Por Ricardo Marconi (*)
Alejandro Magno, rey de Macedonia –Grecia-, desde 336-323 a.C., luego de conquistar las ciudades-estado griegas, se dirigió con sus tropas a Persia y fundó un imperio con 70 ciudades en tres continentes que cubren, aproximadamente, dos millones de millas cuadradas.
Una pieza de mampostería, de una tumba antigua descubierta en los cimientos de San Marcos de Venecia, que coincide con las dimensiones de un sarcófago en el Museo Británico, podría confirmar la ubicación de la tumba de Alejandro Magno y, además, el lugar de entierro real, perdido de los últimos faraones nativos de Egipto y los faraones griegos que llegaron luego.
En 2004, el científico Andrew Michael Chugg escribió “La tumba perdida de Alejandro Magno” y en esa obra literaria explicitó cómo la tumba indicada se hallaba, inicialmente, cerca de Memphis, en el Complejo Serapis, en Egipto, donde un templo fue construido por el último faraón nativo de Egipto: Nectanebo II.
Esa entrada al templo estaba custodiada por esculturas de poetas y filósofos griegos, incluidos Píndaro, Homero y Platón, todos los cuales están asociados históricamente con Alejandro Magno.
En el indicado libro de 2004 se indicaba que el templo de Nectanebo II, en el Serapeum, custodiado por estatuas griegas, era el candidato obvio para una tumba inicial de Alejandro.
Chugg, asegura la coincidencia del fragmento de la tumba de Venecia con el sarcófago de Nectanebo II en Londres, utilizada para sepultar a Alejandro en Memphis.
La desaparición de Alejandro
El cuerpo de Alejandro desapareció cuando el emperador romano prohibió la adoración pagana en el año 392 a.C. y una tumba de San Marcos apareció al mismo tiempo en lo que era una ocupada por la tumba de Alejandro.
En un episodio de National Geographic, denominado Expedientes Misteriosos, emitido en 2011, afirmó Chugg que “el cuerpo de Magno había sido robado de Alejandría, Egipto, por comerciantes venecianos que lo confundieron con el de San Marcos Evangelista y los restos fueron venerados como San Marcos en la Basílica Cattedrale Patriarcale di San Marco”. Y la inferencia, que sorprende, después de su nueva evidencia, es que los restos de San Marcos Evangelista, dentro de un ataúd en el altar mayor de San Marcos, en Venecia, podrían ser los de Alejandro Magno.
Chugg escribió “Las tumbas perdidas de los último faraones” en Under the Seal of the Necrópolis, volumen 5, en el que suministra una “nueva revelación confirmatoria” que presenta el hecho de que el fragmento de “118 cm. de altura”, descubierto en Venecia, es exactamente “la altura y longitud correctas” y está formado por una cubierta exterior para el sarcófago en el Museo Británico, asociado con Alejandro Magno.
Hoy en día, el sarcófago del Museo Británico mide “108 cm. de alto”, y en la Guía de 1909 del museo aludido, se describe que tenía una altura de “118 cm.”, que coincidía a la perfección con el fragmento de Venecia.
El autor sostiene que el sarcófago fue diseñado para sentarse en un nicho en el piso de la galería, por lo que era difícil ver el lado opuesto y, ese lado oculto mide “118 cm. de alto”.
El bloque de piedra en Venecia está dañado y le falta el lado derecho, pero se ha esculpido diagonalmente una lanza en su cara exterior, desde las esquinas superior izquierda a la inferior derecha, que según el autor «deja en claro» que el bloque tenía exactamente el tamaño correcto para haber formado un lado de una carcasa exterior para el sarcófago en el Museo Británico, que en sí coincide con la altura total original del sarcófago.
Las características y dimensiones del bloque Star-Shield muestran como la caballería sarissa o xyston –un tipo de lanza utilizada por Alejandro-, puede utilizarse para inferir la longitud original del bloque, según un diagrama trazado por Chugg.
Además, los surcos que atraviesan el borde del sarcófago fueron diseñados para levantar barras y las dos tapas –carcasa y sarcófago, y esas observaciones permiten sugerir que las tumbas de otros faraones de la última dinastía nativa también se encontrarán cera de Memphis.
Última investigación
El 11 de febrero de 2020 Andrew Chugg convenció a E.R. O`Connell, conservador de turno en el Departamento Egipcio del Museo Británico para que se cambiara la redacción de la sección “comentarios del curador” en la página WEB del museo para el Nectanebo II sarcófago.
Es un cambio sutil, aunque significativo que dice: “Este objeto se creía incorrectamente que estaba asociado con Alejandro Magno cuando entró en la colección en 1803”, lo que expresa que, después de dos siglos de escepticismo, el Museo Británico está más abierto a la asociación propuesta entre el sarcófago y la tumba de Alejandro.
La teoría y las pruebas completas se presentan en el libro de Chubb “The Quest for the Tomb of Alexander the Grat: Third Extended Edition”, febrero de 2020, especialmente en lo atinente al prefacio de 2020 y el capítulo 13. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política