la participación del coronel Oliver North, que era en ese entonces un miembro destacado del Consejo de Seguridad Nacional del país del Norte.

El caso que nos ocupa terminó finalmente con la carrera de North, aunque el coronel sólo recibió una condena simbólica.

La guerra psicológica 

El Institute For Policy Studies (IPS) dio a conocer documentos oficiales acerca de la guerra psicológica iniciada por la administración Reagan contra el gobierno nicaragüense para influir a nivel global.

En un informe de veinte páginas titulado ¿“Who are the Contras? – ¿Quiénes son los Contras? -, se hizo un análisis de la génesis del liderazgo militar de las fuerzas rebeldes y de la naturaleza de los grupos financieros privados que los proveyeron ayuda material y financiera.

El detalle fue preparado por miembros del Armas Control and Foreing Policy Cancus, así como por los senadores Charles Mc Mathias Jr. y Christopher Dodd, junto a los diputados Mattew Mc Hugh y Tomas Petri.

El lector debe saber que el informe señalaba: “Estados Unidos ha estado apoyando a la oposición armada del gobierno nicaragüense desde 1981 y en ese momento se invirtieron más de 80 millones de dólares en la formación y mantenimiento de una fuerza de aproximadamente 15.000 Contras”.

El documento analizó el liderazgo y la composición de los Contras, junto a la naturaleza y metas de las organizaciones privadas que le proporcionaron respaldo material y financiero, esto es más de 20 grupos privados que habrían entregado cinco millones de dólares en 1984.

Se trataría de grupos ultraconservadores o paramilitares relacionados con la actividad política norteamericana.

Esos grupos habrían sido controlados por doce personas, las que mayormente tenían antecedentes militares. Se ayudó -según los trascendidos-, a los indios miskitos, que habitan la frontera existente entre Honduras y Nicaragua para preservar el ejército Contra de los Misura.

La comunicación gubernamental no tuvo en cuenta la información publicada por el gobierno de Nicaragua y sí la suministrada por ex funcionarios de alto nivel de la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), sus materiales de propaganda y datos aportados por entidades que apoyaron el proceso del conflicto.

Se subrayaba que los soldados de la Contra eran campesinos comandados por ex guardias somocistas- 4 de 5 pertenecían al mando central; 6 de 7 jefes regionales y la totalidad de los comandantes de las fuerzas de tareas que operaban desde los territorios de Honduras y Costa Rica.

También vale indicar que mucho contribuyó en todo este accionar el reverendo Myung –Su Moon, de la Iglesia de la Unificación, quien fue puesto tras las rejas en Danbury, Connecticut, por estafa al fisco de EE.UU.

En esos momentos Moon era propietario del Washington Times, que respaldaba a Reagan contra Nicaragua.

En el apoyo de Washington, a través de la CIA, se utilizó presumiblemente a narcos para enfrentar al sandinismo. Un informe confidencial de la CIA prueba que, cuando EE.UU., apoyaba a los Contras nicaragüenses, en los 80, la CIA contrató a traficantes de drogas, a sabiendas que eran delincuentes. [3]

La decisión se tomó en los más altos niveles de la agencia de inteligencia en la sede central de Langley. Obviamente, por ese entonces, un comunicado de la agencia de inteligencia negó que hubiera algún agente traficando drogas.

Una cuestión que resultó desconocido para esa época fue el aporte que hizo el analista de inteligencia Charles Allen, quien fue convocado nuevamente luego de permanecer cuatro décadas en la CIA.

Era un analista brillante pero no pudo evitar ser investigado por su accionar en la época que relatamos en esta columna y resultó, me dicen, muy perjudicado a pesar que su mayor injerencia tuvo que ver con la posibilidad de invadir Afganistán.

Todo explotó periodísticamente luego de que se conocieran informes en The San José Mercury News, medio que afirmó “una oscura alianza entre la CIA, los Contras y los traficantes para financiar la guerra antisandinista con aportes millonarios del contrabando de drogas.

Libro que cuenta la conexión del narcotráfico con los Contras

Atendiendo a los datos del periódico, la red introdujo “Crack” en el centro y sur de Los Ángeles. La comunidad negra denunció que “así se buscaba mantener a sus integrantes, tanto dependientes como empobrecidos”. El diario luego se retractó, pero, aun así, John Deutch, director de la CIA pidió una investigación.

