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Por Ricardo Marconi (*)

El sector privado paga un alto precio en términos económicos y sociales  por vigilar, lograr seguridad y obtener un elevado índice de salud, ya que representa alrededor del diez por ciento del PBI centroamericano (miles de millones de dólares), mientras que las empresas abonan en el ítem seguridad centroamericano un 4 por ciento o más que deducen de las ventas.

Si un argentino viaja –por ejemplo-, a Chile, apenas ingresa a la capital trasandina, lo primero que se advierte es que los habitantes económicamente bien  posicionados viven en comunidades cerradas, protegidas por guardias armados. Los menos pudientes colocan alambres de púas en el perímetro y colocan rejas.

Otras ciudades de América Latina optaron por esos y otros mecanismos de seguridad, ya que para sus habitantes  es una preocupación creciente, debido a que la delincuencia se triplicó en número de casos.

Está claro que América Latina se transformó en una de las regiones más violentas del mundo y los asesinatos se contabilizan en función de un indicativo común: el número de crímenes cada 100 mil habitantes, parámetro que se tiene en cuenta en la Organización Mundial de la Salud, implicando ello un altísimo costo social y económico en los países.

Un lugar crítico en el aspecto que evaluamos tiene que ver con la tecnología fronteriza, ya que tiene una significación especial cuando se trabaja para evitar el tráfico de drogas ilícitas, ya que se utilizan  sensores, instrumentos ópticos, software para cámaras, detectores de movimientos y canes entrenados de manera especial.

A ello se agregan elementos técnicos para obtener datos de matrículas de vehículos, las que son comparadas con bases de datos criminales que permiten emitir un alerta en los casos en que el vehículo es “marcado” -la intendencia de Rosario anunció la puesta en marcha de ese sofwars-, y hay aviones  de control estadounidenses, de ala fija, que tienen incorporados el sistema, así como helicópteros destinados a la vigilancia fronteriza, junto a nuevos modelos de drones destinados al límite territorial con México, a lo que se suman cámaras de calor que detectan cuerpos hasta 25 kilómetros de distancia.

El control interno de los narcos

Hay contrabandistas que utilizan automóviles con doble fondo y GPS para que los jefes de las grandes bandas sepan donde se encuentran  cada vez que hacen un traslado de drogas muy importante.

Aunque no se publican las informaciones para que no se advierta el nivel de tráfico ilegal que existe, hay que subrayar que en el Caribe se detectan alrededor de 100 sumergibles  por año y en ellos se detienen hasta cuatro ocupantes que usan literas  para dormir en “el viaje”.

En Guatemala se han detectado sumergibles hasta con 4 toneladas de cocaína con destino a México y en ellos hay GPS y teléfono satelital. Si los contrabandistas renuncian a medio de camino, al final terminan siendo asesinados y para que no queden pruebas, en caso de terminar la operación sin problemas, el sumergible es hundido por sus ocupantes y luego estos  regresan al punto de partida en avión.

Hay casos en que los contrabandistas fallan en su propósito por diferentes cuestiones y, en esos casos, se dejan detener para no terminar asesinados por los sicarios de sus mandantes. Los sumergibles viajan a un promedio de 18 metros de profundidad y a la mayor velocidad posible y cooperan con grupos terroristas si no tienen otra alternativa.

Otros mecanismos de transporte

En Estados Unidos trascendió que en 2008 se hizo hasta Nueva York una carga de  cocaína de gran volumen en contenedores y ese cargamento se simuló  en combustible. Luego se habría concretado otro en camionetas con cocaína y heroína. En ese momento el kilo de cocaína era valuado –me dicen-en 8.000 dólares y la heroína a 15.000.-

Las autoridades argentinas han tenido que actuar, en el norte del país ante la caída sorpresiva de  aviones viejos, provenientes de otros países de Latinoamérica y que llegan sin ser detectados por radares por volar a muy baja altura. Ese tipo de aviones es utilizado también desde Venezuela y México hacia Estados Unidos, con numeración falsa para aterrizar en pistas clandestinas ocultas en regiones selváticas.

En Honduras  la policía, al patrullar, estaría incrementando el secuestro de drogas y en sus procedimientos han descubierto a traficantes que transportan droga en botes a lugares de procesamiento y luego el producto final es  transportado en aviones pequeños que luego aparecen incendiados. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

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