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Por Ricardo Marconi (*)

El espionaje privado se intensificó luego de la II Guerra Mundial, entre otras causas debido a que el fundador de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) norteamericana William Donovan creó una misión de inteligencia por su cuenta. Lo hizo luego de viajar a Europa y reunir información sobre actividades soviéticas, a partir de embajadores de EE.UU., y de periodistas, con el aporte de agentes encubiertos. El presidente norteamericano Harry Truman se enteró y se puso furioso, calificando al funcionario como un “hijo de … y entrometido”.

Duane Clarridge, ex jefe de la División de América Latina en lo atinente al espionaje, recurrió a un grupo de miembros de Operaciones Especiales retirados y generó una red de agentes para llevar a cabo operaciones en Afganistán y Pakistán. Algunos de esos agentes siguieron actuando con el correr de los años en red, a veces para Estados Unidos.

Clarridge formó el equipo junto a Mike Taylor, un antiguo boina verde que dirigió una empresa privada de seguridad, con sede en Boston, denominada American International Security Corporation.

La red de espías privada 

La red estaba conformada por afganos y pakistaníes. El primer trabajo fue ayudar a liberar a un periodista, de apellido Rohae, que la terrorista Red Haqqani había secuestrado en Afganistán y conducido tras la frontera a Miranshah, de Waziristán del Norte.

La operación de búsqueda implicaba proporcionar información a militares para que actuasen al momento de efectivizar el rescate.  El periodista logró escapar y llegar a un puesto fronterizo militar. Y Clarridge aprovechó para montar un negocio relacionado con operaciones clandestinas de espionaje.

Secuestro militar 

Al poco tiempo fue secuestrado el soldado Browe Bergdahl, en una provincia pakistaní y, en cuestión de horas, los aviones espías estadounidenses interceptaron conversaciones entre combatientes talibanes que en sus diálogos hacían planes para tender una emboscada con explosivos a un equipo de búsqueda.

Furlong entra en acción   

Michael Furlong, un especialista en operaciones psicológicas se incorporó en la búsqueda. Por ese entonces se hacía pasar por un vendedor de suministros de oficina, aunque en realidad esa “tapadera” funcionaba para encubrir su real actividad de espía.

Furlong, nacido en Miami, había pasado una década pensando maneras de desatar guerras en las cabezas de otras personas y según sus colegas tenía el perfil de una matrioska rusa, con una ancha complexión física, sufría de diabetes y sus movimientos eran lentos, a la vez que tenía una sudoración profusa, a la vez que hablaba rápido, uniendo frases casi sin interrupción, utilizando mucha jerga militar, por lo que quienes en la CIA lo escuchaban  no le hacían repreguntas, porque casi no le entendían que les decía.

El avezado espía había sido reclutado en el ejército, en 1972 y luego se había recibido de periodista y se había especializado en negocios en la Universidad de Loyola, en Nueva Orleans.

De la universidad pasó a formar parte de Fort Bragg, en Carolina del Norte y ascendió luego como comandante de una unidad mecanizada en Fort Irwing, tras lo cual sirvió como instructor militar en la Academia Militar de Sandmurt, Inglaterra hasta que tuvo que formar parte de la Guerra del Golfo. A su término volvió a Fort Bragg, como comandante del grupo de Operaciones Psicológicas.

Reunión 

Para optimizar sus conocimientos con respecto a la búsqueda del soldado Browe Bergdahl, se reunió con colaboradores de los agentes de inteligencia Clarridge y Dewey en Dubai. Uno de ellos era conocido como Willi 1.

Los secuestradores pedían 22 millones de dólares de rescate al general Mc Kiernan y Willi 1 le dijo a Furlong que había “colocado operativos en el interior de Pakistán”, a la vez que presumía que la CIA intentaría de abortar la operación si se enteraban los secuestradores.

Furlong se comprometió a utilizar sus contactos para transmitir mensajes a sus amigos del mando de Operaciones Especiales de la central de EE.UU. en Tampa.

A todo esto, el subcomandante de la Unidad de Bergdahl quiso conocer quiénes eran los agentes para aportar un oficial de inteligencia y un grupo de análisis para evitar errores.

“Escondido 1”  

Mientras tanto, Clarridge dirigiría todo a miles de kilómetros, desde su casa, en un barrio de San Diego, California, al que oficiales de inteligencia se referirían humorísticamente como “Escondido1”.

A finales de 2009, Furlong consiguió finalmente un contrato para operar en espionaje de manera privada por 6 meses, esto es un acuerdo de varios millones de dólares, supervisado por Lockeheed Martin, uno de los mayores contratistas militares de los estadounidenses.

Así, el grupo de Furlong, junto a la recopilación de rumores y chismes de gente que conformaba la cúpula de Al Qaeda, obtuvo informaciones muy precisas sobre la incubación de complots contra Estados Unidos en Afganistán, obtenidos gracias al aporte de comandantes militares.

‘Info’ encriptada 

La información encriptada la enviaba Clarridge a un grupo de contratistas, que Furlong había conseguido situar en el puesto de mando militar de Kabul, donde algunos contratistas trabajaban para International Media Ventures, dirigida por Richard Pack, quien había sido uno de los planificadores del fallido rescate de rehenes en Teherán, operación en la que había trabajado junto a Robert Holmes, un ex general.

Introducidos los informes, luego había que distinguir los obtenidos por la CIA y así se llegó a atacar con helicópteros Apache a combatientes talibanes que se estaban concentrando en las inmediaciones de una base en Kandahar.

El mando conjunto de Operaciones Especiales lanzó proyectiles de artillería de gran altitud a un complejo de supuestos activistas dentro del territorio de Pakistán y luego pudo saberse que la acción avergonzó a la CIA.

Clarridge, no satisfecho con el error, desenterraba chismes contra AhmedKarzai, el hermanastro del presidente afgano, uno de los informantes de la CIA en el país, como ya adelantamos en otras columnas.

Karzai –el hermanastro-, había conseguido millones de dólares de la CIA, desde el principio de la guerra y en el 2009 reclutaba gente para un ejército al que denominaba Fuerza de Ataque Kandahar.

El generalato norteamericano tenía a Karzai –creador de un ejército paralelo-, como el centro de una corrupción generalizada, que empujaba a los afganos hacia los talibanes.

Entonces Clarridge armó un dossier de alegatos contra Karzai, incluyendo conexiones con traficantes de heroína, apropiaciones de tierras forzadas y acusaciones de asesinatos.

Ahmed Wali Karzai no pudo escapar de sus múltiples enemigos: fue asesinado cuando salía del baño de su palacio en Kandahar. El asesino fue su guardaespaldas que le disparó al pecho y a la cabeza con un arma de grueso calibre, destrozándole el cráneo. (Jackemate.com) 

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

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