Contras involucrados en el narcotráfico

El que esto escribe toma con pinzas los dichos de la CIA que alegó la recepción de denuncias, indicando que “alrededor de 50 Contras estaban involucrados con el narcotráfico, con la inclusión de transporte aéreo y redes de apoyo”.

Extraoficialmente se supo que se habrían hecho 24 investigaciones internas sobre el grupo sandinista formado en 1980 y desbaratado en 1982.

El senador John Kerry y otros de sus colegas pidieron una investigación y posteriormente el mismo Kerry afirmó: “La CIA no hizo esfuerzos suficientes para obtener la verdad”.

Es más, un ex funcionario de la CIA alegó que “se investigaron todas las posibilidades relacionadas con las acusaciones y, de haber tenido fundamentos, habríamos tomado medidas”.

A pesar de los dichos del ex funcionario, se les atribuyeron a las sandinistas violaciones a los derechos humanos y más de 1.300 ataques terroristas.

Es que el movimiento de los Contras agrupó a diferentes organizaciones con objetivos distintos, siendo su facción más importante la Fuerza Democrática de Nicaragua (FDN) y en 1987 todas las ramas que conformaban a la Contra se unieron en la Resistencia Nicaragüense, siendo su líder principal el coronel Enrique Bermúdez Varela, mientras que Adolfo Calero su fundador., llegando a alcanzar el número de 22.000 combatientes.

James Pavitt, aludido en el inicio de esta columna dirigía la rama de la agencia que dirigía el espionaje en el extranjero y las misiones encubiertas en Costa Rica, entre otros países.

La Estación [4], allí ubicada, mediante sus agentes, gestionó el Frente Meridional de la Guerra de la Contra. Asimismo, las operaciones septentrionales se llevaron a cabo desde Honduras y, para ese entonces, el Congreso de Estados Unidos había prohibido a la administración Reagan apoyar a los rebeldes nicaragüenses.

Pero, el jefe de Operaciones de la CIA en Costa Rica, José “Joe” Fernández, estaba trabajando, en secreto con Oliver North para proporcionar armas a los rebeldes.

Los agentes encubiertos de Fernández, de hecho, decidirían qué objetivos sandinistas debían golpear de la Contra y luego escribir informes –cables secretos a Washington-, prediciendo que objetivos estaban a punto de ser alcanzados. Hay que decir que, en un alto porcentaje, las predicciones resultaban correctas.

Vale destacar que el esfuerzo descargado en Nicaragua permitió establecer que el dinero, desviado a la Contra, -a partir de la venta de misiles Hawk a Irán-, fue un intento de asegurar la liberación de rehenes estadounidenses retenidos en Beirut.

A todo esto, el agente Jim Adkins se había trasladado a Honduras para dirigir las operaciones de la Contra desde el norte y fue el responsable de autorizar suministros a Nicaragua.

Adkins fue descubierto y expulsado, mientras que Fernández fue acusado el 20 de junio de 1988 con cargos por obstrucción a la justica y falso testimonio, los que luego al máximo nivel gubernamental, fueron retirados. Pero eso forma parte de otra historia.

Néstor Sánchez, de la CIA fue sospechado de involucramiento en operaciones ilegales mientras cumplía funciones en el Pentágono, pero los trascendidos que se conocieron indicaban que logró zafar de la acusación final.

Por su parte, North llegó a escribir un borrador de una orden ejecutiva que autorizaba a la agencia de inteligencia que nos ocupa a “neutralizar” a activistas con “fuerza mortal”.

Hay que puntualizar que existen leyes que respalda el trabajo conjunto de la CIA y el Pentágono y que después del escándalo Irán-Contras el Congreso trató de establecer más restricciones sobre las denominadas Operaciones Especiales y las Operaciones Encubiertas, las que, a partir de la generación de las cuestiones aludidas, debían autorizarse por escrito (1991), mediante un documento presidencial con notificación a los comités de Inteligencia del Congreso y el Senado norteamericano.

