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Los cambios tecnológicos han hecho modificar los criterios  globales para utilizar el espionaje como mecanismo de anticipación de las decisiones gubernamentales internacionales. La utilización del espía en territorios de países hostiles ya ha dejado de ser prioritario

Actualmente, los satélites de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) han reemplazado al histórico agente encubierto. Estados Unidos  tendría menos de 5.000 espías actuando a nivel mundial y, complementariamente, 30.000 agentes se dedican  a escuchar y recoger información para ser utilizada por la CIA y el FBI, entre otras agencias gubernamentales.

Los satélites de la NSA, vale recalcarlo,  recogen cada tres horas información suficiente como para llenar la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, mientras los argentinos nos asombramos cuando tomamos conocimiento  de las filtraciones de las grabaciones de la ex SIDE, de la posterior SIE o de la penosa agencia de inteligencia que actualmente tenemos.

La mayoría de los espías de la NSA  son empleados civiles, con títulos de ingenieros, técnicos en comunicaciones, matemáticos, lingüistas,  y analistas de información clasificada, quienes aprobaron exámenes  con rigurosas exigencias curriculares.

Proceden de empresas tecnológicas y aeroespaciales y viven gratis, con sus familias  en un barrio especialmente creado para ellos con las comodidades  necesarias, percibiendo sueldos de jerarquía, recibiendo automóviles cada año y otras ventajas laborales por cumplir ocho horas de trabajo diario.

Para referirnos específicamente a determinados trabajadores civiles -los lingüistas-, podemos acotar que  saben árabe, persa, hebreo y la totalidad de los idiomas europeos, llegando a un total de 400 empleados, llegando su presupuesto en sueldo a un monto tan grande como el del total del Servicio de Inteligencia Nacional Inglés, esto es el MI 5.

La NSA opera desde un cuartel general de Fort Meade, Maryland. Es un enorme edificio de cristal negro reflectante. Uno de los superordenadores  Cray  de la agencia maneja 64.000 millones  de instrucciones individuales por segundo  y proporciona información  de seguridad de comunicaciones e inteligencia de señales.

El primer mecanismo –cada superordenador-, genera comunicaciones seguras y criptografía para los dirigentes políticos del país y  para los militares. El otro aporte  de la NSA basa su poder en la escucha.

La agencia  no trabaja  en el campo de acción con gente armada, sino que brinda datos para que lo utilicen quienes lo hacen y pertenecen  a Estados Unidos, Inglaterra, Canadá., Australia y Nueva Zelanda, países que firmaron el acuerdo  UKUSA,  esto es un documento real depositado en las cámaras acorazadas de los países incluidos en él, pero que es tan secreto que los detalles del mismo siguen siendo un misterio.

El acuerdo se firmó en 1948 y es un pacto de cooperación  para la interceptación de mensajes.

La bomba N

Desde el punto de vista del uso de armamento nuclear,  trascendió sin que ninguna fuente o funcionario norteamericano lo desmienta, que Estados Unidos, con conocimiento de la NATO, habría utilizado armas en carácter de prueba en Yemen, en el marco de la guerra en la que se combate al ISIS, la fuerza terrorista islámica.

Ese armamento específico sería la bomba de neutrones, también llamada bomba N,  o bomba de radiación directa incrementada o bomba de radiación forzada.

 Es un arma derivada de la bomba H que los Estados Unidos comenzaron a desplegar a finales de los años 70.

En las bombas H, normalmente el 50% de la energía liberada se obtiene por fisión nuclear y el otro 50% por fusión. En la bomba de neutrones se consigue hacer bajar el porcentaje de energía obtenida por fisión a menos del 50%, e incluso se habría llegado a hacerlo a cerca del 5%.

De las radiaciones que se producen en el instante de la explosión, la que aquí nos atañe es la de neutrones. Una gran cantidad de estas partículas son emitidas con niveles energéticos muy altos, y por tanto, con gran capacidad de penetración.

Recordemos que, concretamente en las reacciones de fusión, se producían neutrones rápidos, los más energéticos. Estos se utilizaban para fisionar el material fisible de un eventual material fisible (U-235 o U-238).

Vale apuntar que la invención de la bomba aludida se le atribuye a Samuel Cohen quien la logró desarrollar en 1958. Los ensayos se autorizaron por el gobierno norteamericano y la primera experiencia se concretó en 1963, en el estado de Nevada, Estados Unidos.

Luego el desarrollo técnico de la bomba fue aplazado en el tiempo por el ex presidente Jimmy Carter en 1978, tras protestas generadas en contra de la administración estadounidense por la intención de planear el despliegue de ojivas en Europa.

Fue Ronald Reagan quien reinició la producción en 1981. Hoy por hoy varias naciones tienen la posibilidad de construir ojivas de neutrones, que son bombas capaces de ser transportadas en misiles y produce radiaciones ionizantes –radioactividad- hasta 7 veces mayor que la de una bomba H, fundamentalmente rayos X y gamma de alta penetración. Gran parte –vale aclararlo- de dicha radioactividad es de menor duración que la de una bomba de fisión.

Con una bomba N se produce poca destrucción de estructuras y edificios, pero mucha afectación y muerte de los seres vivos (tanto personas como animales), incluso aunque estos se encuentren dentro de vehículos o instalaciones blindados o acorazados.

Es por ese motivo que estas bombas han sido incluidas en la categoría de armas tácticas, pues permiten la continuación de operaciones militares en el área por parte de unidades dotadas de protección, motivo por el cual sus usos son estratégicos y tácticos, debido a que las radicaciones pueden penetrar los armamentos blindados, mientras que no ocurre lo propio con instalaciones subterráneas blindadas con plomo.

Un efecto “colateral” es la activación neutrónica de materiales que estén en las cercanías ampliando los efectos de la radiación.

Así en la tierra se puede activar el hierro de los carros blindados haciendo que se transmute en cobalto-60. Otro caso es con el yodo del mar, aunque este efecto no es directo puede llegar a dañar a personas (civiles o militares) a través de consumo de productos del mar. (Jackemate.com)

 

(*) Periodista

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