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Por Ricardo Marconi (*)

Mientras se produce un “impasse” transitorio en el conflicto Rusia-Ucrania desde el punto de vista diplomático, los militares rusos continúan movilizando -dentro de sus fronteras-, aproximadamente175.000 efectivos, así como armamento misilístico, carros de guerra, tanques y otros elementos bélicos con la excusa de entrenar dichas tropas, a lo que se agregan agresiones informáticas, sabotajes tecnológicos y la utilización de hackers.

La crisis que el planeta está viviendo en torno a la frontera de Ucrania y Georgia con Rusia ya tuvo un antecedente parecido, que tuvo como protagonistas a Estados Unidos, Cuba y la por entonces URSS y que tuvo a punto de desencadenar una guerra de resultados impensables. En la columna que nos ocupa, precisamente es nuestra intención poner blanco sobre el oscuro proceso internacional, que pudo haber derivado millares de pérdidas humanas.

Anastán Hovhannesi Mikoyán, un armenio nacido en Sanahin en 1939, estudioso de la teología y abrazado a la política socialista, alcanzó una posición relevante en la política, luego de unirse al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, para convertirse, con el tiempo, en líder del Movimiento Revolucionario del Cáucaso para alcanzar el cargo de presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URRS.

En 1960, con sólo 21 años, realizó una visita a Cuba para que el gobierno de la isla y la por entonces URSS reanudaran relaciones diplomáticas y comerciales.

Como resultante de ese cónclave, fueron nacionalizadas 26 compañías norteamericanas, incluidas las refinerías de Texaco, Shell y Esso y, como respuesta, Estados Unidos redujo la cuota cubana de importación de azúcar y denunció al final del año el embargo de todas las exportaciones cubanas.

Fue el 31 de enero de 1961 que los norteamericanos tomaron la decisión de romper las relaciones con Cuba y alentaron un fallido plan de invasión, elaborado por el director de la CIA, Allan Dulles, del que participaron 1.400 cubanos anticastristas que desembarcaron en Playa Girón.

El 3 de enero de 1962, Cuba fue excluida de la OEA y el 14 del mismo mes el ministro de Defensa, Raúl Castro visitó Moscú para negociar el suministro de armas, incluidos misiles con cabezas nucleares. 

El tratado que acordó el “CHE

Del 2 al 15 de setiembre de 1962, el “Che” Guevara suscribió en Moscú el Tratado Soviético-Cubano de Defensa y de inmediato se inició el envío de armamento ruso a la isla, incluyendo pesados cohetes y aviones Iluyshin, capaces de transportar bombas atómicas.

Luego, los buques Poltava y Omsk arribaron a Cuba con los misiles nucleares y fue por ello que Estados Unidos intensificó el control del reconocimiento fotográfico de la isla, que fue obstaculizado del 3 al 15 de octubre de 1962 por el huracán “Ella”.

Peritos de la CIA descubrieron en las regiones septentrionales de Cuba las instalaciones nucleares.

El 27 de octubre de 1962 se tomó en Cuba una decisión que estuvo a punto de desencadenar un conflicto de consecuencias impredecibles a nivel mundial: Un militar de alto rango transmitió la orden de disparar un cohete tierra-aire a un avión espía estadounidense y la nave fue destruida.

A partir de ese instante, el mundo estuvo, durante varios días, bordeando el inicio de un cataclismo nuclear, aunque –vale subrayarlo-, la historia real se había iniciado, como relatamos, meses antes y sus entretelones, -sobre los que avanzaremos en esta columna-, parecen haber sido extraídos de una novela de espionaje.

El día de la resurrección del planeta 

Analistas de política internacional consideraron al 28 de octubre -24 horas posteriores a la destrucción del avión espía estadounidense-, como “el día de la resurrección del planeta”, mientras que otros no calificaron como “el sábado negro”. 

La Casa Blanca podría haber sido calificada ese sábado como “un hormiguero pateado”: Los 14 asesores de J.F. Kennedy llamaron desesperados a sus familiares más cercanos para que se refugiaran en los sótanos de sus casas o en los lugares más recónditos de los Estados Unidos, mientras ellos y el presidente hacían lo propio en el búnker antiatómico, especialmente preparado para una situación hipercrítica, para desde allí seguir conduciendo los destinos del país.