Decodificando el pasado

William Casey, un ex miembro de la Oficina de Servicios Estratégicos, devenido titular de la CIA, le pidió a Duane “Dewey” Clarridge, un alto funcionario de la agencia- experimentado, agresivo y bebedor de ginebra-, que redactara un documento secreto para que lo firmara el presidente Ronald Reagan, a los fines de que se autorice una guerra encubierta en América y en Afganistán.

Para cumplir su cometido, Clarridge echó mano a un fondo destinado a usos ilícitos de la organización para adquirir armas, municiones, mulas y armamento pesado para los Contras que se oponían al gobierno de Nicaragua.

De esta manera, se le proveyó a la Contra: Fusiles de asalto Norinco Tipo 56, AK47 y AKM, M-16, de combate FN FAL y HK-G3; ametralladoras RPD, PKM, M-60 y PP.

A ello deben agregarse lanzacohetes chinos RPG-7, misiles antiaéreos SAM-7, de origen soviético; minas Clayhore, misiles antiaéreos, granadas, morteros, escopetas lanzagranadas y fusiles para francotiradores. Lo que no le entregó a los Contra nunca fueron misiles tierra-aire.

Clarridge, acto seguido, comenzó a trabajar con North para convertir a los Contras en una fuerza guerrillera que impidiera la expansión de la influencia del gobierno nicaragüense “en el patio trasero de Estados Unidos”.

Para ello no se privaron en absoluto de cometer crímenes de guerra, torturas, ejecuciones, asesinatos arbitrarios, saqueos y quemas, así como el envenenamiento de cosechas.

Es necesario hacer una aclaración a esta altura de los acontecimientos: William Casey, como director de la CIA ni siquiera controlaba la mayoría de los programas de inteligencia más costosos: La constelación de satélites espías y puestos globales de escuchas de la NSA que reportaban el 80 por ciento del costo operativo que se financiaba con el presupuesto del Pentágono.

Paralelamente, los espías norteamericanos de la CIA, en Costa Rica, gestionaban en las sombras el frente meridional de la guerra de la Contra y otro espía, Ross Newland tenía el objetivo de penetrar en el gobierno de Managua para conocer los planes e intenciones políticas, así como militares de alto nivel de la estrategia sandinista para trasladarla en informes a la central de Langley. El movimiento subterráneo de Clarridge terminó mal y fue acusado de perjurio. Clarridge, abandonó la agencia como consecuencia de los efectos secundarios de la cuestión central que analizamos.

Grupo de Contras en un alto en las serranías subtropicales nicaragüenses

Se habría ido convencido que sus jefes lo habían convertido en un chivo expiatorio, pero George W. Bush lo indultó junto al secretario de Defensa Caspar Weiberger en vísperas de la Navidad de 1992.

El jefe de Clarridge en Roma, el embajador Richard Garner lo calificaba de “superficial”. Sin embargo, logró regresar a Washington, donde estableció una excelente relación con Casey y cuando éste le expresó su preocupación por la exportación de la Revolución Cubana y el gobierno sandinista “de que exportaran la revolución a América Central, fundamentalmente por medio de el Salvador, en una semana Clarridge regresó con un plan: Llevar la guerra a Nicaragua y empezar a matar cubanos. Sí cabe recalcar que, en 1984, Clarridge reconoció que la Contra asesinó civiles, funcionarios, médicos y hasta jueces rurales.

Newland, -que no, era un recién iniciado en las lides del espionaje-, participaba de la labor secreta de la agencia de espías desde finales de los  años 70 –en momentos en que la misma era investigada por el Congreso por sus acciones encubiertas, las que eran conducidas por el almirante Stansfield Turner-, comenzó a crecer en su camino hacia los mandos superiores, ya que no había participado  para los investigadores en operaciones de sabotaje, campañas de propaganda  e intentos de asesinatos no autorizados [5].

Es momento de señalar que Newland había sido “introducido” en la CIA por Néstor Sánchez, jefe de la Estación de la organización aludida en Madrid.

El ingresado se hallaba en Langley seis semanas antes que paracaidistas soviéticos aterrizaran en Kabul, Afganistán, como vanguardia de las tropas soviéticas que invadirían Afganistán.

