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Por Ricardo Marconi (*)

Los policías de la seccional 20ª seguramente escucharon los disparos que sicarios efectuaron contra la misma. La dependencia policial se encuentra al lado de la escuela San Luis Gonzaga, de Teniente Agneta 619 bis, donde la dirección decidió suspender, por segunda vez, la actividad docente por temor a lo que les pueda suceder a los chicos del barrio.

Es la resultante esa decisión del temor subyacente que cubre toda la urbe e implica que hay que analizar cómo seguir, según afirmó la directora Noella Della Pasqua. Sólo una niña concurrió a recibir instrucción un día después del ataque.

La seccional 20ª ya estaba vallada desde que fuera atacada en abril pasado y en el caso que nos ocupa tres disparos impactaron, según declaró el nuevo jefe de Policía rosarino, Daniel Acosta.

Es evidente que los 132 homicidios con que cuenta la ciudad desde el 1º de enero pasado, son una expresión clara de que las fuerzas de orden han sido sobrepasadas en lo atinente a la prevención y el enfrentamiento del delito desde 2019 a la fecha, ya que debieron cambiarse 11 jefes de Policía y los narcos han decidido que las escuelas y comisarías forman parte de un circuito de balaceras utilizadas para dejar mensajes a otras bandas o a sus jefes.

No importan los efectos colaterales 

La situación social en Rosario ya saltó “la medianera” del no importa nada. Lo único que vale es la generación del terror por parte de las mafias que usan a los educandos como rehenes o carne de cañón.

Es obvio que si bien no se busca la muerte de algún alumno o docente, las mafias los utilizan para dejar mensajes a destinatarios específicos y, de paso, a la sociedad toda. No es necesario ser Sigmund Freud para darse cuenta.

Editorialistas se preguntan “¿Quién tiene el poder en Rosario? Y «¿El Estado local no es garantía de seguridad ni de educación? “Las organizaciones criminales -razonan los ciudadanos-, están al límite de hacer los que se les antoja en función de sus negocios marginales”, escucha quien esto escribe diariamente.

La única respuesta de los responsables de ordenar la seguridad es cambiar la grilla de jefes y subjefes de Policía, aunque con un margen de maniobra muy corto, ya que se ven obligados a repetir experiencias fallidas.

Es objetivo es claro: llegar a diciembre y después “vamos viendo”. La respuesta es las lluvias de balas. Me parece que está llegando la hora de convocar al “Chapulín Colorado”. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

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