Bloqueo 

Es que unos días antes, más precisamente el 22 de octubre, el presidente norteamericano había ordenado que se iniciara un bloqueo naval a Cuba y 26 años después (1988), el ministro de Justicia y hermano del presidente, Robert Kennedy, dejó trascender los entretelones desconocidos de lo sucedido en torno a las conversaciones, efectuadas a través de un canal comunicacional secreto entre John F. Kennedy y Nikita Kruschev.

Los diálogos definitivos eran, previamente, analizados por Gueorgui Bolshakov, como representante de los rusos en territorio norteamericano y el ministro y hermano de Kennedy. Bolshakov era el intercambiador de los mensajes, mientras que el embajador ruso en Estados Unidos desconocía que esto estaba sucediendo.

El espía que llegó del frío 

Bolshakov había sido un espía que se desenvolvía entre Washington entre 1959 y 1962 y que al momento de los episodios que nos ocupan se desempeñaba oficialmente como consejero de la embajada rusa, a la vez que hacía lo propio como director del mensuario Soviet Life, que se publicaba en territorio del país del Norte, obviamente monitoreado por la CIA.

El hermano del presidente norteamericano y el espía ruso se reunían en un parque y el primero le propuso al ruso “manejar” la información del conflicto al margen de los canales diplomáticos.

El ministro de Justicia, familiar del presidente, también quería eludir a Allen Dulles, director de la CIA, quien había sido heredado de la anterior gestión republicana.

Los diálogos antes aludidos duraron varios días y se discutió, esencialmente, la cumbre Kennedy-Jrushchov que se realizaría en Viena. En la última reunión, Kennedy llevó al ruso a su casa en su auto particular.

Y a los cinco días del último encuentro, Moscú acordó la reunión y se preparó la misma a través del canal secreto. El embajador ruso en EE.UU. seguía como Adán en el paraíso.

Lamentablemente la reunión no obtuvo resultados positivos, debido a que el gobernante ruso atacó la política estadounidense en Berlín e hizo o propio respecto de otros temas “calientes” que tenían lugar en el planeta.

Al despedirse, Kennedy le dijo a su interlocutor: “Creo que tenemos un invierno muy frío”. De Cuba no se habló, a pesar del fracaso de la invasión anticastrista, ya aludida, a la Bahía de los Cochinos, en abril de ese año.

Las vísperas  

El tema Cuba terminó por surgir el 31de agosto de 1962, en vísperas de un viaje de Bolshakov a Moscú. Robert Kennedy lo recogió en un auto oficial y lo llevó a la Casa Blanca, casi de incógnito para reunirse en el Salón Oval.

Allí le dijo al ruso: “Llewellyn Thompson, nuestro embajador en Moscú, me informó que Jrushchov está preocupado porque nuestros aviones sobrevuelan los barcos soviéticos que se dirigen a Cuba. Dile que he ordenado suspender esos vuelos”.

Bolsharov regresó a Washington el 3 de octubre y encontró a los estadounidenses sumergidos en la fiebre de las elecciones intermedias y la cuestión cubana estaba en el centro de la campaña electoral.

También advirtió el ruso que los republicanos estaban tratando de remontar la derrota sufrida en 1960 y atacaban a J.F.K. por su “debilidad “con respecto a Castro.

En la tarde del 15 de octubre, más precisamente, a las 15, tuvo lugar un nuevo encuentro entre Robert Kennedy y Bolshakov, aunque en este caso de corte protocolar. “Bobby” escuchó los buenos deseos de Jrushtochov de mejorar las relaciones entre ambos países y, ya en la calle, el enviado soviético sintió la sensación de que Kennedy esperaba una información importante de Moscú.

El 19 de octubre se iniciaron movimientos de tropas norteamericanas en el Estado de Florida y el vicepresidente Lyndon Jonhson regresó urgentemente desde las islas Hawai, mientras Kennedy repasaba un discurso, preparado por el asesor Theodore Sorensen.

Luego se redactaron otros 4 borradores en los que se estudió la terminología por parte de asesores legales del Departamento de Estado para coordinar el discurso presidencial con el de Adlai Stevenson que leería ante el Consejo de Seguridad de la ONU y el de Dean Rusk ante la OEA.

Paralelamente, los miembros prominentes del Congreso fueron citados de forma urgente a Washington y en el Salón Oval, el domingo por la noche para realizar la última reunión estratégica en la que se chequearon las nuevas fotos obtenidas por un U-2.

