Los científicos norteamericanos y rusos, en sus respectivos organismos de defensa, estarían desarrollando, de manera independiente, como en la época de la “guerra fría”, una nueva forma de enfrentar al enemigo en el frente: Hacer la guerra sin muertos.
El objetivo es enfrentar al enemigo a través de la modificación del clima sin utilizar una sola arma. De esta manera se busca que mueran menos soldados enemigos, aunque pierdan las vidas más civiles.
Los expertos en temas militares saben que la teoría no es real, ya que sólo en Irak han muerto miles de civiles con “bombas inteligentes” transformados en “daños colaterales” para los medios masivos de comunicación.
Otro ejemplo de una guerra sin muertos en el acto es la que se lleva adelante con el uso de uranio empobrecido por parte de las fuerzas armadas norteamericanas, que causan en el enemigo graves problemas en el sistema muscular y esquelético, problemas cognoscitivos, erupciones en la piel, diarrea y fatiga crónica, entre otras manifestaciones orgánicas.
Los proyectiles, en este caso eran la generación de olas y terremotos, a partir de la puesta en acto de investigaciones que se vienen realizando subterráneamente sobre un nuevo elemento: Los flujos de presión que permitirían sumir a un territorio en una nueva “Era del hielo”.
Nuestras fuentes nos indican que de esta manera se podrán producir y dirigir relámpagos a un sector determinado, creando inconmensurables tormentas. Esos relámpagos serían el equivalente de 28.000 grados Celsius que, paralelamente, producirían cortocircuitos en radares e interceptarían programas de computación.
Los científicos, por ahora, están trabajando para que no se pueda determinar quien lanzó el relámpago y en su control, ya que generarían una presión de 19 millones de voltios. Por ahora, no dicen, sólo se han hecho modelos a pequeña escala con la generación de olas de 6 metros.
Se nos ha dicho, en voz baja, que en laboratorios científicos norteamericanos y soviéticos se estaría trabajando en ondas de extrema baja frecuencia –ondas Elf- que se estarían transportando a la ionosfera, esto es parte de la atmósfera terrestre ionizada permanentemente, debido a la fotoionización que produce la radiación solar entre los 85 y 700 kilómetros de altura. De esta manera se estaría generando calor que empuja y cambia los flujos de presión a alta velocidad.
Tengamos en cuenta ahora que Estados Unidos y Rusia han venido desarrollando un descubrimiento de Enrico Fermi: la creación de un arma electromagnética capaz de paralizar cualquier motor eléctrico. Sólo resta lograr hacer que funcione a gran distancia. Y sin dejar huellas.
Los primeros pasos
Las primeras pruebas con armas climatológicas se habrían iniciado en julio de 1976. En ese año Rusia bloqueó comunicaciones, produciendo estática que la víctima del ataque –Estados Unidos- percibió como un golpeteo gigantesco de ondas de baja frecuencia. El sonido era parecido a un pulso con energía.
Los norteamericanos, en esa oportunidad, establecieron el origen de la prueba militar, pero no efectuaron ninguna imputación directa. No hubo forma de probar el ataque.
Por supuesto, Rusia negó estar trabajando en la guerra climatológica mediante la producción de anomalías en el flujo de presión.
También pudimos conocer que en 1982 Estados Unidos experimentó con investigaciones en las capas de hidronización superior para modificar patrones del viento con modificaciones de dinámica con el propósito de lograr el cambio de la presión.
A esa investigación secreta se la denominó “Pájaro Carpintero”. Las indagaciones científicas se hicieron para modificar el clima debido a un problema producido por la sequía. En este caso el sistema de alta presión se produjo artificialmente para bloquear vientos que habían cambiado de circulación.
Diez años más tarde –1992- Estados Unidos utilizó antenas de alta frecuencia de la Marina norteamericana para concentrar la energía con destino a la ionosfera. Una de las antenas era gigantesca y producía 3.6 millones de vatios, esto es el equivalente a 72.000 estaciones de radio.
Programa Haarp
A través del Programa de Investigación Aurora Activa de alta Frecuencia – HAARP-, en 1994, los yanquis estudiaron el comportamiento de la ionosfera calentando la atmósfera, con lo que se habría logrado cambiar el clima a través del cambio del flujo de la atmósfera.
Es más, no son pocos los que nos dicen que se estaría trabajando actualmente con científicos de la Unión Europea, en Noruega, para cambiar el curso de los huracanes y producir terremotos.
También debemos decir que en Palo Alto, condado de Santa Clara, California, Estados Unidos, en el extremo norte de Silicon Valley, en 2001, fueron realizados estudios sobre la perturbación de la ionosfera para generar terremotos con las ya citadas ondas Elf que estaban siendo usadas, demás, para buscar petróleo y gas.
Y en el estado de Oregón, en Estados Unidos habrían utilizado, en muy baja potencia, las ondas Elf para producir un terremoto y habrían logrado uno que alcanzó los 4 grados.
Incluso las poblaciones de Irán, China y Afganistán se encontraron con fenómenos en el cielo como, por ejemplo, nubes con forma de X y patrones paralelos, que no se dan casi nunca. Incluso algunos científicos de esos países mencionaron la aparición de estelas climatológicas y químicas que estimaron hechas a propósito.
