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Por Ricardo Marconi (*)

“Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada. Cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes, sino con favores. Cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti. Cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada”.  

                                      Alissa Zinovievna Rosehbaum (Ayn Raud. (1950)  

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en uno de sus últimos informes, señaló que se está produciendo un crecimiento récord del tráfico de drogas ilegales en Latinoamérica. Y en esa bendita porción del planeta Tierra, México, Colombia, El Salvador y Bolivia hay permanentes disputas por la producción y el reparto de las drogas ilegales.

A las Autodefensas Gaitanistas de Colombia se las está considerando como las bandas más despiadadas y ambiciosas, ya que su accionar ha provocado un crecimiento exponencial de las tasas de homicidios y criminalidad variada, a tal nivel que sólo son superadas por las del Congo, según el Índice Global del Crimen Organizado.

Están sobresaliendo en ese país los delitos y crímenes relacionados con los recursos renovables como la minería ilegal y es tanta la competencia, que el Ejército de Liberación Nacional promueve la abstención de mano de obra, ofreciendo el mayor índice de protección a sus “efectivos”.

Es que el consumo de drogas en los jóvenes que no estudian ni trabajan inhibe los frenos morales y exacerban la violencia social, provocando que no sean suficientes las acciones del gobierno para defender a la sociedad victimizada.

La inteligencia estadounidense ha comenzado a preocuparse más aun de lo que lo hacía respecto de el Salvador, donde las Maras estarían saliendo para sentar bases en otros países de la región.

No son los únicos países que inician y dejan una estela de muerte. Brasil, Paraguay contribuyen al incremento de cuerpos sin vida aportando la violencia descontrolada de organizaciones que para obtener parte del rédito millonario en dólares crearon organizaciones que vuelcan en la Hidrovía cargamentos con destino al norte europeo de cocaína, marihuana y fentanilo.

Uruguay también hace lo suyo en este último sentido y Argentina –para no quedar al margen-, recibe droga desde el norte, a través del colador de sus fronteras limítrofes, mediante el transporte que permite sus rutas terrestres, sus pistas clandestinas que reciben vuelos y por medio del contrabando humano tipo hormiga hacia sus puertos, a partir desde donde embarcaciones de gran calado cruzan el Atlántico para descargar en puertos europeos.

La DEA, que tiene como finalidad esencial combatir el tráfico que nos ocupa tendría establecido que, al menos, hay 300 mil hectáreas sembradas de coca en Bolivia y Colombia, donde el tráfico creció más del 35 % desde 2020.

Es sabido en dicha entidad estadounidense que, uno de los secretos para lograr mayores ganancias es lograr capitalizar la cadena completa de comercialización ilegal, tanto en Estados Unidos como en Europa.  En Europa el país que más sufre en ese sentido es Italia, cuna de la mafia –la que en su gestación no quería involucrarse-, estaría recibiendo el traslado de bandas criminales.

Aunque, vale aclararlo debidamente, hay un abanico muy grande de grupos de traficantes que influyen en las economías estatales como son los casos de Afganistán, Pakistán y Libia, entre otros como Rusia y países de Medio Oriente.

Los organismos de seguridad admiten el creciente nivel de violencia de los delincuentes en el seno de poblaciones latinoamericanas, fundamentalmente en América del Sur.

Y en Rosario, particularmente se vieron los sistemas de seguridad en la necesidad   de pedir asistencia en ese campo a la Nación, aunque la población diariamente asiste al crecimiento estadístico de homicidios, asaltos, robos, hurtos y de episodios relacionados con el tráfico de drogas, entre otros delitos. Si se mantienen las cifras promedio mensuales de homicidios, se calcula que el número de muertos superará el corriente año. La frase “en Rosario la policía casi no existe”, se escucha en los reportajes, notas y análisis que explicitan todos los medios de comunicación.

En la provincia de Santa Fe, más precisamente en Rosario, en 1986, grupos migratorios comenzaron a asentarse en la zona norte, ubicándose los recién llegados en Cabal al 1.100, así como en el oeste, esto es Juan José Paso al 2100.

La pobreza creciente en esos sectores rosarinos y en gran parte de la periferia fomentó, obviamente de manera indirecta, en el consumo de drogas, aunque en menor escala por la falta de poder económico para adquirirlas. Y el consumidor optó por otros medios más económicos: la inhalación de pegamento y nafta.

El sobrante de droga que quedaba en Rosario y en los depósitos clandestinos, antes de su envío al puerto de la ciudad era el costo que pagaban los capitostes de la droga, permitiendo ello un nuevo mercado: el narcomenudeo que, a su vez popularizó el nacimiento de un nuevo producto en gran escala como fue “el raviol de merca”.

Las mafias, que parecen tener una capacidad infinita de adaptación al cambio, entendieron rápidamente que se podría obtener mayor ganancia, mezclando la cocaína pura con otros elementos como el talco y hasta el vidrio molido, entre otros. Las ganancias pasaron a ser millonarias.

El mecanismo mencionado demuestra que las mafias saben componer y extender un ambiente de sumisión, sin llegar a provocar la represión policial. Bastaba, en principio de su accionar, de vez en cuando, con aplicar algún castigo psicológico a los “insumisos” para preocupar a sus mandantes.

