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CHINA-USA

Los analistas económicos, a nivel internacional, coinciden en que es el desencadenante del proteccionismo y el unilateralismo, y su consecuencia lateral no es otro que el conflicto de intereses

El proteccionismo es la resultante, a su vez, de un modelo económico que tiene en Argentina un impacto no precisado aún en forma definitiva y terminante.

China y Estados Unidos, precisamente, están bregando actualmente por obtener un equilibrio etéreo para detener un creciente deterioro en sus relaciones comerciales, el que el especialista Eduardo Daniel Oviedo relaciona puntualmente “con la alternancia política en Taiwán” y con la que él denomina “re-modernización”, que pretende imponer el presidente norteamericano Donald Trump y su oposición al paradigma productivo-exportador chino.

Esas tensiones comerciales, en los últimos días, se redujeron ostensiblemente luego de que ambas potencias acordaran retrasar la imposición de los aranceles anunciados, en razón de la entrevista negociadora prevista para principios de octubre.

La fecha tope la habría impuesto Trump con su decisión de postergar hasta el 15 de ese mes, el incremento de derechos aduaneros del 25 al 30% en aranceles contra algunos productos chinos, invistiendo a la decisión un carácter de “buena voluntad”.

La determinación arancelaria contra China implica para sus productos una equivalencia de 250.000 millones de dólares. Con anterioridad, vale apuntarlo, China, para incrementar la distensión, anunció que posponía un incremento arancelario hasta septiembre de 2020 a 16 productos estadounidenses y la medida fue calificada por Trump como un “gesto importante”.

La guerra comercial, traducida en incrementos sucesivos de aranceles, por parte de los dos países, tuvo su último enfrentamiento el 1º de septiembre pasado, con el aumento del impuesto del 10 al 15% sobre importaciones chinas por valor de 112.000 millones de dólares.

No son pocos los que definen el conflicto enunciado como un «choque de modernizaciones» y su relación estrecha con la hegemonía china.

¿Y Argentina, como se maneja ante la crisis?

El presidente de los argentinos Mauricio Macri, en torno a la cuestión que nos ocupa, se decidió por una política exterior arancelaria de equilibrio hasta que se iniciaron las presiones chinas y norteamericanas.

Para justificar su posición apeló “a compromisos tomados con anterioridad” a su gestión, a lo que se suma su angustiante dependencia financiera.

Aquí llega el momento de recordar que EE.UU reconoció en 1868 la integridad territorial y la soberanía de China, luego consolidada en 1899 con la aplicación de la «Teoría Hay» de “Puertas Abiertas”.

Luego los norteamericanos diseñaron una alianza con Beijing, poniendo fin a las aspiraciones japonesas en el Pacífico (Washington, 1921). 

Veinte años después los nipones atacaban Pearl Harbor, dando inicio a la guerra en el Pacífico.

La respuesta no se hizo esperar y el expresidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt decidió otorgar un lugar a China en la Organización de las Naciones Unidas y, de postre, la ocupación militar de Japón, por parte de los norteamericanos, mitigó el gasto de defensa chino.

La cuestión no es menor: Actualmente Japón debería avasallar las bases militares yanquis en Japón para litigar militarmente contra los chinos.

Hoy las relaciones de poder son diferentes: China ascendió a nivel internacional junto a India, Rusia y Brasil, a la vez que desgastó a EE.UU, transformando el orden internacional aplicando una dirección unificada con capacidad económica, posibilitando ello que decidiera enarbolar la bandera del libre comercio, la libertad de navegación y la aplicación de una diplomacia multilateral, con la ventaja adicional que implica mantener sus bases estructurales.

El ya aludido Eduardo Daniel Oviedo afirma en relación con este último punto que “China coadministra el orden actual y funciona como un arquitecto del venidero, debido a que se considera como la potencia que suplantará a la norteamericana” a la vez que entiende que “las grandes potencias occidentales destruyeron el sistema tributario chino a través de las Guerras del Opio (1839-1860), al doblegar al imperio chino para reemplazarlo por el capitalismo global”.

Mientras tanto, los políticos estadounidenses, utilizando su hipótesis del “Choque de Civilizaciones”-propuesto por Samuel Huntington-, presentó en escena al mundo musulmán como el enemigo a combatir, tanto militarmente como diplomáticamente.

Y así llegamos a la dupla Nixon-Kissinger, quienes mezclaron su relación con China con dos elementos: Cooperación comercial y tensión política.

A su turno, en este derrotero histórico-económico-arancelario, George Bush trató de llevar a la práctica las ideas de Huntington, pero posteriormente, tras el ataque del 11/9, reorientó su lucha con el islamismo; gestión que tuvo continuidad en el gobierno de Barack Obama, mientras que Trump se concentró en la restructuración interna de la economía, fluyendo –esto es dejando correr-, el eje de la hipótesis del ideólogo”.

Hoy por hoy, el crecimiento económico chino desafía el de EE.UU y esto tiene una relación casi directa con el crecimiento del PBI de la república china, gracias a que se basa en tener acceso a las materias primas, el control de los generadores de capital y en el sostenimiento de la importaciones, a lo que agrega las ventajas competitivas en el área de producción de bines de alto valor económico y un ejemplo de esto último es el incremento que poseen los chinos respecto del mercado de granos.

En la segunda quincena de octubre, tras la reunión más arriba adelantada en esta columna, complementaremos la información tras las resoluciones que se tomen. (Jackemate.com)

 

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com

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