Estos mecanismos físicos que inician tormentas estarían siendo utilizados junto al HAARP, con el que evitan la formación de nubes y por ende la las lluvias. Con las estelas químicas, pudimos saber, se seca el aire y se induce la sequía.
Otros físicos han dejado traslucir que se está trabajando en el desencadenamiento de lluvias para producir inundaciones en un campo de batalla, horas previas a un combate.
Cuando iniciamos nuestras primeras consultas para este trabajo periodístico, una de nuestras fuentes nos recordó que el 15 de agosto de 1952 –hace casi 58 años- debido a una lluvia infernal sobre un río inglés, en un día cayeron 9 millones de toneladas de agua y un pueblo sufrió la muerte de 35 personas. Aún me cuesta creerlo.
El agua destruyó todo a su paso y en esa oportunidad se habló insistentemente, aunque sin pruebas, de un experimento con siembra de nubes.
Testigos habrían visto aviones de la fuerza aérea inglesa que rociaron la zona con productos desconocidos que lograron la fusión de las nubes que produjeron lluvias torrenciales al incrementar su peso. Se habría tratado de la “Operación Cúmulos”, y obviamente, los documentos probatorios de la operación desaparecieron de los archivos nacionales…
El proyecto “Popeye”
Con el mecanismo de sembrar nubes se trabajó también en la guerra de Vietnam mediante el Proyecto “Popeye”, con el que se hizo desencadenar lluvias nunca sufridas por los habitantes en la época monzónica.
En la zona de Laos se habrían hecho las primeras pruebas con 50 siembras y luego se abocaron a inundar con lluvias el sendero de Ho Chi Minh.
Con este mecanismo, los laboratorios de armas norteamericanos rompieron la línea de suministros de los vietnamitas y desencadenaron la inundación de los cruces de los ríos. Sin embargo el éxito de la operación fue limitado, ya que los guerrilleros optaron por transportar armas y alimentos subterráneamente.
El presidente norteamericano adelantó que daría a conocer detalles secretos de la guerra de Vietnam. Quizás se admita dar de manera pública lo que estamos señalando en el fárrago de documentación sensible.
‘El katrina’
Algunos científicos no lo dicen públicamente pero creen que el Katrina fue el ejemplo más potente de la guerra climatológica.
El 23 de agosto de 2005 una tormenta sobre Bahamas, consecuencia de una depresión tropical, habría sido “transformada” en un huracán categoría 5 que ocasionó seis días más tarde una pérdida de 81 millones de dólares y de 1.800 vidas.
Lo que pareció sospechoso para científicos especializados en climatología fue que el Katrina se movilizó en línea recta y se comenzó a hablar en los pasillos de la CIA de un experimento de control climatológico cuyo origen podría ser chino o ruso.
El poder del Katrina se llegó a evaluar como el equivalente a una explosión nuclear. Otros apoyan esa explicación acotando que “ningún huracán llega a la costa” y el Katrina si lo hizo.
Al año siguiente –2006- ningún huracán llegó a la costa, ya que se habría trabajado en una “pared de alta presión artificial” para hacer rebotar a los huracanes hacia el mar, lo que hablaría de un trabajo secreto sobre el tema. Obviamente ello es difícil de probar.
Armas satelitales
Un profesor de física consultado por quien esto escribe mencionó sin tapujos la probabilidad cierta de crear armas satelitales que podrían desencadenar eras de hielo, inundaciones monstruosas o la creación de desiertos devastadores de vidas humanas.
El lector debe saber que nuestro cuerpo se vale de la electricidad. Que nuestro sistema nervioso se vale de la electricidad y que, por lo tanto, generamos un campo electromagnético. Ahora bien ¿alterando nuestro campo electromagnético, no se podría impedir el movimiento de nuestros músculos, controlar o inducir emociones, producir sueño, transmitir sugestiones o interferir nuestra memoria a corto plazo?
Si tenemos en cuenta que todo en el universo genera un campo magnético ¿por qué no podría ser realidad una guerra climatológica?
La aplicación de tecnología mortal para destrucción controlada del medio ambiente formaría parte del menú mortal en el futuro a mediano plazo en función de un apotegma hasta ahora insuperable: Quien controle el clima, controlará la Tierra.
Michel Chossudovsk, profesor de Economía de la Universidad de Ottawa afirma que la guerra climatológica no es una ilusión o una posibilidad. “Es una nueva arma de Washington que allí se denomina con ironía “guerra suave y gentil. Nos hallamos ante un programa de destrucción masiva capaz de desestabilizar selectivamente regiones enteras, destrozar cosechas, producir inundaciones, reactivar volcanes dormidos…”.
El Haarp, formó parte de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) y del proyecto “Star Wars” o “Guerra de las Galaxias”, que tuvo su base en Alaska. Allí, hasta lo que sabemos, se instalaron 360 antenas de 22 metros de altura que emiten cargas electromagnéticas hacia la ionosfera, haciendo que esta se caliente y se expanda no menores de 50 kilómetros de diámetro.
No queremos concluir esta columna sin dejar de mencionar un informe secreto que logró publicar ‘The Observer’ el 22 de febrero de 2004, que advertía que en las próximas dos décadas los cambios el clima podrían dar lugar a que las principales ciudades europeas queden sumergidas bajo el agua. (Jackemate.com)