En el despacho de un periodista  

El mismo 19 de octubre, Bolshakov recibió una invitación del periodista Charles Barlett, íntimo amigo de Kennedy y partícipe del “canal secreto”. La reunión se realizó en la oficina privada del hombre de prensa y este le mostró al ruso una serie de fotos insertas en un mapa.

Eran imágenes aéreas de lugares donde se construían bases de misiles soviéticos en San Cristóbal de Cuba, que habían sido obtenidas el 14 de octubre desde un avión de reconocimiento U-2.

Las imágenes de los U-2 se tomaron a gran altitud y como resultante se obtuvieron 9.000 metros de películas que mostraban la celeridad con la que fueron armadas las rampas de lanzamiento móviles para misiles de alcance medio -1.600 kilómetros- o intermedio, de 3.200 kilómetros.

Esas imágenes fueron entregadas al presidente Kennedy el martes 16 de octubre y las vio mientras desayunaba en su dormitorio de la Casa Blanca. El jefe de la CIA le indicó como debían compararse las aletas de un cohete, parcialmente visible en una de las fotos con las de un proyectil de alcance medio, obtenida en un desfile militar realizado en Moscú.

La crisis en una cuenta regresiva  

La primicia obtenida por Barlett  terminó siendo publicada  y horas después ello derivó de urgencia en una reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, donde Adlai Stevenson las presentó como un testimonio irrebatible de la existencia de misiles de alcance medio en Cuba, apuntando hacia Estados Unidos –precisamente el mismo tipo de misiles, más desarrollados-,  que se discuten actualmente  en el conflicto Rusia-Ucrania y sobre los que mintió acerca de su potencial Rusia, esto es una distancia de 500 kilómetros, tema que ya desarrollamos en otra columna específica, ya publicada en Jakemate.com 

Para esos momentos, el secretario de Defensa Robert Mc Namara había elaborado el plan general del bloqueo naval a Cuba. Sólo restaba hacerlo público.

El inicio de la “Cuarentena” 

Al mediodía del 22 de octubre, los líderes del Reino Unido, Francia y Alemania Occidental fueron avisados de la tormenta militar que se avecinaba y a las 19 de ese día, el presidente dio el discurso por televisión sobre el bloqueo, en represalia por el envío de misiles soviéticos a la isla del Caribe y dijo que se había iniciado “la cuarentena sobre Cuba”.

Previamente, también se había avisado a todas las unidades militares estadounidenses en el planeta y se dispuso la evacuación de mujeres y niños de la isla de Guantánamo. 

Ese 22 de octubre Kennedy denunció la existencia de misiles soviéticos en Cuba.

Jim Rowlwey, jefe del Servicio Secreto personal de Kennedy puso en detalles el Plan de Evacuación de la Casa Blanca”, en caso de un ataque nuclear contra Washington.

Asimismo, la prensa, al día siguiente, detalló las ciudades que podrían ser alcanzadas y destruidas y comenzó a expandirse el pánico. Moscú se mantenía en silencio.

El gobierno ruso se expresó el 23 de octubre, alegando que “no iba a permitir agresiones sin precedentes” como para ese país eran la detención y registro de sus barcos en alta mar, con destino a Cuba.

Además, Rusia advirtió que esas circunstancias podrían llegar a desencadenar “una guerra termonuclear” y que, si los Estados Unidos la iniciaban, “el mundo asistiría al más potente golpe de respuesta”.

Al borde del límite del bloqueo  

Barcos cargueros soviéticos fueron enviados el 24 de octubre a acercarse a la línea del bloqueo, con la orden de no traspasarla y el día siguiente, al mediodía, las radios del país del Norte transmitieron la señal convencional de alarma. Los barcos giraron en U.

A las 72 horas Radio Moscú retransmitió un mensaje de Jrushchov a Kennedy en el que se aceptaba retirar las bases de cohetes y permitir el registro de sus buques. Paralelamente, el propio Fidel Castro se enteraba de los últimos sucesos por la radio.

Mikoyán, para explicitar promesas de no agresión, el 1º de noviembre de 1968 viajó a La Habana para asegurarle a Fidel Castro que el retiro ruso incluía garantías de que la isla no sería agredida militarmente. 

Y el claro mensaje de lo dicho por el enviado ruso se constató en los hechos: Tras desmontarse, en primer término, las bases rusas en Cuba, Estados Unidos retiró los misiles de alcance medio de Italia y Turquía. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

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