La intimidación no sólo se dirige a la población civil. También, si lo consideran necesario hacen lo mismo con los representantes de menor nivel del Estado y, sin el enfrentamiento crece, las víctimas comienzan a aparecer en los mandos medios, eso sí, cuidándose de agredir al poder político.

Es que la mafia no pretende la desaparición del Estado, sino su debilitamiento para lograr en el tiempo la sustitución de sus componentes como lo son jefes policiales, secretarios políticos de menor nivel, ministros y, si pueden, funcionarios legislativos.

El ‘Chapo’ Guzmán y Pablo Escobar Gaviria, dos poderosos ‘capos narcos’ de América latina

La captación de funcionarios no es tampoco ningún secreto. Basta leer los diarios para advertirlo. El objetivo final es lograr una especie de Estado paralelo y vivir a la sombra del poder. Analistas del tema drogas estiman que la dimensión formal de la mafia le permite superar vicisitudes y en ello influiría su estructura estable.

Influye negativamente en el crimen organizado un enemigo nacido en el mundo moderno: La sobreexposición mediática porque el Estado se centra en la búsqueda de un enemigo, evitando la comprensión global del problema.

El equilibrio del terror  

Es sabido que la paz mundial se asegura mediante el “equilibrio del terror” y ello no es más que una multilateralizaría generalizada del axioma romano que señala: “Si quieres paz prepárate para la guerra”. Los romanos se referían a una paz benéfica para ellos mismos y para sus intereses y ambiciones de expansión: Por lo tanto, los que se entrenaban para la guerra eran ellos mismos y los sacerdotes decían que ello “es un sacro egoísmo”.

La seguridad es un término relativo, ya que los Estados consideran que están expuestos, en alguna medida, al peligro de un ataque militar, a las penurias económicas, a la opresión política o a la injusticia social”, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas titulado “Estudios acerca de conceptos de seguridad”.

La seguridad humana –muy difícil de obtener en Rosario-, fue analizada por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en base a componentes tales como la libertad del temor y la libertad de la necesidad, reconociendo la naturaleza indivisible de la seguridad, expresada en las dimensiones de la política, la economía y la sociedad, incluyendo a las cuestiones ambientales e indicando los riesgos implícitos.

Ya hemos hecho notar, en columnas anteriores, que la seguridad humana se basa en la invisibilidad y la multidimensionalidad   como factores que promueven la protección, aunque ello no sustituye a la seguridad convencional.

El flagelo delictivo hace inviable mantener, en la dimensión necesaria, las garantías del estado de derecho. Rosario es un ejemplo ya que se manifiesta   un clima de temor e incertidumbre permanente debido a las conductas violentas que soportan los ciudadanos que ven afectados su integridad física y patrimonial.

Latinoamérica se encuentra sumida en un proceso creciente de violencia criminal, intrafamiliar y juvenil trasuntados en homicidios, robos, abusos sexuales, maltrato y hasta secuestros generando cada año la pérdida de vida humanas, producto, en muchos casos, de un intenso tráfico de drogas, armas y contrabando, a lo que debe agregarse el tráfico de personas, área delictiva en la que, en números concretos, las mujeres y los niños son los más afectados.

La población estima, particularmente, que la policía forma parte de la creación de las condiciones desfavorables en lo atinente a la realización de esfuerzos conjuntos con otros organismos destinados a combatir la delincuencia, al punto tal que no son pocos los ciudadanos que piensan que la policía tiene internalizada la impunidad.

Asimismo, los rosarinos, en particular, estiman en voz baja y públicamente en los medios al ser entrevistados que “la justicia aporta su granito de arena aprovechándose, en algunos casos, en las desviaciones interpretativas de la ley”.

Otros rosarinos estiman que “el Estado ha sido superado por el ejercicio de la violencia y el crimen”. Está claro que ya no esperan nada. “No es casualidad que los jóvenes piensen que el delito se ha transformado en su única opción de vida”, afirman en sus comentarios intrafamiliares.

En otra columna ya hemos apuntado que las familias   rosarinas ya están acostumbradas a vivir bajo el imperio de la violencia y a la desvalorización de los principios inherentes a una sociedad civilizada.

El narcotráfico utiliza grandes sumas de dinero y una tecnología que supera a las fuerzas de seguridad que, en muchos casos, sólo logran acciones positivas a través de la incorporación de los agentes encubiertos como fue, en su momento la Operación Strawberry”, en la que se logró el decomiso de 2.188 kilos de cocaína.

También se han incrementado las “entregas vigiladas”, aunque en esas operaciones no se ha logrado el resultado positivo esperado. Es que hay “cargas” que se pierden, por lo que, en algunos casos, se dejan pasar para poder luego accionar sobre cargamentos más importantes.

La DEA, utilizando ese mecanismo, en una operación desbarató un cargamento destinado a Hamburgo de veinte millones de dosis de cocaína que iban a ser distribuidas en sus calles.

Para que el lector de esta columna tenga una idea más acabada al hacer comparaciones, al menos básicas, debemos apuntar “extraoficialmente”, que el costo de un kilo de droga en Europa se comercializa en 50 mil dólares, mientras que en Japón se habla de 100 mil de la misma moneda. Mientras tanto, en Rosario, la oposición denuncia la “falta de chalecos antibalas para la policía y los gendarmes”. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Periodismo Político

 

 

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