La convulsión 

Un terremoto interno en la cúpula del espionaje, provocado, además, por el ataque de estudiantes iraníes a una embajada, hizo que se decidiera, de inmediato, un traslado de agentes, con conocimiento de idiomas hablados en Medio Oriente y Asia Central.

Newland hablaba castellano y fue derivado a Bolivia, por entonces conocida como la “capital mundial de la cocaína”. Tenía la misión de cultivar fuentes de información entre los componentes de los cárteles mientras se hacía pasar por empresario y se hacía amigo de los “camellos” de la ciudad de Santa Cruz y, cuando no cumplía esa función viajaba a La Paz, donde intentaba recoger datos sobre el próximo golpe de Estado en Bolivia.

Curiosamente, Bolivia “actuaba” como socio de Norteamérica en la guerra antidroga, hasta que Newland empezó a remitir informes confidenciales sobre la corrupción de funcionarios bolivianos en el más alto nivel boliviano, muchos de los cuales estarían en la nómina de los cárteles.

Newland descubrió que un ministro boliviano de ese momento, al parecer, protegía a los cerebros del tráfico de la droga y ellos les correspondían con joyas y dinero en efectivo.

Reagan, ante lo que sucedía, se inclinó por continuar apoyando a la CIA porque, decía: “Las guerras embrolladas se combaten mejor en secreto” y, obviamente, con Newland en la División América Latina de la central de inteligencia americana, que se convertiría en el centro del universo de la organización.

En 1985 Newland llegó a Costa Rica después de una operación secreta de la CIA para minar las bahías de Nicaragua y eso hizo que los legisladores establecieran nuevas normas de notificación al Congreso sobre programas de acciones encubiertas, las que debían ser notificadas a los comités de Inteligencia. Esa operación le costó el puesto a Clarridge y fue trasladado a Europa.

En tanto, Newland abandonó las junglas de América Central, luego que el escándalo Irán –Contras destrozara el servicio clandestino de la Agencia y, contrariamente a lo que se suponía, fue ascendido como jefe de la Estación en Europa del Este y la Unión Soviética.

La ofensiva, denominada Dato 88, sirvió para empujar a los Contras a territorio de Honduras y obligó al gobierno de Ortega y al FSLN a convocar a un diálogo nacional de desmovilización de los Contras, en agosto de 1989, que derivó en la firma de los Acuerdos de Managua.

Cuando corría 1990, un Comité de Vigilancia publicó un informe sobre abusos de derechos humanos en Guatemala, donde se hacían referencias a asesinatos y ejecuciones extrajudiciales, así como a secuestros y torturas. [6]

Poco después de la firma de los acuerdos aludidos, los cinco presidentes centroamericanos firmaron los Acuerdos de Esquipulas V, en Guatemala, luego de los cual se desmovilizaron 12.000 combatientes.

Argentina, habría –por intermedio de la CIA-, financiado un ejército irregular, con base en Honduras y Costa Rica. Incluso habría intervenido en acciones militares contra el gobierno sandinista, con el objetivo de desestabilizar al gobierno. Al inicio del enfrentamiento directo sumaban los Contras entre 8.000 y 10.000 combatientes.

Los hondureños rebeldes ocuparon territorio de Nicaragua para lanzar sus operaciones. Dos tercios de los 18.000 hombres armados estaban ocultos en la frontera en 1987.

El final 

Los sandinistas perdieron las elecciones el 25 de febrero de 1985 y el poder pasó a manos de Violeta Barrios de Chamorro que encabezaba la coalición Unión Nacional Opositora (UNO) y los ex Contras ingresaron al Ejército de Nicaragua y a la Policía Nacional. (Jackemate.com)

 

[1] Contras o Contra fue el acortamiento de contrarrevolucionarios o Resistencia Nicaragüense.

 [2] El “Irangate” produjo más de 47 millones de dólares que fluyeron a través de cuentas bancarias de Suiza.

 [3] New York Times.

 [4] Denominación que se da a las centrales de espionaje en países extranjeros.

 [5] En El país del Norte se aplicaba la Ley de Seguridad Nacional, de fecha 26/7/1947, votada en el Congreso de EE.UU.

 [6] Informe producido en Guatemala el 28/6/1996.

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com

 

 

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