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A partir de esta columna de Introspecciones intentaremos modestamente introducirnos en una ficticia cápsula del tiempo para relatar sucesos que contienen incógnitas aún sin resolver

Para nuestro primer viaje hacia el pasado –también prometemos otros hacia el futuro-, con nuestra nave imaginaria aterrizamos en el desierto del norte del Tibet, donde arqueólogos chinos detectaron y excavaron un cementerio, encontrando que sus ocupantes  murieron hace  casi 4 mil años, aunque el aire seco posibilitó que sus cuerpos se conservaran en excelente condición.

Para ser más precisos vale apuntar que la necrópolis se encuentra en lo que hoy  es la región  autónoma noroccidental china de Xinjian, donde se hallaban cuerpos, colocados boca abajo, cubiertos con cueros de vacas, sobre lanchas, con facciones europeas, cabello castaño y narices largas.

El investigador Nicholas Wade hizo notar  que “en el lugar podrían erguirse lápidas, a manera de señal de piadosas esperanzas de compasión divina en el más allá, lo que hace que exteriormente, sobre la arena se eleve un vigoroso bosque de símbolos fálicos”.

Los cuerpos momificados sin tiempo no tienen nombre, debido a que sus identidades, por el tiempo transcurrido, son desconocidas. Las sepulturas está localizadas en un lugar que los especialistas denominaron  Río Pequeño Nº 5 y en las inmediaciones  está el lecho de un río de la cuenca del Tarim, que a su vez está rodeada  por una cadena de montañas difíciles de cruzar.

Actualmente, en las cercanías, la zona fue poblada por uigures, cuyo idioma es turco que en las últimas cinco décadas recibieron asentamientos de colonos chinos.

Las 200 momias  tienen apariencia occidental y una de ellas es una mujer a la que se la conoce como la Bella de Loulán, con un estado de conservación estupendo, a tal punto que se le realizaron estudios genéticos que permitieron establecer  que su ADN contiene marcadores que la ubican  originariamente  en Asia del Este.

Las pruebas de carbono 14 que se realizaron en las momias por la Universidad de Beijing aportan que el cementerio  data de hace 3.980 años.

En la revista BMC Biology se publicó que los cadáveres eran de origen mixto, ya que portan marcadores  europeos y siberianos e, incluso, permiten evaluar la posibilidad de que  procedan extraterritorialmente de China. El estudio meticuloso fue llevado adelante por  el equipo profesional de Hui Zhou de la Universidad de Julin.

“Todos los hombres analizados tenían el cromosoma Y -habitualmente encontrado en Europa Oriental, Asia Central y Siberia-”, señaló Zhou, quien agregó en su trabajo: “El ADN mitocondrial, transmitido por la descendencia femenina, es oriunda de Siberia y dos estirpes  de la misma son comunes en Europa”, de lo que se infiere que las estirpes de ADN mitocondrial como el cromosoma Y son antiguos,  por lo que el equipo de Zhou concluyó que “las poblaciones europeas y siberianas se mezclaron antes de ingresar a la cuenca de Tarim, hace unos 4 mil años”.

El profesor  chino Víctor H. Mair, de la Universidad de Pennsylvania, experto  en la prehistoria de la cuenca de Tarim refirió que cuando se excavaron los cinco niveles de las sepulturas, se hallaron 200 postes de 4 metros de altura cada uno, varios de los cuales tenían aspas planas, pintadas de negro y rojo, como remos de una enorme nave hundida bajo las olas de arena.

En el interior de los ataúdes de las mujeres los arqueólogos hallaron falos de madera de tamaño real colocados sobre los cuerpos o al lado de estos.

Los “barcos” de los hombres, tenían postes con las formas de aspas, concluyendo los especialistas que representaban vulvas simbólicas “lo que demuestra una obsesión por la procreación”, según Mair.

Los entierros con “barcos” también  eran comunes entre los vikingos y sepulturas con  símbolos fálicos  también se encuentran en ataúdes de a Edad de Bronce en Europa del Norte. (Jackemate.com)

 

(*) Periodista

 

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